En
Sinaia, una de las ciudades más turísticas de toda Rumanía,
construyó el primer rey del país, Carol I, el Castelul Peles, un
capricho nerorromántico que recuerda a los edificios alpinos
tiroleses.
Lugar
de asueto, descanso y recreo, para disfrute de la familia real, la
primera dinastía reinante de un país que aún balbuceante, daba sus
primeros pasos de forma autónoma a finales del siglo XIX.
Una
montaña rocosa en el valle del Prahova fue el lugar elegido para
edificar este bello palacio.
Las
localidades turísticas de Rumania, aquellas que están en la montaña
y cuentan con una estación balnearia son un completo horimiguero de
coches, personas y autobuses. Un poco angustiosas. A través de un
bazar natural, cuyas cubiertas están formadas por árboles y
tenderetes que se abren a ambos lados se llega al Palacio Peles. Un
auténtico enjambre humano, una marabunta de turistas armados con
cámaras, ipods y los famosos palos de selfie se disponen a tomar al
asalto los muros del castillo.
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