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jueves, 5 de junio de 2025

PIRÁN. EL VIOLÍN DEL DIABLO.



 

Trieste es una ciudad austríaca que el destino situó en Italia. Unos cuantos kilómetros hacia Levante (unos 20 minutos en coche sin contar salir de la urbe triestina) encontramos la modélica Pirán, una ciudad veneciana en Eslovenia. Y hace cincuenta años en Yugoslavia.



Un balcón al Adriático, Pirán es como un espejo de Venecia construida en las alturas. Imagina Venecia con calles empinadas, cuestas y altos balcones que miran al mar. Eso es Pirán. Es también una Sibenik en miniatura. Concentra tanta belleza en tan poco espacio.




La plaza Tartini, homenaje al célebre violinista nacido aquí, es el centro neurálgico de Pirán, situada en el exiguo litoral esloveno.




El viejo puerto de Pirán se organizó alrededor de una bahía natural durante el dominio veneciano (1283 – 1797). Los venecianos construyeron el Palazzo Comunales, la Loggia, el Fondaco, la iglesia de San Pedro, la Casa Veneciana y otros edificios. En la segunda mitad del Ottocento (siglo XIX), época de dominio austriaco, algunos de estas construcciones fueron sustituidas por la nueva arquitectura (las modas mandan). El puerto fue cegado en 1894, y en la plaza que se levantó en el mismo lugar se colocó la estatua de Tartini en 1896. 







Uno de los edificios más destacados de la plaza es el ayuntamiento. En su fachada ondean cuatro banderas que ocultan ligeramente la figura del león alado de San Marco, símbolo de la República de Venecia.



Cuando Giusseppe Tartini nació en 1692, Pirán se llamaba Pirano y formaba parte de los dominios (como casi todo el Adriático Occidental) de la República de Venecia. Virtuoso del violín, polifacétivo y brillante, fue además un consumado investigador del arte musical y de la física del sonido. Una personalidad compositiva que tendió un puente entre el Barroco y el Clasicismo. Un artista que consiguió que el violín fuese capaz de imitar la voz humana, de cantar con emoción.



Una noche de 1713 Tartini cayó en un profundo sueño y cuando despertó, cogió su violín y compuso su obra más perfecta, el Trino del Diablo. El mismísimo Lucifer se la había mostrado durante el citado sueño.




El más exquisito de los violinistas, capaz de detener el tiempo cuando vibran las cuerdas, el Ángel Caído tocado por la Gracia Divina, el Rebelde insatisfecho, pactó con Tartini y le mostró su secreto. Después del agitado sueño el violinista poseía en sus dedos la magia embaucadora del Diablo.







En las calles de Pirán se superpone, se alternan, se dan la mano elementos arquitectónicos neoclásicos y ornamentos góticos, las inconfundibles ventanas venecianas con las fachadas color pastel que nos devuelven, por unos instantes, al decadente Imperio de los Habsburgo.







Las torres de las murallas que defendían la ciudad aparecen rematadas por los merlones típicos de la arquitectura veneciana.





En la parte alta de la ciudad está situada la parroquia de San Giorgio. El Campanile es un faro visible desde la orilla del mar, las amplias plazas, las estrechas callejuelas y los caminos que llegan de más allá de la ciudad.




Las murallas protegen la ciudad mientras que el arcángel vigila desde su atalaya.



La pequeña ciudad ha sido asaltada por los turistas y es normal verlos tumbados tomando el Sol en cualquier rincón. Estos días de agosto la villa monumental se ha transformado en un resort para los bañistas. Bares, terrazas y cafeterías reducen el espacio viario. Es casi imposible caminar. Pero lo peor no es eso, el colmo de la inmundicia es gente en bañador, tomando el Sol en medio de la calle. Todos los bañistas colocados en un escaparate para el caminante, que siente cierto pudor al ir con zapatillas de deporte y la camiseta puesta. Es uno de los ambientes más extraños que he visto en una ciudad costera. Supongo que a los vecinos no les hará mucha gracia todo este circo de turisteo barato.


De Algeciras a Estambul ni un metro de mar Mediterráneo sin su toalla o hamaca. Las pequeñas ciudades del litoral mediterráneo no están preparadas para detener la llegada masiva de inmigrantes ilegales. Perdón quise escribir turistas. Aunque estos últimos traigan los bolsillos llenos. Espectáculo dantesco y bochornoso.






Y uno puede faltar el homenaje a los que cayeron por la libertad. La patria siempre necesita gente dispuesta a morir por ella. 







Ciudades que penetran en el mar, compartiendo su esencia. Poblaciones casi, casi anfibias.



Desde los mismos orígenes de la ciudad su población ha explotado los recursos marinos. Pescado y sal. (Fragmento de Expreso de los Balcanes 4: Eslovenia). 



Y un pueblo de comerciantes siempre será un pueblo de comerciantes. 



De la montaña al mar. 



Una fachada que mira al mar y sufre sus consecuencias. El vieno, el agua y la sal esculpen el paso del tiempo en muros, ventanas, verjas y mobiliario.




Gusari Pirán. Piratas del mar Adriático, a los que enfrentó Pompeyo, desde los viejos liburnios a los bien organizados uscoques. Costas recortadas y ricas ciudades portuarias crean el hábitat ideal para la piratería.




Los pasos que damos nos devuelven al mismo lugar. En un extremo de la península donde se asienta el casco viejo, la iglesia de San Clemente y su campanario que recuerda a un faro marino.




La Sirena se enamoró de Pirán y el hechizo la convirtió en piedra.



Si te bañas en sus aguas siempre anhelarás regresar. 

lunes, 19 de mayo de 2025

KANAL Ob SOCI.




El valle del río Soča (Isonzo en italiano) fue uno de los teatros donde se alzó el telón de la larga guerra del siglo XX. En esta región soldados italianos, austríacos y alemanes entablaron durísimos combates durante la Gran Guerra.



La sangre de miles de jóvenes (también los sesos y las tripas) , la simiente de una generación entera, derramada por un palmo más de tierra. Ellos creían luchar, y morir, por una diosa invisible y egoísta llamada Patria.




En la actualidad las aguas turquesas del Soča desean olvidar aquella tragedia y fluyen, hermosas y sonrientes, encajadas en un cañón rocoso que llevan milenios esculpiendo con dedicación y paciencia.



Sobre uno de esos promontorios, como una idílica postal, cargada de nostalgia y recuerdos placenteros , aparece Kanal ob Soči. Una pequeña población asentada en las gargantas del río Soča. Estamos en Eslovenia, a pocos kilómetros de Italia, pero la primera impresión es austríaca.




Luego te sientas en un bar donde se reúnen los vecinos, y la cháchara es eslava y el café italiano. Corto e intenso. Las fronteras son el invento más absurdo, y a la vez perverso, que ha pergeñado la mente humana.



Gentes de ambos lados, de cualquier frontera (natural) del mundo, conviven, comercian, se enamoran y se apoyan mutuamente. Solo estallan los conflictos y se desata la violencia, cuando al Gran Capital o al Papá Estado les interesa.





El estado es, y será, el aliado principal del capitalismo (sin desdeñar la valiosa ayuda de los medios de comunicación, periodistas, youtubers y demás fauna televisiva).




La nación, basada en cualquier dogma, es la zanahoria que utilizan para movilizar a los asnos ( y no me refiero a los inteligentes equinos). Y aunque estemos mediatizados y manipulados, la decisión de lanzar odio a los cuatro vientos es totalmente personal.





Kanal ob Soči es el nombre esloveno de la población que los italianos llaman Canal d'Isonzo y los alemanes Kanalburg. De su origen y pasado medieval apenas quedan unas pocas huellas visibles. Todo tiene un aire moderno (en el buen sentido del palabro).




La Plaza Kontrada es el centro histórico de Kanal y el asentamiento habitado más antiguo de la ciudad, con origen en la Plena Edad Media. Sin duda uno de los rincones más pintorescos de Kanal.





Una mañana de verano, más fresco que nuestro tórrido Mediterráneo, pasear por estas calles es una auténtica delicia. Nos acompañan el silencio y las plantas que crecen más allá del límite de las casas donde moran.



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