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miércoles, 15 de mayo de 2024

MARINEROS DÁLMATAS EN LA BATALLA DE LEPANTO.


 



En el año 1571 tuvo lugar la batalla naval de Lepanto, en la que la Liga Santa derrotó a la armada otomana. La Liga Santa estaba formaba por el Imperio Español, las Repúblicas marineras de Génova y Venecia, los Estados Pontificios, la Orden de Malta, el Gran Ducado de Toscana y el Ducado de Saboya. En la flota de la República de Venecia se integraba una galera de la ciudad de Trogir, la Donna, comandada por Alvise Cipiko. Larga es la tradición naval de la ciudad croata. Además de la Donna, en el registro de la batalla se contabilizan otras cuatro galeras procedentes de Croacia, la San Nicolás de la isla Cres comandada por Colan Drascio, la Cristo Resucitado de Krka con Lodovico Cicuta al mando, de Rab la Galera San Juan con Ivan Dominis y de la isla de Hvar la San Jerónimo con Dragón Zvir.




A estas cinco se sumaban una procedente de Capodistrio, actualmente Koper en Eslovenia, el León de Koper y otra de la ciudad montenegrina de Cattaro, ahora Kotor, la San Trifon. Un octava galera de Sibenik, la San Jorge, aguardaba en la reserva, con Kristofor Lucic como capitán. En la flota había otras dos galeras “croatas” una de Zadar y otra de Korcula, que contaba con una larga tradición en la construcción naval. Ninguna de las dos pudo entrar en combate. Todas estas ciudades estaban vinculadas a la República de Venecia y por ese motivo colaboraron en el esfuerzo bélico para derrotar a la poderosa armada otomana. Por otro lado varias naves de la República de Ragusa colaboraron en el auxilio y en el transporte de tropas y armamento. Entre dálmatas, istrianos y oriundos de la boca de Kotor, se calcula que hubo unos diez mil hombres en la batalla, como remeros y también como marineros, gente de mar de gran prestigio, de los que dependía, en buena medida, la poderosa flota veneciana para dominar (por los medios que fuesen necesarios) el lucrativo comercio mediterráneo.


domingo, 19 de septiembre de 2021

LAZARUS VON SCHWENDI.




Lazarus von Schwendi fue uno de esos hombres de estado, imprescindible para los reyes a que servía. Este diplomático y militar alemán trabajó para el Sacro Imperio, primero para Carlos V y más tarde con Maximiliano II. Conocedor de las tierras de Centroeuropa combatió a los turcos en Hungría y como prebenda recibió un dominio centralizado en la ciudad de Colmar.


En la preciosa ciudad de Colmar una estatua, obra de Barthldy lo representa con una mano en la espada y en la otra una cepa de vid. Cuenta la tradición que después de uno de sus viajes por Hungría regresó a la Alsacia portando uvas con las que se elaboraba el famoso vino húngaro Tokay. Esas uvas enraizaron en suelo alsaciano y terminaron produciendo el pinot gris.

sábado, 15 de mayo de 2021

AGUIRRE, LA CÓLERA DE DIOS.


Los estadounidenses tuvieron Vietnam, los europeos la conquista de América (los motivos de unos y de otros fueron muy similares). En el año 1972 el cineasta Werner Herzog se adelantó a Francis Ford Coppola (que en esos momentos estaban inmerso en la creación de una obra maestra, el Padrino) y filmó su propia versión del Corazón de las Tinieblas, el imparable descenso a la locura en el que no se intuye el fondo del pozo.



Aguirre, la Cólera de Dios, narra la epopeya de un pequeño grupo de soldados españoles en la húmeda y salvaje selva del Amazonas. El propio rodaje de la película, en durísimas condiciones y en pelea constante con la naturaleza, fue tan delirante como la propia expedición.


Klaus Kinski no solo se metió en la piel del protagonista, sino que se transformó en el auténtico Lope de Aguirre, un soldado de fortuna, un loco e iluminado que se internó en la profunda selva amazónica en busca de El Dorado, uno de esos mitos subyacente en la memoria colectiva humana como la Atlántida o el Santo Grial. En un alarde de insana valentía, de locura disfrazada de temeridad, Aguirre, autoproclamado la Cólera de Dios, declaró la guerra al Imperio Español y se declaró dueño y señor de todas las tierras que conquistase.


Los sintetizadores y la música electrónica y mecánica de Popol Vuh, una banda alemana que trabajó en varias ocasiones con Herzog y que se inspira en el libro sagrado de los mayas, fabrica el ritmo de la película y crea la atmósfera necesaria para atrapar al espectador entre la bruma y la maleza selvática.



Barro y lluvia, clérigos, capitanes, soldados y porteadores, damas honestas y orgullosos nobles, todos subyugados por la férrea voluntad de Lope de Aguirre. Una lúgubre comitiva avanzando hacia la desesperación más absoluta. Werner Herzog teje una película intensa, hipnótica, que te envuelve, te atrapa y te deja traspuesto en el sillón. Un filme triste, perturbador y hermosamente desesperanzador. Pero muy humano, demasiado humano, por que ¿quién no ha deseado alguna vez elevarse por encima del resto de los mortales y proclamarse rey del mundo?, ¿quién no se ha empeñado en enfrentarse contra todo y contra todos, completamente seguro de que la razón absoluta está de su parte? y ¿quién no se ha dejado arrastrar por indomables caballeros salvajes que le conducen hacia el más destructivo de los abismos?.








sábado, 16 de enero de 2021

MARÍA PACHECO, LA LEONA DE CASTILLA.

 


El 23 de abril de 1521, las tropas del rey Carlos I derrotaron a los Comuneros en la batalla de Villalar. Sus líderes fueron ejecutados. La viuda de Juan de Padilla, María Pacheco, atrincherada en Toledo mantuvo la causa comunera durante varios meses. Por las venas de María corría la sangre de Juan Pacheco, orgulloso Marqués de Villena y valido del rey castellano Enrique IV. Su abuelo se opuso a Isabel de Castilla, y siguiendo la tradición familiar María hizo lo mismo con Carlos. De casta le viene al galgo.

María era hija de Íñigo López de Mendoza “el Gran Tendilla” y de Francisca Pacheco, hija del Marqués de Villena, y tomó el apellido materno para diferenciarse de sus hermanas. María era una mujer culta, dominaba el latín y el griego, y tenía conocimientos de matemáticas, letras e historia. Casada muy joven con Juan de Padilla, juntos tomaron parte activa en la revuelta de las Comunidades contra el joven rey, y aspirante a emperador, Carlos. Mientras Juan combatía por los campos vallisoletanos, María gobernaba la ciudad de Toledo. Tras las derrota de Villalar, María desplegó una frenética actividad par mantener viva la causa y la resistencia misma de la plaza; pasaba revista a las tropas, las arengaba y les pagaba el sueldo.

Nueve meses aguantó el asedio, hasta que con la ciudad rendida por las tropas realistas, la Leona de Castilla consiguió huir y llegar a Portugal. Desde su exilio, convertida en una figura simbólica del espíritu comunero, María mantuvo siempre el sueño de una España que no pudo ser, una monarquía alternativa con Juana, la desdichada hija de Isabel, al frente de la misma.


lunes, 16 de marzo de 2020

LOPE DE FIGUEROA.




Don Lope de Figueroa y Pérez de Barradas, caballero de la Orden de Santiago, comendador del Campo de Montiel, Soldado de Mar y primer maestre de campo del Tercio de la Armada del Mar Océano. Este hijo de Guadix, descendiente lejano del rey Fernando III el Santo, se lanzó a la carrera de las armas debido a su condición de segundón. Su carrera militar le llevó a combatir en los principales teatros bélicos del siglo XVI: Lombardía, Trípoli, Túnez, Malta, Flandes, Las Alpujarras . . . . su bien merecida fama le hicieron aparecer en varias obras literarias del Siglo de Oro.

sábado, 10 de agosto de 2019

SIGLO DE ORO.




Al tiempo que los puertos valencianos y alicantinos despedían a los herederos españoles del Islam, una estirpe de escritores iluminaba España con el oro de las letras. La permanente búsqueda de la belleza, la combinación de los antiguo y lo moderno, lo foráneo y lo nacional, la defensa de unas tradiciones que iban perdiendo su sitio en Europa o la reflexión minuciosa sobre la decadencia española impregnaron la tinta de los mejores escritores de todos los tiempos. Cervantes descubre el doloroso conflicto entre la realidad y la bambolla en la triste odisea de don Quijote de la Mancha; Lope de Vega revoluciona la escena y se convierte en el más acérrimo defensor de la ideología tradicional y los valores casticistas; Góngora busca el refugio de la belleza en una travesía poética que sigue la ruta trazada por el fluir melancólico de Garcilaso de la Vega; Baltasar Gracián asombra con su dominio del concepto y el lenguaje; Calderón pregona el espíritu religioso de la Contrarreforma mientras Quevedo, puro de sangre y con espada y pluma de mucho filo, desentraña las contradicciones del barroco y entrega a la imprenta algunos de los versos de amor más hermosos y conmovedores de las letras españolas,

serán ceniza, mas trendrá sentido;
polvo seán, mas polvo enamorado.

La literatura del Siglo de Oro fascinó a Europa y paseó el prestigio del idioma español por medio mundo en un momento en que los tercios empezaban a renquear en las tierras del Imperio.
Fernando García de Cortázar.
Historia de España. De Atapuerca al Estatut.


martes, 23 de julio de 2019

LA SEGUNDA DERROTA DE LA CABALLERÍA.




El renacimiento del romanticismo caballeresco, con su renovado entusiasmo por la vida heroica, y la nueva moda de las novelas de caballerías, fenómeno que se percibe por primera vez hacia fines del siglo XV en Italia y Flandes y que alcanza su punto culminante en el siglo XVI en Francia y España, son esencialmente un síntoma del incipiente predominio de la forma autoritaria de Estado, de la degeneración de la democracia burguesa y de la progresiva cortesanización de la cultura occidental. Los ideales de vida y los conceptos de virtud caballerescos son la forma sublimada de que revisten su ideología la nueva nobleza, que en parte asciende desde abajo, y los príncipes, que se inclinan al absolutismo. El emperador Maximiliano es considerado el “último caballero”, pero tiene muchos sucesores que aspiran a este título, y todavía Ignacio de Loyola se llama a sí mismo “caballero de Cristo” y organiza su Compañía según los principios de la ética caballeresca, aunque a la vez con el espíritu del nuevo realismo político. Los mismos ideales caballerescos no son ya suficientemente apropiados; su inconciliabilidad con la estructura racionalista de la realidad política y social y su falta de vigencia en el mundo de los “molinos de viento” son demasiado evidentes. Después de un siglo de entusiasmo por los caballeros andantes y de orgía de aventuras en las novelas caballerescas, la caballería sufre su segunda derrota. Los grandes poetas del siglo, Shakespeare y Cervantes, son nada más que los portavoces de su tiempo; únicamente anuncian lo que la realidad denota a cada paso, a saber: que la caballería ha llegado al fin de sus días y que su fuerza vital se ha vuelto una ficción.


En ninguna parte alcanzó el nuevo culto de la caballería la intensidad que en España, donde, en la lucha de siete siglos contra los árabes, las máximas de la fe y del honor, los intereses y el prestigio de la clase señorial se habían fundido en unidad indisoluble, y donde las guerras de conquista en Italia, las victorias sobre Francia, las extensas colonizaciones y el aprovechamiento de los tesoros de América se brindaban, puede decirse, por sí mismos a convertir en héroe la figura del guerrero. Pero donde brilló con más esplendor el resucitado espíritu caballeresco también fue la desilusión más grande, al descubrirse que el predominio de los ideales caballerescos era una ficción. A pesar de sus triunfos y de sus tesoros, la victoriosa España hubo de ceder ante la supremacía económica de los mercachifles holandeses y de los piratas ingleses; no estaba en condiciones de aprovisionar a sus héroes probados en la guerra; el orgulloso hidalgo se convirtió en hambriento, si no en pícaro y vagabundo. Las novelas caballerescas en realidad se probó que eran la preparación menos adecuada para las tareas que había de realizar un guerrero licenciado para establecerse en el mundo burgués.


La biografía de Cervantes revela un destino sumamente típico de la época de transición del romanticismo caballeresco al realismo. Sin conocer esta biografía es imposible valorar sociológicamente Don Quijote. El poeta procede de una familia pobre, pero que se considera entre la nobleza caballeresca; a consecuencia de su pobreza se ve obligado desde su juventud a servir en el ejército de Felipe II como simple soldado y a pasar todas las fatigas de las campañas en Italia. Toma parte en la batalla de Lepanto, en la que es gravemente herido. A su regreso de Italia cae en manos de los piratas argelinos, pasa cinco amargos años en cautividad, hasta que después de varios intentos fracasados de fuga es redimido en el año 1580. En su casa encuentra de nuevo a su familia completamente empobrecida y endeudada. Pero para él mismo —el soldado lleno de méritos, el héroe de Lepanto, el caballero que ha caído en cautividad en manos de paganos — no hay empleo; tiene que conformarse con el cargo subalterno de modesto recaudador de contribuciones, sufre dificultades materiales, entra en prisión, inocente, o a consecuencia de una leve infracción, y, finalmente, tiene todavía que ver el desastre del poder militar español y la derrota ante los ingleses. La tragedia del caballero se repite en gran escala en el destino del pueblo caballeresco por excelencia. La culpa de la derrota, en lo grande como en lo pequeño, la tiene, como ahora se ve bien claramente, el anacronismo histórico de la caballería, la inoportunidad del romanticismo irracional en este tiempo esencialmente antirromántico. Si Don Quijote achaca a encantamiento de la realidad la inconciliabilidad del mundo y de sus ideales y no puede comprender la discrepancia de los órdenes subjetivo y objetivo de las cosas, ello significa sólo que se ha dormido mientras que la historia universal cambiaba, y, por ello, le parece que su mundo de sueños es el único real, y, por el contrario, la realidad, un mundo encantado lleno de demonios. Cervantes conoce la absoluta falta de tensión y polaridad de esta actitud, y, por ello, la imposibilidad de mejorarla. Ve que el idealismo de ella es tan inatacable desde la realidad, como la realidad exterior ha de mantenerse intocada por este idealismo, y que, dada la falta de relación entre el héroe y su mundo, toda su acción está condenada a pasar por alto la realidad.


Puede muy bien ocurrir que Cervantes no fuera desde el principio consciente del profundo sentido de su idea, y que comenzara en realidad por pensar sólo en una parodia de las novelas de caballería. Pero debe de haber reconocido pronto que en el problema que le ocupaba se trataba de algo más que de las lecturas de sus contemporáneos. El tratamiento paródico de la vida caballeresca hacía tiempo que no era nuevo; ya Pulci se reía de las historias caballerescas, y en Boiardo y Ariosto encontramos la misma actitud burlona frente a la magia caballeresca. En Italia, donde lo caballeresco estaba representado en parte por elementos burgueses, la nueva caballería no se tomó en serio. Sin duda, Cervantes fue preparado para su actitud escéptica frente a la caballería allí, en la patria del liberalismo y del humanismo, y desde luego hubo de agradecer a la literatura italiana la primera incitación a su universal burla. Pero su obra no debía ser sólo una parodia de las novelas de caballerías de moda, artificiosas y estereotipadas, y una mera crítica de la caballería extemporánea, sino también una acusación contra la realidad dura y desencantada, en la que a un idealista no le quedaba más que atrincherarse detrás de su idea fija. No era, por consiguiente, nuevo en Cervantes el tratamiento irónico de la actitud vital caballeresca, sino la relativización de ambos mundos, el romántico idealista y el realista racionalista. Lo nuevo era el insoluble dualismo de su mundo, el pensamiento de que la idea no puede realizarse en la realidad y el carácter irreductible de la realidad con respecto a la idea.


En su relación con los problemas de la caballería, Cervantes está determinado completamente por la ambigüedad del sentimiento manierista de la vida; vacila entre la justificación del idealismo ajeno del mundo y de la racionalidad acomodada a éste. De ahí resulta su actitud ambigua frente a su héroe, la cual introduce una nueva época en la literatura. Hasta entonces había en ella solamente caracteres de buenos y de malos, salvadores y traidores, santos y criminales, pero ahora el héroe es santo y loco en una persona. Si el sentido del humor es la aptitud de ver al mismo tiempo las dos caras opuestas de una cosa, el descubrimiento de estas dos caras en un carácter significa el descubrimiento del humor en la literatura, del humor que antes del Manierismo era desconocido en este sentido. No tenemos un análisis del Manierismo en la literatura que se salga de las exposiciones corrientes del Manierismo, gongorismo y direcciones semejantes; pero si se quisiera hacer tal análisis, habría que partir de Cervantes. Junto al sentido vacilante ante la realidad y las borrosas fronteras entre lo real y lo irreal, se podrían estudiar también en él, sobre todo, los otros rasgos fundamentales del Manierismo: la trasparencia de lo cómico a través de lo trágico y la presencia de lo trágico en lo cómico, como también la doble naturaleza del héroe, que aparece ora ridículo, ora sublime. Entre estos rasgos figura especialmente también el fenómeno del “autoengaño consciente”, las diversas alusiones del autor a que en su relato se trata de un mundo ficticio, la continua transgresión de los límites entre la realidad inmanente y la trascendente a la obra, la despreocupación con que los personajes de la novela se lanzan de su propia esfera y salen a pasear por el mundo del lector, la “ironía romántica” con que en la segunda parte se alude a la fama ganada por los personajes gracias a la primera, la circunstancia, por ejemplo, de que lleguen a la corte ducal merced a su gloria literaria, y cómo Sancho Panza declara allí de sí mismo que él es “aquel escudero suyo que anda, o debe de andar en la tal historia, a quien llaman Sancho Panza, si no es que me trocaron en la cuna, quiero decir, que me trocaron en la estampa”. Manierista es también la idea fija de que está poseído el héroe, la constricción bajo la cual se mueve, y el carácter marionetesco que en consecuencia adquiere toda la acción. Es manierista lo grotesco y caprichoso de la representación; lo arbitrario, informe y desmesurado de la estructura; el carácter insaciable del narrador en episodios siempre nuevos, comentarios y digresiones; los saltos cinematográficos, divagaciones y sorpresas. Manierista es también la mezcla de los elementos realistas y fantásticos en el estilo, del naturalismo del pormenor y del irrealismo de la concepción total, la unión de los rasgos de la novela de caballería idealista y de la novela picaresca vulgar, el juntar el diálogo sorprendido en lo cotidiano, que Cervantes es el primer novelista en usar, con los ritmos artificiosos y los adornados tropos del conceptismo. Es manierista también, y de manera muy significativa, que la obra sea presentada en estado de hacerse y crecer, que la historia cambie de dirección, que figura tan importante y aparentemente tan imprescindible como Sancho Panza sea una ocurrencia a posteriori, que Cervantes — como se ha afirmado — no entienda al cabo él mismo a su héroe. Manierista es, finalmente, lo desproporcionado, ora virtuosista y delicado, ora descuidado y crudo, de la ejecución, por la que se ha llamado al Don Quijote la más descuidada de todas las grandes creaciones literarias, es verdad que sólo a medias con razón, pues hay obras de Shakespeare que merecen igualmente tal título.


Cervantes y Shakespeare son casi compañeros de generación; mueren, aunque no de la misma edad, en el mismo año. Los puntos de contacto entre la visión del mundo y la intención artística de ambos poetas son numerosos, pero en ningún punto es tan significativa la coincidencia entre ellos como en su relación con la caballería, que ambos tienen por algo extemporáneo y decadente. A pesar de esta unanimidad fundamental, sus sentimientos respecto del ideal caballeresco de vida, como no cabe esperar de otro modo ante fenómeno tan complejo, son muy distintos. El dramaturgo Shakespeare adopta ante la idea de la caballería una actividad más positiva que el novelista Cervantes; pero el ciudadano de Inglaterra, más adelantado en su historia social, rechaza la caballería como clase más terminantemente que el español, no tan completamente libre de prejuicios a causa de su propia prosapia caballeresca y de su carrera militar. El dramaturgo no quiere, incluso por razones estilísticas, renunciar al realce social de sus héroes: tienen que ser príncipes, generales y grandes señores para levantarse teatralmente sobre sus contemporáneos, y caer desde una altura suficiente, para causar, con la peripecia de su destino, una impresión tanto mayor.
Arnold Hauser. 
Historia Social de la Literatura y el Arte.


viernes, 21 de junio de 2019

FELICIANO DE SILVA.




Y llegó a tanto su curiosidad y desatino en esto, que vendió muchas hanegas de tierra de sembradura, para comprar libros de caballerías en que leer; y así llevó a su casa todos cuantos pudo haber dellos; y de todos ningunos le parecían tan bien como los que compuso el famoso Feliciano de Silva: porque la claridad de su prosa, y aquellas intrincadas razones suyas, le parecían de perlas; y más cuando llegaba a leer aquellos requiebros y cartas de desafío, donde en muchas partes hallaba escrito: la razón de la sinrazón que a mi razón se hace, de tal manera mi razón enflaquece, que con razón me quejo de la vuestra fermosura, y también cuando leía: los altos cielos que de vuestra divinidad divinamente con las estrellas se fortifican, y os hacen merecedora del merecimiento que merece la vuestra grandeza. Con estas y semejantes razones perdía el pobre caballero el juicio, y desvelábase por entenderlas, y desentrañarles el sentido. . . (El Quijote).


Feliciano de Silva, escritor español que vivió a caballo entre los siglos XV y XVI, entre la Edad Media y el Renacimiento, entre los Caballeros Andantes y el Homo Nuovo del Humanismo, continuador de Amadís de Gaula y de La Celestina. Nació en Ciudad Rodrigo, población de la que fue regidor y sirvió con lealtad al rey Carlos I (al parecer participó en la Guerra de las Comunidades).


Feliciano no fue un hombre cosmopolita, y siempre prefirió la tranquilidad del hogar y la familia, y el entorno de su ciudad natal, antes que la incertidumbre de los viajes. Animado por la picaresca y las modas literarias, se lanzó a escribir una segunda parte de La Celestina, intentó revitalizar (o más bien resucitar) la novela de caballería e incluyó en sus obras elementos típicos (y tópicos) de las narraciones pastoriles. La mordaz (y a veces hiriente) pluma de Cervantes no dudó en burlarse de su recargado estilo, y de la sinrazón de su sinrazón . . . la parte contratante de la primera parte . . . Los textos de Feliciano da Silva fueron culpables, en parte y nunca en solitario, de la locura que se apoderó del hidalgo manchego Alonso Quijano.


jueves, 14 de febrero de 2019

ACUERDO DE LOS PIRINEOS.




“ . . . […] que los Montes Pirineos, que habían dividido antiguamente las Galias de las Españas, harían también en adelante la división de estos dos Reinos”.

La frontera definitiva y actual entre España y Francia, comenzó a fraguarse en el año 1659 con la firma de la Paz de los Pirineos, unos años después del final de la Guerra de los Treinta años. Políticamente significó el ascenso de Francia a potencia dominante en el continente. España, por el contrario, comenzaba una larga decadencia.

martes, 8 de enero de 2019

CONDES DE EGMONT Y DE HORN.




Lamoral, conde de Egmont, caballero de la Orden del Toison de Oro y Felipe de Montmorency, conde de Horn, se levantaron en armas frente a la ocupación española de Flandes. Lamoral participó en la batalla de San Quintín formando parte del ejército español y Felipe de Montmorency fue paje en la corte de Carlos V. Ambos se alinearon junto al príncipe Guillermo de Orange en su oposición a la instalación de la Inquisición en los Países Bajos. Felipe II envió al  Gran Duque de Alba, Fernando Álvarez de Toledo y Pimentel, que aplastó la rebelión protestante y capturó a sus líderes. El 5 de junio de 1568 fueron decapitados en la Plaza Mayor de Bruselas.

domingo, 11 de noviembre de 2018

PUERTA DE LA BISAGRA EN TOLEDO.


Una robusta puerta de dos cuerpos, unidos por un patio central, cuatro torres y muros almenados ideada para realizar una entrada triunfal en la ciudad imperial de Toledo. La Puerta de la Bisagra es uno de los símobolos más reconocibles de Toledo, fue construída por Alonso de Covarrubias en el año 1550 para dignificar una entrada con categoría imperial. 


Dos torreones semiesféricos flanquean la puerta, un gran arco de medio punto revestido de piedra, que da paso a un gran patio cuadrado que organiza todo el conjunto arquitectónico y sirve de nexo entre los dos cuerpos. 


El cuerpo interior es un gran arco de medio punto con el escudo de Carlos V tallado en piedra. Una segunda portada de piedra escoltada por dos torres cuadradas, permite el acceso a la ciudad. 


El término Bisagra parece proceder del árabe Bab Shara, literalmente, Puerta del Campo. Al Ángel Custodio remata, protege y vigila, desde lo alto, la Puerta.

lunes, 9 de mayo de 2016

HENDRIK III VON NASSAU.



Enrique III de Nassau, señor de Breda, fue como su tio Englebert II (del que fue heredero), un fiel servidor de la familia Habsburgo. Acompañó a Felipe el Hermoso a Castilla, combatió con éxito a favor de Maximiliano I y se convirtió, otra vez en España, en persona de confianza del emperador Carlos V.

domingo, 8 de marzo de 2015

DIEGO DE ALMAGRO.



Siguiendo el camino marcado por Cristobal Colón, llegaron al Nuevo Mundo una auténtica caterva de rufianes, militares, aventureros y exploradores, con motivaciones diferentes, pero con el deseo común de vivir nuevas experiencias. Algunos de esos hombres versados en el oficio de las armas, utilizaron la astucia, la diplomacia, la estrategia y la brutalidad para someter por las buenas, o por las malas a las sociedades nativas. Diego de Almagro fue uno de esos hombres. Nacido en la ciudad manchega del mismo nombre hacia 1475, tras una dura infancia, sin oficio ni beneficio, sin recibir educación alguna y labrando la tierra para sobrevivir, viajó a América huyendo de Castilla tras matar a un hombre en una reyerta, participó en la conquista del Imperio Inca en el Perú. La tradición los considera el descubridor (para Europa) y explorador de Chile. También fue el primer europeo en poner pie en las tierras de la Bolivia actual. 
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