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jueves, 20 de marzo de 2025

BOLIVIA RUMBO AL MUNDIAL '94.

 

 


La selección boliviana convirtió el estadio de la Paz en un fortín imposible de asaltar, y consiguió de manera brillante el pasaporte para el mundial de Estados Unidos 1994.






El doctor Xabier Azkargorta fue el gurú que necesitaba esta generación de buenos futbolistas. Excelente en la motivación y en los planteamientos tácticos.


El mismo bloque que consiguió la clasificación formó parte del plantel mundialista.


Carlos Trucco defendió con solvencia el arco boliviano.



Azkargorta planteaba una defensa sólida y Gustavo Quinteros ejercía la función de libero. Delantero reconvertido poseía un excelente manejo de balón.




Miguel Ángel "Correcaminos" Rimba (86 internacionalidades) y Marcos Sandy (93), eran marcadores centrales muy eficientes, que formaron el núcleo duro de la zaga.




Carlos Borja, uno de los capitanes, por la derecha, y Luis Cristaldo, por la izquierda, actuaban como volantes laterales o carrileros.


El cerebro Milton Melgar, en torno a el se mueve el equipo.



Julio Cesar Baldivieso y Erwin "Platini" Sánchez arman todo el juego ofensivo del equipo. Un medio del campo de muchos quilates.



Marco Etcheverry "el Diablo" un espíritu libre que se mueve con soltura por todo el campo. Auténtica estrella y alma de la selección.




William Luis Ramallo era el hombre gol boliviano. Con siete dianas se convirtió en el máximo anotador de la fase sudamericana.






Ramiro Castillo, Álvaro Peña y Juan Manuel Peña también colaboraron en la gesta.


Vladimir Soria fue la principal incorporación al plantel que disputó el mundial. Soria jugó los tres partidos de la cita mundialista.

sábado, 15 de mayo de 2021

AGUIRRE, LA CÓLERA DE DIOS.


Los estadounidenses tuvieron Vietnam, los europeos la conquista de América (los motivos de unos y de otros fueron muy similares). En el año 1972 el cineasta Werner Herzog se adelantó a Francis Ford Coppola (que en esos momentos estaban inmerso en la creación de una obra maestra, el Padrino) y filmó su propia versión del Corazón de las Tinieblas, el imparable descenso a la locura en el que no se intuye el fondo del pozo.



Aguirre, la Cólera de Dios, narra la epopeya de un pequeño grupo de soldados españoles en la húmeda y salvaje selva del Amazonas. El propio rodaje de la película, en durísimas condiciones y en pelea constante con la naturaleza, fue tan delirante como la propia expedición.


Klaus Kinski no solo se metió en la piel del protagonista, sino que se transformó en el auténtico Lope de Aguirre, un soldado de fortuna, un loco e iluminado que se internó en la profunda selva amazónica en busca de El Dorado, uno de esos mitos subyacente en la memoria colectiva humana como la Atlántida o el Santo Grial. En un alarde de insana valentía, de locura disfrazada de temeridad, Aguirre, autoproclamado la Cólera de Dios, declaró la guerra al Imperio Español y se declaró dueño y señor de todas las tierras que conquistase.


Los sintetizadores y la música electrónica y mecánica de Popol Vuh, una banda alemana que trabajó en varias ocasiones con Herzog y que se inspira en el libro sagrado de los mayas, fabrica el ritmo de la película y crea la atmósfera necesaria para atrapar al espectador entre la bruma y la maleza selvática.



Barro y lluvia, clérigos, capitanes, soldados y porteadores, damas honestas y orgullosos nobles, todos subyugados por la férrea voluntad de Lope de Aguirre. Una lúgubre comitiva avanzando hacia la desesperación más absoluta. Werner Herzog teje una película intensa, hipnótica, que te envuelve, te atrapa y te deja traspuesto en el sillón. Un filme triste, perturbador y hermosamente desesperanzador. Pero muy humano, demasiado humano, por que ¿quién no ha deseado alguna vez elevarse por encima del resto de los mortales y proclamarse rey del mundo?, ¿quién no se ha empeñado en enfrentarse contra todo y contra todos, completamente seguro de que la razón absoluta está de su parte? y ¿quién no se ha dejado arrastrar por indomables caballeros salvajes que le conducen hacia el más destructivo de los abismos?.








miércoles, 29 de julio de 2020

BRANISELLA BOLIVIANA.




Los platirrinos son los monos del Nuevo Mundo, y el más antiguo de ellos, conocido hasta la fecha es el Branisella boliviana. Está datado en unos 27 millones de años y aún hoy día, sigue siendo un misterio como llegó allí. Quizás nunca podamos conocer la verdad. Junto a los platirrinos llegaron al continente americano, y en circunstancias igual de desconocidas, los roedores caviomorfos como cobayas, capibaras, chinchillas y vizcahas.

Dado que en Norteamérica no se han encontrado fósiles de simios no parece que pudieran proceder de allí. En su expansión, el océano Atlántico no había alcanzado todavía las proporciones actuales, de forma que una navegación occidental desde África por al menos una pareja de primates en una balsa formada por árboles trabados de forma natural, podría haber sido viable de haber contado con el concurso de corrientes y vientos favorables (por ese mismo medio debieron llegar a Madagascar los antepasados de los primates del tipo de los lémures, los indris y el aye-aye, que pueblan ahora la isla; Madagascar está separada del continente africano desde hace más de 100 m.a.
La Especie Elegida.
Juan Luis Arsuaga e Ignacio Martínez.

miércoles, 24 de junio de 2020

PURGATORIUS CERATOPS.




A finales del Cretácico (hace unos 65 m.a.) vivió en tierras del estado de Montana (Estados Unidos) Purgatorius ceratops, uno de los primates (o protoprimates) más antiguos que conocemos, asignado al grupo de los plesiadapiformes. El hecho de que hayan aparecido restos de plesiadapiformes en Norteamérica y Europa constituye una prueba más de que las dos masas continentales estuvieron unidas antes que el Océano Atlántico las separase. Purgatorius, que tenía la forma de un pequeño roedor, y que probablemente era insectívoro, pudo convivir con uno de los dinosaurios más populares, el hermoso Triceratops.

viernes, 8 de mayo de 2020

TANGO



De los burdeles rioplatenses a la Europa decadente, de callejones de barrios bajos a la opulencia de lujosos hoteles, de celos, desamor y tremenda nostalgia, de notas que arrancan un suspiro al alma, de letras que cuentan historias de la vida profunda, de cantores que aún bajo tierra cantan mejor cada día, música abigarrada en las entrañas mismas de las pasiones humanas, baile sempiterno del amor más pasional . . . y como dijo Enrique Santos Dicépolo, un sentimiento triste que se baila . . .

Maravillosa interpretación de 
El Choclo por parte de Destiny Quartet

domingo, 26 de abril de 2020

OBDULIO VARELA, EL JEFE CHARRÚA.




Ha pasado toda una vida desde aquel lejano 16 de Julio de 1950, pero los ecos del Maracanazo aún resuenan en la orilla septentrional del Río de la Plata. Schiaffino y Ghiggia pusieron los goles, pero el alma de aquella victoria, eterna en la memoria colectiva del pueblo uruguayo fue el gran capitán de la celeste, el Negro Obdulio Varela. Prácticamente nadie de los que escribimos y zascandileamos por las redes sociales, páginas webs y plataformas digitales, lo vimos jugar, pero su personalidad, su juego y sus palabras, forman parte de la historia del deporte del siglo XX. Un deportista humilde y digno de admiración.



El día en que Brasil y Uruguay se enfrentaban en el estadio Maracaná, con la copa del Mundo en juego, era el último partido del cuadrangular final (una fórmula que nunca se volvió a utilizar), el entrenador uruguayo Juan López Fontana, tenía en mente plantear un partido ultradefensivo, con no perder de forma abultada contra la anfitriona, y máxima favorita, y así se lo comunicó a sus pupilos, que esperaban, como auténticos gladiadores, el momento de saltar al terreno de juego. Cuando Fontana abandonó el vestuario, el capitan Obdulio se dirigió a sus compañeros y les dijo que si jugaban a la defensiva, acabarían goleados sin piedad, como le pasó a Suecia (7 – 1) y a España (6 – 1).


Los futbolistas celestes se sentían amedrentados por las 200.000 enfervorecidas gargantas dispuestas a llevar en volandas a su equipo hacia la victoria, y temerosos por el miedo escénico. Estaban a punto de actuar en el mayor teatro del mundo. Nuevamente el gran capitán Varela tomó la palabra: No se piensen en toda esa gente, no miren para arriba, el partido se juega abajo y si ganamos no va a pasar nada, nunca pasó nada. Los de afuera son de palo y en el campo seremos once para once. El partido se gana con los huevos en la punta de los botines.

Al comienzo de la segunda parte Friaco ponía el 1 – 0 en el marcador y Maracaná se vino abajo. Entonces el Jefe se hizo con el control del partido, bajando el ritmo de juego, que perjudicaba a su equipo. Luego vinieron los goles de Schiaffino y de Gigghia, y las lágrimas de Brasil. Eduardo Galeano, otro uruguayo universal e inmortal, escribió: Viene brava la mano, pero Obdulio saca pecho y pisa fuerte y mete pierna. El capitán del equipo uruguayo, negro mandón y bien plantado, no se achica. Obdulio más crece mientras más ruge la inmensa multitud, enemiga, desde las tribunas (Cerrado por fútbol).


El Negro Varela jugó la mayor parte de su carrera para Peñarol, con el que ganó varias ligas. Con la celeste, además del mundial, consiguió el triunfo en la Copa América de 1942 disputada en casa. Campeonato del que fue designado mejor jugador. Con Obdulio en el campo, Uruguay jamás perdió un partido de la Copa del Mundo. En 1954 Varela no pudo jugar la semifinal frente a Hungría. Nunca sabremos que habría pasado si el Negro hubiese jugado aquel partido.



Obdulio Varela es un futbolista de otro tiempo, cuando los focos brillaban menos y los millones de euros, libras o petrodólares no ganaban campeonatos. Un deportista que prefería jugar en la calle, por que allí lo hacía con sus amigos. Para él, el fútbol era, una fantástica diversión.


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