sábado, 14 de marzo de 2020

LOS EXTRANJEROS EN EL TRONO




Hicsos, libios, nubios, asirios, persas, griegos y romanos, todos extranjeros a ojos de los moradores de las orillas del Nilo, ocuparon en algún momento el trono de Egipto. El egipcio de las primeras dinastías se consideraba invulnerable, protegido por las fronteras naturales del país, pero a partir del Segundo Período Intermedio, diferentes pueblos fueron rebasando esos difusos límites y asentándose en Egipto. Algunos individuos pertenecientes a estos contingentes extranjeros llegaron a convertirse en soberanos (Apofis I el hicso, Sesonquis I el libio o el nubio Tarco), ostentando, la mayoría de las veces, el título de faraón. Unos pocos se adaptaron a las instituciones egipcias y fueron aceptados por la población; pero la mayoría se comportaron como simples conquistadores.

Los hicsos, de origen semita, fueron los primeros extranjeros en fundar sus propias dinastías (XV y XVI) y tras el glorioso Imperio Nuevo, irrumpen en el país los libios (dinastías XXII y XXIII). La decadencia egipcia es, en estos momentos, imparable. Sacerdotes, militares y nomarcas indígenas siempre estaban prestos a recuperar el poder (o en todo caso a crear dinastías paralelas), especialmente en los tiempos de inestabilidad y crisis.

La siguiente dinastía, la XXII (945 – 712 a.C.), era de origen libio y sus faraones gobernaron Egipto. Su primer representante Sesonq I (945 – 924 a.C.), que se enfrentó a los reyes de Judá e Israel, venciéndolos. La dinastía XXIII (818 – 715 a.C.) fue también libia; la XXIV (727 – 715 a.C.), saíta, y la XXV (747 – 656 a.C.), kuhista, de Napata (Nubia). Esto prueba la rápida descomposición del poder en Egipto, en la denominada Baja Época egipcia, durante la que aún se conocen los gobiernos de las dinastías XXVI a XXX, formada a veces por monarcas extranjeros, como los persas – que dominaron Egipto en dos ocasiones, en los años 525-404 y 341-333 a.C. - , tras un período efímero de reconstrucción del país, aunque éste ya no volvió a recobrar su pasado esplendor. Herida de muerte, la anciana civilización navegaba a la deriva, como una gran nave abandonada, aunque aún no se había hundido. Entre sus viejas maderas guaraba todavía un tesoro que legar a la Humanidad: la civilización helenística, que con su ciencia, su filosofía y, sobre todo, con sus religiones de salvación, llevarían a Egipto más allá de la Historia, haciendo que su espíritu fuera inmortal.
Ana María Vázquez
Antiguo Egipto.

El terrorífica maquinaria bélica asiria también se apoderó de Egipto y el gran Imperio Persa, con su Rey de Reyes del frente, lo convirtió en una Satrapía, Alejandro Magno inauguró un nuevo tiempo y Octavio Augusto puso fin a la milenaria historia del Egipto Faraónico.



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