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lunes, 11 de febrero de 2013

SOBRE IBERIA
APIANO (X)

18 Cornelio Escipión es elegido general para Iberia. Su partida.
Fijaron, por consiguiente, con antelación el día en el que elegirían un general para Iberia. Al no presentarse nadie como candidato, el miedo se acentuó y un silencio sombrío atenazó a la asamblea. Finalmente Cornelio Escipión, el hijo de Publio Cornelio muerto en Iberia, hombre muy joven - tenía 24 años - , pero con fama de prudente y noble, avanzando hasta el centro de la asamblea pronunció un solemne discurso acerca de su padre y de su tío, y después de lamentar su aciago destino proclamó que, por encima de todo, él era el vengador familiar de su padre, de su tío y de su patria. Expuso muchas otras razones sin pausa y con vehemencia, como un inspirado, prometiendo apoderarse no sólo de Iberia, sino, tras de ella, de África y Cartago también. A algunos les pareció que hablaba a la ligera, como cosa propia de su juventud, pero al pueblo, encogido por el miedo, le volvió a infundir ánimos, ya que los que están asustados se alegran con las promesas, y fue elegido general para Iberia en la convicción de que iba a llevar a cabo algo digno de su coraje. En cambio, los de más edad no lo consideraban coraje sino temeridad. Escipión, al darse cuenta de esto, los convocó de nuevo en asamblea y pronunció otro discurso solemne en un sentido similar al anterior. Y, tras afirmar que su edad no sería para él impedimento alguno, no obstante les invitó públicamente a que si alguno de sus mayores quería asumir el mando se lo cedería de voluntad. Sin embargo, como nadie aceptó su invitación, rodeado de mayores elogios y admiración, partió con diez mil soldados de infantería y quinientos jinetes, pues le fue imposible llevarse un ejército más numeroso, debido a que Aníbal estaba asolando Italia. También cogió riquezas, otros enseres y veintiocho barcos de guerra, con los que se hizo a la mar rumbo a Iberia. 

19 Escipión en Iberia. Decide atacar Cartago Nova. 
Después de hacerse cargo del ejército que estaba allí y reunirlo en un solo cuerpo de ejército con las tropas que llevaba, realizó un rito de purificación y se dirigió a ellos también con palabras grandilocuentes. Se extendió al punto por toda Iberia, molesta con los africanos y nostálgica de la noble generosidad de los Escipiones, la noticia de que Escipión, el hijo de Escipión, había llegado como su general por designio de la providencia. Al enterarse Escipión de esto, fingió que realizaba todo como inspirado por la divinidad. Se informó de que los enemigos acampaban en cuatro campamentos, distantes un gran trecho unos de otros, con veinticinco mil soldados de infantería y dos mil quinientos jinetes, pero que tenían su provisión de riquezas, de trigo, armas, dardos, naves, prisioneros y rehenes procedentes de toda Iberia en la ciudad llamada antes Sagunto y entonces ya Cartago Nova, y de que la custodiaba Magón con diez mil cartagineses . Decidió atacarles, en primer lugar, a causa del escaso número de tropas que estaban con Magón y de la gran cantidad de provisiones, y con la idea de tener a esta ciudad como una base segura de operaciones por tierra y por mar contra toda Iberia, ya que poseía minas de plata, un territorio fértil y mucho oro, y constituía el paso más corto a África. 

miércoles, 6 de febrero de 2013

SOBRE IBERIA
APIANO (VII)

12 Final de Sagunto
Los saguntinos, una vez perdida la esperanza de ayuda de Roma, y como el hambre les acuciaba y Aníbal persistía en su asedio continuo - pues como había oído que la ciudad era próspera y rica no relajaba el asedio -, reunieron el oro y la plata, tanto público como privado, en la plaza pública por medio de una proclama y lo mezclaron con plomo y bronce fundido para que resultara inútil a Aníbal. Y ellos mismos, prefiriendo morir en combate antes que por hambre, se lanzaron a la carrera, de noche todavía, contra los puestos de guardia de los africanos que aún dormían y no sospechaban tal ataque. Por lo cual, los mataron cuando se levantaron del lecho y se estaban armando a duras penas en medio de la confusión y a algunos, incluso, cuando ya estaban luchando. El combate duró mucho tiempo y de los africanos murieron muchos, pero los saguntinos todos. Las mujeres, al ver desde las murallas el fin de sus hombres, se arrojaron unas desde los tejados, otras se ahorcaron y otras, incluso, degollaron a sus propios hijos. Éste fue el final de Sagunto, una ciudad que había sido grande y poderosa. Aníbal, tan pronto como se percató de lo que había sucedido con el oro, movido por la ira, dio muerte a aquellos saguntinos que quedaban y eran adultos, después de torturarlos, pero viendo que la ciudad estaba a orillas del mar y no lejos de Cartago y poseía una tierra buena, la pobló de nuevo e hizo de ella una colonia cartaginesa. La cual creo que actualmente se llama Cartago "Espartágena". 

13 Embajada romana a Cartago. Declaración de Guerra. 
Los romanos enviaron embajadores a Cartago con la orden de que reclamaran a los cartagineses la entrega de Aníbal como responsable de la violación de los tratados, a no ser que todos asumieran la responsabilidad, y de que, si no se lo entregaban, declarasen de inmediato y públicamente la guerra. Los embajadores así lo hicieron y les anunciaron la guerra al no entregarles a Aníbal. Se dice que ocurrió de la siguiente manera. El embajador con una sonrisa les dijo, mostrándole el pliegue de la toga: "Aquí os traigo, cartagineses, la paz y la guerra; tomad aquella que elijáis". Ellos replicaron: "Danos tú, mejor, la que tu quieras". Cuando él les ofreció la guerra, todos prorrumpieron en un grito unánime: "la aceptamos". Y al punto, le comunicaron a Aníbal que ya podía hacer incursiones por toda Iberia sin miedo, pues los pactos estaban rotos. Y él, en consecuencia, marchando contra todos los pueblos cercanos, los puso en sumisión, ya con persuasión, ya por temor o por la fuerza, y reunió un gran ejército sin revelar su finalidad, pero con la secreta intención de invadir Italia. Envió emisarios entre los galos e hizo examinar los pasos de los Alpes. Y los cruzó (dejando) a su hermano Asdrúbal en Iberia (...)

martes, 5 de febrero de 2013

SOBRE IBERIA
APIANO (VI)

10 Aníbal cruza el Ebro y ataca Sagunto
Y presumiendo que sería un inicio brillante el cruzar el Ebro, convenció a los turbuletes, que eran vecinos de los de Sagunto, a quejarse ante él de estos últimos sobre la base de que hacían incursiones contra su territorio y les causaban muchos otros ultrajes. Y ellos le obedecieron. Entonces, Aníbal envió a los embajadores de éstos a Cartago, en tanto que él, en misivas privadas, expuso que los romanos trataban de convencer a la parte de Iberia sometida a Cartago para que hiciera defección de ésta, y que los saguntinos cooperaban en ello con los romanos. Y en absoluto desistía de su engaño, enviando muchos mensajes en tal sentido, hasta que el consejo le autorizó a actuar con relación a los saguntinos del modo que juzgara oportuno. Y tan pronto tuvo la ocasión, hizo que, de nuevo, los turbuletes se presentaran ante él para quejarse de los saguntinos y mandó venir embajadores de éstos. Se presentaron los embajadores saguntinos y, al exhortarles Aníbal a que cada uno expusiera en su presencia los motivos de sus diferencias, estos últimos manifestaron que remitirían el juicio a Roma. Al decirle esto, los hizo salir del campamento y a la noche siguiente, habiendo cruzado el Ebro con todo el ejército, devastó el territorio y apostó sus máquinas contra la ciudad. Pero, como no pudo tomarla, la rodeó de un muro con un foso y, estableciendo alrededor a intervalos numerosos puestos de vigilancia, los inspeccionaba con frecuencia. 

11 Embajada de los saguntinos a Roma. 
Los saguntinos, al verse abrumados por este ataque inesperado y no anunciado por heraldos, enviaron una embajada a Roma. El senado envió con ellos a sus propios embajadores que, en primer lugar, debían recordarle a Aníbal los acuerdos existentes y, caso de no convencerle, navegar hasta Cartago para presentar quejas contra él. A estos embajadores, cuando habían efectuado su travesía hasta Iberia y se dirigían desde el mar hacia el campamento, les ordenó Aníbal que no se acercaran. Entonces se hicieron de nuevo a la mar rumbo a Cartago en compañía de los embajadores saguntinos y volvieron a recordarles los tratados a los cartagineses. Éstos culparon a los saguntinos de causar numerosas ofensas a sus súbditos. Los embajadores de Sagunto les invitaron, por su parte, a llevar el juicio ante los romanos. Pero ellos dijeron que no necesitaban de arbitraje alguno, pues podían vengar esta ofensa por sí solos. Cuando se comunicó esta respuesta a Roma, algunos exhortaban a socorrer de inmediato a los saguntinos, otros se mostraban aún indecisos diciendo que éstos no se hallaban inscritos en sus tratados en calidad de aliados, sino como autónomos y libres, y que los que estaban sitiados eran libres todavía. Y prevaleció esta opinión. 

jueves, 31 de enero de 2013

SOBRE IBERIA
APIANO (IV) 

6 Asdrúbal sucede a Amílcar en Iberia
Sin embargo, los cartagineses, satisfechos con el botín obtenido ya en Iberia, enviaron allí otro ejército y designaron como general en jefe de todas las tropas a Asdrúbal, el cuñado de Amílcar, que estaba en Iberia. Éste llevaba consigo a Aníbal, famoso por sus hechos de armas no mucho después, hijo de Amílcar y hermano de su propia esposa, hombre joven y belicoso que gozaba del favor del ejército. A él lo designó como lugarteniente. Asdrúbal se ganó la mayor parte de Iberia por medio de la persuasión, pues era hombre persuasivo en su trato, y en los hechos que requerían de la fuerza se servía del muchacho. Avanzó desde el océano occidental hacia el interior, hasta el río Ebro, que divide a Iberia poco más o menos por su mitad y desemboca en el océano boreal a una distancia de unos cinco días de viaje de los Pirineos. 

7 El Tratado del Ebro. 
Los saguntinos, colonos oriundos de Zacinto, que viven a mitad de camino entre los Pirineos y el río Ebro y todos los restantes griegos que habitaban en las proximidades del llamado Emporion y en cualquier otro lugar de Iberia, temiendo por su seguridad personal, enviaron embajadores a Roma. El senado, que no quería que se acrecentara el poderío cartaginés, envió, a su vez, embajadores a Cartago. Y ambos llegaron al acuerdo de que el río Ebro fuera el límite del imperio cartaginés en Iberia y que no los romanos llevaran la guerra contra los pueblos del otro lado del río, súbditos de los cartagineses, ni éstos cruzaran el Ebro para hacer la guerra, y que los saguntinos y demás griegos de Iberia fueran libres y autónomos. Estos acuerdos fueron añadidos a los tratados ya existentes entre romanos y cartagineses. 

jueves, 17 de enero de 2013

GEOGRAFÍA DE IBERIA ESTRABÓN (XXVII)



5 LAS ISLAS

1. Pitiusas y Gimnesias 
De las islas próximas a Iberia, las dos Pitiusas y las dos Gimnesias (las llaman también Baliarides) están frente al litoral comprendido entre Tarracon y el Sucron, en el que se alza Sagunto. Las más alejadas de la costa con las Pitiusas, situadas al occidente de las Gimnesias. De ellas, una recibe el nombre de Ebuso y tiene una ciudad del mismo nombre; el perímetro de la isla es de cuatrocientos estadios y su longitud y anchura son semejantes. La otra, Ofiusa, deshabilitada y mucho más pequeña que la anterior, se encuentra cerca de ella. De las Gimnesias, la mayor tiene dos ciudades, Palma y Polentia, una al este, Polentia, y la otra al oeste. La longitud de la isla es de poco menos de seiscientos estadios y la anchura de doscientos, pero Artemidoro ha cifrado en el doble tanto la anchura como la longitud. La menor dista de Polentia unos doscientos setenta estadios, y si bien en extensión la mayor le saca mucha ventaja, por sus excelencias no es en nada inferior a ella; pues ambas son fértiles y tienen buenos puertos, aunque sus entradas están minadas de escollos, de manera que exigen la atención de los que arriban a ellos. Debido a la fertilidad de los lugares viven en paz sus habitantes, lo mismo que los de Ebuso; pero en una ocasión en que unos cuantos malhechores hicieron causa común con los piratas del mar, cobraron mala fama todos y tuvo que hacer una expedición naval contra ellos Metelo, el apodado Baliárico, que fue también el que fundó las ciudades.

Como a causa de su misma fertilidad son objeto de asechanzas, tiene fama, a pesar de ser pacíficos, de ser los mejores honderos, y según dicen se ejercitaron en esta práctica sobre todo a partir de que los fenicios ocuparan las islas. También se dice que fueron éstos los primeros que vistieron a sus gentes con túnicas de bandas anchas; pero iban al combate sin ceñirse, llevando al brazo un escudo de piel de cabra y un venablo endurecido al fuego, raramente provisto también de una pequeña punta de hierro. Llevan alrededor de la cabeza tres hondas hechas bien de meláncranis [una especie de junco con el que se trenzan las cuerdas; dice Filitas en la Elegía a Hermes:

es mugrienta la túnica y raída; y alrededor del talle delgado se enrolla un trozo de meláncranis,

como diciendo "ceñido con un junco"], bien de crines o de nervios, una larga para los lanzamientos a gran distancia, otra corta para los tiros a corta distancia y otra mediana para los medianos. Se ejercitaban desde niños con las hondas de tal modo que ni pan se les daba si no le acertaban con la honda. Por eso precisamente Metelo, cuando se acercaba a las islas por mar, extendía pieles sobre las cubiertas como protección contra las hondas. Introdujo como colonos tres mil romanos procedentes de Iberia. 

jueves, 20 de diciembre de 2012

GEOGRAFÍA DE IBERIA
ESTRABÓN (XIX)

5. Individualismo de los iberos.
Por lo que respecta a las andanzas de los griegos entre los pueblos bárbaros, podría pensarse que la causa fue el haber estado éstos divididos en pequeñas tribus y reinos que, por orgullo, no se mezclaban entre sí, por lo cual eran débiles contra los que atacaban desde fuera. Este orgullo alcanzó su máxima expresión entre los iberos, a lo que se añadía su trapacería innata y su falta de sencillez. Pues, a pesar de ser prontos en el ataque y bandidos por su género de vida, no se atrevían sino a pequeñas empresas, no acometiendo las importantes por no poder contar con grandes ejércitos ni confederaciones. Porque, si hubieran querido unir sus armas, no les habría sido posible a los cartagineses atacar y someter impunemente a la mayor parte de ellos, ni aún antes a los tirios, luego a los celtas, que ahora se llaman celtíberos y berones, ni al bandido Viriato ni a Sertorio después, ni a cualesquiera otros que ansiaban acrecentar sus reinos. Los romanos, en luchar contra los iberos parte por parte y pueblo por pueblo emplearon un largo tiempo, sometiendo ya a unos ya a otros, hasta que los tuvieron a todos bajo su poder casi a los doscientos años o aún más. Pero voy a volver a la descripción.

6 Litoral Cartagena-Ebro.
A continuación está pues Carquedón la Nueva, fundación de Asdrúbal, sucesor de Barca, el padre de Aníbal, que es con mucho la más poderosa de las ciudades de esta región, pues cuenta con la seguridad de su emplazamiento, con un sólido amurallamiento, puertos, un lago y las minas de plata de las que hemos hablado. Tanto allí como en los lugares cercanos prolifera la industria de salazón. Es éste el mayor emplazamiento comercial de las mercancías llegadas por mar para las gentes del interior, y de productos locales para todas las del exterior.
La costa que va desde aquí hasta el Íber se interrumpe más o menos a la mitad con el río Sucron y su desembocadura y la ciudad del mismo nombre; discurre desde la cordillera colindante con la cadena montañosa se queda por encima de Málaca y de la zona de  Carquedón, es vadeable a pie y casi paralelo al Íber, y dista de Carquedón un poco menos que del Íber. Entre el Sucron y Carquedón hay tres poblados de masaliotas no muy lejos del río. El más conocido de ellos es Hemeroscopio, que posee sobre el cabo un santuario muy venerado de la Ártemis Efesia, del cual se sirvió Sertorio como base de operaciones para sus empresas marítimas por estar bien defendido y ser propio de piratas y visible desde muy lejos para los que lleguen por mar. Se llama Dianio, es decir, Artemisio, y tiene cerca unas minas de hierro que rinden bastante y dos islotes, Planesia y Plumbaria, y más al interior un lago salado de cuatrocientos estadios de perímetro. A continuación, la Isla de Heracles ya junto a Carquedón, que llaman Escombroaria por los escombros que allí se pescan, con los que se prepara el mejor garum. Está a una distancia de veinticuatro estadios de Carquedón.
Siguiendo al otro lado del Sucron en dirección a la desembocadura del Íber, encontramos Sagunto, fundación de los zacintios, al destruir la cual, contra lo que había pactado contra los romanos, desencadenó Aníbal la segunda guerra contra los cartagineses. Cerca se hallan las ciudades de Querroneso, Oleastro y Cartalia; y en la travesía misma del Íber, la colonia Dertosa. El Íber corre hacia el Mediodía teniendo sus fuentes en territorio cántabro y es paralelo, a través de una gran llanura, a los montes Pirineos.
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