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jueves, 4 de septiembre de 2014

SOBRE IBERIA DE APIANO (XXXVIII)



74 Muerte de Viriato 
Viriato envió a sus amigos más fieles, Audax, Ditalcón y Minuro, a Cepión para negociar los acuerdos de paz. Éstos, sobornados por Cepión con grandes regalos y muchas promesas, le dieron su palabra de matar a Viriato. Y lo llevaron a cabo de la manera siguiente. Viriato, debido a sus trabajos y preocupaciones, dormía muy poco y las más de las veces descansaba armado para estar dispuesto a todo de inmediato, en caso de ser despertado. Por este motivo, le estaba permitido a sus amigos visitarle durante la noche. Gracias a esta costumbre, también en esta ocasión los socios de Audax aguardándole, penetraron en su tienda en el primer sueño, so pretexto de un asunto urgente, y lo hirieron de muerte en el cuello que era el único lugar no protegido por la armadura. Sin que nadie se percatara de lo ocurrido a causa de lo certero del golpe, escaparon al lado de Cepión y reclamaron la recompensa. Éste en ese mismo momento les permitió disfrutar sin miedo de lo que poseían, pero en lo tocante a sus demandas los envió a Roma. Los servidores de Viriato y el resto del ejército, al hacerse de día, creyendo que estaba descansando, se extrañaron a causa de su descanso desacostumbradamente largo y, finalmente, algunos descubrieron que estaba muerto con sus armas. Al punto los lamentos y el pesar se extendieron por todo el campamento, llenos todos de dolor por él y temerosos por su seguridad personal al considerar en qué clase de riesgos estaban inmersos y de qué general habían sido privados. Y lo que más les afligía era el hecho de no haber encontrado a los autores.

75 Funerales y personalidad de Viriato. 
Tras haber engalanado espléndidamente el cadáver de Viriato, lo quemaron sobre una pira muy elevada y ofrecieron muchos sacrificios en su honor. La infantería y la caballería corriendo a su alrededor por escuadrones con todo su armamento prorrumpía en alabanzas al modo bárbaro y todos permanecieron en torno al fuego hasta que se extinguió. Una vez concluido el funeral, celebraron combates individuales junto a su tumba. Tan grande fue la nostalgia que de él dejó tras sí Viriato, un hombre que aun siendo bárbaro, estuvo provisto de las cualidades más elevadas de un general; era el primero de todos en arrostrar el peligro y el más justo a la hora de repartir el botín. Pues jamás aceptó tomar la porción mayor aunque se lo pidieran en todas las ocasiones, e incluso aquello que tomaba lo repartía entre los más valientes. Gracias a ello tuvo un ejército con gente de diversa procedencia sin conocer en los ocho años de esta guerra ninguna sedición, obediente siempre y absolutamente dispuesto a arrostrar los peligros, tarea ésta dificilísima y jamás conseguida fácilmente por ningún general. Después de su muerte eligieron a Táutalo, uno de ellos, como general y se dirigieron a Sagunto, ciudad que Aníbal, tras haberla tomado, había fundado de nuevo y le había dado el nombre de Cartago Nova, en recuerdo de su patria. Cuando fueron rechazados de allí y estaban cruzando el río Betis los atacó Cepión y, finalmente, Táutalo exhausto se rindió con su ejército a Cepión, a condición de que fueran tratados como un pueblo sometido. Los despojó de todas sus armas y les concedió tierra suficiente, a fin de que no tuvieran que practicar el bandidaje por falta de recursos. Y de este modo acabó la Guerra de Viriato. 

viernes, 8 de junio de 2012

LA TRAICIÓN DE VIRIATO

. . . de pastor a bandolero,
de bandolero a general de ejércitos
y de general a mito...
La Muerte de Viriato; Madrazo.


Audax, Ditalco y Minuro, oriundos de Urso, la posteridad os reserva un lugar privilegiado junto a los mayores traidores de todos los tiempos.
     Una noche tranquila y serena, sin ninguna señal, ni del Cielo ni de la Tierra, que avisara del deleznable acto que se iba a cometer esa madrugada. Los guerreros dormían junto a las hogueras, los centinelas "ojo avisor" desde las atalayas del campamento, mientras, el general descansa, sueña con el día de la victoria definitiva sobre Roma, tumbado plácidamente, sin intuir el peligro que acecha...
      . . . sigilosamente, los tres innobles personajes pasan al interior de la modesta tienda donde duerme Viriato, y en una acción cobarde, perpetrada por quien se siente inseguro, y se sabe inepto, incapaz de acometer nobles hazañas, ni mirar a los ojos a alguien honesto y valiente, con saña y regocijo para sus podridas almas dan muerte a Viriato. . . y con ello cercenan las esperanzas de libertad de un pueblo, que tenía en Viriato a su adalid, al invencible caudillo que los conduce al campo de batalla, cosechando victoria tras victoria frente al invasor romano, sacando de quicio a pretores y cónsules, al jefe humilde que cuida de su gente, al héroe irreductible, al Terror de los Romanos . . . 
. . . hasta el alba, nadie se enteró de nada, nadie sospechó la tragedia, cuando los primeros rayos del Sol anunciaban la llegada de un funesto día, los valerosos lusitanos, su guardia personal, sus amigos, descubrieron el cadáver de su caudillo . . . los traidores habían huido lejos, muy lejos, en busca de unas monedas, una recompensa por su valiente hazaña . . . y menos mal que Roma no paga a traidores. . . 

. . . una madrugada Audax, Ditalco y Minuro asesinaron al hombre,
y aquel amanecer,
nació el mito . . .  
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