sábado, 15 de mayo de 2021

AGUIRRE, LA CÓLERA DE DIOS.


Los estadounidenses tuvieron Vietnam, los europeos la conquista de América (los motivos de unos y de otros fueron muy similares). En el año 1972 el cineasta Werner Herzog se adelantó a Francis Ford Coppola (que en esos momentos estaban inmerso en la creación de una obra maestra, el Padrino) y filmó su propia versión del Corazón de las Tinieblas, el imparable descenso a la locura en el que no se intuye el fondo del pozo.



Aguirre, la Cólera de Dios, narra la epopeya de un pequeño grupo de soldados españoles en la húmeda y salvaje selva del Amazonas. El propio rodaje de la película, en durísimas condiciones y en pelea constante con la naturaleza, fue tan delirante como la propia expedición.


Klaus Kinski no solo se metió en la piel del protagonista, sino que se transformó en el auténtico Lope de Aguirre, un soldado de fortuna, un loco e iluminado que se internó en la profunda selva amazónica en busca de El Dorado, uno de esos mitos subyacente en la memoria colectiva humana como la Atlántida o el Santo Grial. En un alarde de insana valentía, de locura disfrazada de temeridad, Aguirre, autoproclamado la Cólera de Dios, declaró la guerra al Imperio Español y se declaró dueño y señor de todas las tierras que conquistase.


Los sintetizadores y la música electrónica y mecánica de Popol Vuh, una banda alemana que trabajó en varias ocasiones con Herzog y que se inspira en el libro sagrado de los mayas, fabrica el ritmo de la película y crea la atmósfera necesaria para atrapar al espectador entre la bruma y la maleza selvática.



Barro y lluvia, clérigos, capitanes, soldados y porteadores, damas honestas y orgullosos nobles, todos subyugados por la férrea voluntad de Lope de Aguirre. Una lúgubre comitiva avanzando hacia la desesperación más absoluta. Werner Herzog teje una película intensa, hipnótica, que te envuelve, te atrapa y te deja traspuesto en el sillón. Un filme triste, perturbador y hermosamente desesperanzador. Pero muy humano, demasiado humano, por que ¿quién no ha deseado alguna vez elevarse por encima del resto de los mortales y proclamarse rey del mundo?, ¿quién no se ha empeñado en enfrentarse contra todo y contra todos, completamente seguro de que la razón absoluta está de su parte? y ¿quién no se ha dejado arrastrar por indomables caballeros salvajes que le conducen hacia el más destructivo de los abismos?.








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