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domingo, 5 de enero de 2020

YUGURTA.



Yugurta, monarca africano que intentó unificar las diferentes tribus bereberes para oponerse a Roma y adueñarse del Norte de África. Intrigante e inteligente, estamos ante una de las personalidades más complejas del mundo antiguo. Guapo, vigoroso e inteligente, experimentado comandante de caballería, puso en aprietos a las legiones romanas hasta que fue derrotado por Cayo Mario tras una larga y costosa guerra.

domingo, 11 de agosto de 2019

MARIO CELEBRA EL TRIUNFO SOBRE YUGURTA.




Llegó Mario de África con su ejército en las mismas calendas de enero, que es el día en que los Romanos comienzan su año, y en él tomó posesión de Consulado, y celebró su triunfo, dando a los Romanos el increíble espectáculo de conducir cautivo a Yugurta, pues nadie esperaba que vivo él pudiera su ejército ser vencido: ¡de tal manera sabía doblarse a todas las mudanzas de fortuna, y tan diestro era en mezclar la astucia con la fortaleza! Mas llevado en la pompa perdió, según dicen, el sentido, y puesto en la cárcel después del triunfo, mientras unos le despojaban por fuerza de la túnica y otros procuraban quitarle las arracadas de oro, juntamente con ellas le arrancaron el lóbulo de la oreja. Luego que le dejaron desnudo lo arrojaron a un calabozo, donde, desesperado e inquieto: “¡Por Júpiter- exclamó-, que está muy frío vuestro baño!” Allí mismo, luchando por seis días con el hambre, y suspirando hasta la última hora por alargar la vida, pagó la pena que merecían sus impiedades. Cuéntase que se trajeron a este triunfo y fueron llevadas en él tres mil siete libras de oro, de plata no acuñada cinco mil setecientas setenta y cinco, y en dinero diez y siete mil y veintiocho dracmas. Reunió Mario el Senado después del triunfo en el Capitolio, entrando en él, o por olvido, o por hacer orgullosa ostentación de su fortuna, con las ropas triunfales; pero percibiendo al punto que el Senado no lo llevaba a bien, se levantó, y quitándose la púrpura volvió a ocupar su puesto.
PLUTARCO. VIDAS PARALELAS. MARIO.

martes, 24 de noviembre de 2015

SOBRE IBERIA DE APIANO (XLV)



88 Escipión salva a Rutilio Rufo de una emboscada.
En una cierta llanura de Palantia, llamada Coplanio, los palantinos habían ocultado un grueso contingente de tropas en las estribaciones boscosas de las montañas y, con otros, atacaron abiertamente a los romanos mientras recogían el trigo. Escipión ordenó a Rutilio Rufo, historiador de estos sucesos y, a la sazón, tribuno militar, que tomase cuatro cuerpos de caballería y pusiera en retirada a los asaltantes. Rufo los siguió, en efecto, cuando se retiraban con excesiva torpeza y alcanzó con los fugitivos la espesura. Entonces, al descubrir la emboscada, ordenó a los jinetes que no entablaran una persecución ni atacaran todavía, sino que se quedaran quietos presentando las lanzas y se limitaran a rechazar el ataque. Escipión, al correr Rufo hacia la colina en contra de lo ordenado, lleno de temor lo siguió con rapidez y, cuando descubrió la emboscada, dividió su caballería en dos cuerpos y les ordenó a cada uno que cargaran contra el enemigo alternativamente, y que se retiraran al punto después de disparar sus jabalinas todos a la vez, pero no hacia el mismo lugar, sino colocándose en cada ocasión un poco más atrás y retrocediendo. De esta forma, consiguió llevar a salvo a los jinetes a la llanura. Cuando estaba levantando el campamento y emprendía la retirada, se interponía un río difícil de atravesar y cenagoso, y junto a él, le esperaban emboscados los enemigos. Escipión, al enterarse, se desvió de la ruta y tomó otra más larga y menos propicia para las emboscadas, haciendo el viaje de noche a causa del calor y la sed, y cavando pozos, la mayoría de los cuales resultaron ser de agua amarga. Logró salvar a sus hombres con extrema dificultad, pero algunos de los caballos y bestias de carga murieron de sed.


89 El cónsul romano escapa de una emboscada.
Mientras atravesaba el territorio de los cauceos, cuyo tratado había violado Lúculo, les hizo saber por medio de un heraldo que podían regresar sin peligro a sus hogares. Y prosiguió hasta el territorio de Numancia para pasar el invierno. Allí se le unió también, procedente de África, Yugurta, el nieto de Masinissa, con 12 elefantes y los arqueros y honderos que habitualmente le acompañaban en la guerra. A Escipión, entregado al saqueo y a la devastación constante de las zonas de alrededor, le pasó inadvertida una emboscada en una aldea que estaba circundada, en su mayor parte, por una laguna cenagosa y, por el otro lado, por un barranco en el que estaba escondida la tropa emboscada. Escipión dividió a su ejército unos penetraron en la aldea para saquearla, dejando fuera las insignias, y otros, en número pequeño, recorrían los alrededores a caballo. Contra éstos se lanzaron los emboscados. Ellos trataron de rechazarlos, pero Escipión, que se encontraba por casualidad junto a las insignias delante de la aldea, llamó a toque de trompeta a los de dentro y, antes de llegar a contar con mil hombres, corrió en auxilio de los jinetes que estaban en situación difícil. El grueso del ejército se lanzó fuera de la aldea y puso en fuga a los enemigos, pero no persiguió a los que huían, sino que se retiró al campamento tras haber sufrido pocas bajas ambas partes.


martes, 31 de marzo de 2015

LUCIO CORNELIO SILA



Ojos fríos, mirada altiva, cabellos dorados, corazón orgulloso. Vividor, militar y político. Miembro de una notable familia patricia venida a menos, Sila vivió una juventud de crápula, alternando con truhanes, gladiadores y meretrices, y consiguió aquello que John Voight anhelaba en Cowboy de Medianoche, una mujer que lo mantuviese. Una ramera griega algo mayor que él a la que maltrató sin remordimiento. 

Salió de la inmundicia para enrolarse en el ejército (única salida para los desechos sociales). Sirvió como cuestor en el ejército de Cayo Mario durante la guerra de Yugurta, interviniendo de forma crucial en la traición que posibilitó la captura del rey numida.

Vuelto a la decadencia de Roma se lanzó a la política para poder pagar vicios y sus numerosas deudas, y rápidamente se enfrentó abiertamente a su antiguo general. Los optimates (ricos y poderosos) vieron en Sila, al hombre capaz de derrotar al bando popular acaudillado por Mario. 

Hombre capaz y talentoso, pero un político contradictorio hasta la temeridad. Por un lado pretendía mantener vigente la legalidad, pero sus acciones marcaron el comienzo del fin de la República. En un alarde de prepotencia e irresponsabilidad acampó a sus hombres en el foro, siendo el primer general en lanzar un ejército romano contra la propia Roma, sentando un peligroso precedente. 

Embriagado de sí mismo, se proclamó cónsul vitalicio y organizó una auténtica masacre con los seguidores y simpatizantes de Mario, sembrando de muerte una agonizante república. Sila dispuso del mayor poder personal que existió en toda la historia de Roma, hasta la irrupción de César. Un Julio César al que precisamente Sila perdonó la vida, al tiempo que mascullaba entre dientes "cometo una tontería, pues hay muchos Marios en ese muchacho". Con esta decisión permitió al joven Julio labrarse un futuro más que prometedor. 

Cansado de la diplomacia de los políticos, la parsimonia de los chupatintas, asqueado del ejercicio del poder y aburrido de una existencia insulsa, un día decidió abdicar, y retirarse a una villa rural en la fértil Campania, cerquita de Nápoles. A partir de entonces vivió como un Padrino de la Cosa Nostra retirado de los negocios, rodeado de sus aduladores veteranos, enfrascado en interminables conversaciones sobre filosofía, dulcificando el día a día con el vino de la región y fornicando como un adolescente con su bella y joven esposa Valeria.

Antes de morir rubricó su intensa vida con un epitafio de su propia cosecha, "he correspondido con creces a los amigos que me hicieron favores y a los enemigos que me ofendieron". 
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