Alicante es una población
arqutípica del Viejo Mediterráneo, donde las omnipresentes montañas
que escribiera Fernand Braudel, se precipitan para besar el mar, y en
esa región donde la Madre Tierra se fusiona con los dominios de
Poseidón se desarrolla la urbe histórica
A medio camino entre Valencia y
Cartagena, históricos y dinámicos puertos marítimos, la Akra Leuka
fundada por Amílcar Barca, la Leukante ibera, la Lucentum romana y
la Medina Alaqant musulmana, antecedieron a la ciudad cristiana que
formó parte del Reino de Castilla y más tarde de la Corona de
Aragón. Precisamente el rey aragonés Fernando II le concedió el
título de ciudad en 1490.
Una rambla urbanizada como
avenida, una montaña coronada por el castillo de Santa Bárbara, un
concurrido paseo marítimo que discurre junto a la playa y un
interesante puerto comercial son los elementos que definen esta
brillante ciudad.
Pequeñas callejuelas, calles y
plazoletas se arremolinan alrededor de la plaza de abastos, lugares
ideales para disfrutar de las delicias gastronómicas de la tierra.
Las omnipresentes palmeras son
las únicas que resisten al viento.
La Concatedral de San Nicolás,
levantada sobre la antigua mezquita mayor, es el principal templo
cristiano de la ciudad.
Desde tiempos remotos el toro es
uno de los animales más representativos del ámbito mediterráneo.
Entre el cerro del castillo y la
ciudad queda enclavado el pintoresco barrio de Santa Cruz,
especialmente colorido y festivo cuando llega Mayo.
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