miércoles, 30 de junio de 2010

PALMIRA, LA CIUDAD DE LAS PALMERAS.

En una encrucijada
de rutas caravaneras,
se levanta Palmira,
la ciudad de las Palmeras.

Arena, cientos de kilómetros de rutas de caravanas a través de polvorientos desiertos convergen en Palmira, la ciudad de las Palmeras. Lugar de ricos comerciantes, convertidos en los indispensables intermediarios entre dos mundos opuestos, contradictorios pero complementarios, Oriente y Occidente. Los palmiranos pusieron en contacto el exotismo, los perfúmenes, las especies y aromas del Lejano Oriente, con el pragmático, militar y político Imperio Romano.
 
Caravanas cargadas de especias de la India, sedas de China, perfumes y ungüentos de Arabia, cruzaron con frecuencia las calles de esta floreciente ciudad del desierto en la actual Siria.


Debido a su posición estratégica en un nudo de comunicaciones, la ciudad de Palmira poco a poco fue engrandeciendo su fama y su poder. La actividad comercial enriqueció a muchos mercaderes palmiranos y por supuesto a su élite gobernante. Gracias al comercio, a sus múltiples influencias culturales, árabe, helenística, persa, romana, Palmira se convirtió en uno de los más importantes estados de la Península Arábiga durante la Antigüedad, siguiendo la estela de los reinos helenísticos de la zona Próximo Oriental.
De entre toda esta élite, sobresale su famosa reina Zenobia. Esposa del príncipe Odenato, rompió su alianza con Roma al quedar viuda de éste y se enfrentó abiertamente al más poderoso imperio de la Antigüedad. Pocas veces una mujer había plantado cara al Imperio Romano. Derrotada finalmente acabó sus días plácidamente en una villa romana casada con un Senador.

HONDEROS BALEÁRICOS




Armados con tres hondas de diferentes tamaños, según una descripción de Diodoro Sículo, los habitantes de las Illers Balears, expertos y reputados honderos, fueron utilizados como mercenarios desde muy antiguo, formando parte imprescindible de los ejércitos cartagineses, en especial de aquel, que guiado por el general Aníbal marchó a Italia, con el firme propósito de conquistar Roma. 

"Próxima a ellos situó la tercera parte de su ejército, compuesta por celtas y ligures, y mezclados con éstos, en todas partes, arqueros y honderos mauritanos y baleares".
Apiano. Sobre África  40  

Desde niños, los baleáricos eran adiestrados en el buen uso de la honda, como parte del entrenamiento, las madres colocaban la comida en la copa de un alto árbol, siendo la única manera de conseguir el alimento, lanzando proyectiles con la honda.

"Su equipo de combate consta de tres hondas, una de las cuales llevan en la cabeza, otra en la cintura y una tercera en la mano; utilizando esta arma son capaces de arrojar proyectiles mayores que los lanzados por otros honderos y con una fuerza tan grande que parece que el proyectil ha sido lanzado por una catapulta. Por ello en los ataques a las ciudades son capaces de desarmar y derribar a los defensores que se encuentran en las murllas y, si se trata de combates en campo abierto, consiguen romper un número enorme de escudos, yelmos y toda clase de corazas"
Diodoro de Sicilia V, 18,3. 

ALBA LONGA Y EL JURAMENTO DE LOS HORACIOS

Alba Longa, la mayor y más poderosa de las ciudades y que se convirtió en capital de la Lazio, a los pies del monte Albano, que corresponde probablemente con Castelgandolfo. Los albalonganos son considerados como aquel puñado de jóvenes aventureros que un buen día emigraron una docena de km más hacia el norte, y que fundaron Roma.



El juramento de los Horacios de Jacques Louis David


En los tiempos primitivos de la Ciudad Eterna, chocó con la ciudad de Alba Longa, que en aquellos momentos dominaba la zona del Lazio. Con el fin de evitar una batalla campal entre ambos ejércitos, se decidió recurrir a un duelo de campeones, eligiendo tres contendientes cada ciudad, los Curiacios por Alba y los hermanos Horacios por parte de Roma. Tras los primeros envites del duelo, yacían abatidos dos de los Horacios, y las tropas de Alba Longa, aullaban en son de victoria, pero en ese momento el único Horacio superviviente fingió una huída que fue agotando a sus contendientes a los que fue dando muerte uno a uno, otorgando, de esta manera, la victoria al bando romano. El rey de Roma Tulio Hostilio arrasó Alba y sus habitantes fueron deportados a Roma.
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