Las antiguas casas que se amontonaban formando abigarrados barrios en el centro de Pekín - llamados Hutongs - se organizaban (como en nuestro Mediterráneo) alrededor de un patio, hoy muchas de ellas han sido abandonadas, y otras subsisten gracias al turismo.
Los hutongs son las callejuelas del barrio antiguo de Beijing (o Pekín) y cuentan, para quién quiere oír fábulas, que sus habitantes eran los descendientes de la familia imperial. Lo que si es cierto es que durante siglos estas eran las viviendas de los funcionarios imperiales, los famosos mandarines.
La propia vivienda marca claramente quién era su morador. Cuantos más escalones tiene la puerta de la casa, mayor era la categoría social del inquilino.
La decoración indica el cometido de su morador. La decoración redonda, un tambor de guerra, se refiere a un militar. La decoración cuadrada, la caja donde se guardan los libros, señala que aquí vivía un burócrata.
Los leones, felino regio por antonomasia, simbolizan la vivienda de un príncipe.
La casa tradicional estaba formada por un patio y una serie de habitaciones a su alrededor. Los muros gruesos protegen de los gélidos vientos que soplan del Norte.
Típica y tradicional habitación nupcial, con el rojo como color dominante: el color del traje de la novia, del matrimonio y de la alcoba donde se consumará la unión.
Este tipo de viviendas tienen más de quinientos años de antigüedad y las familias autóctonas, tradicionales de Pekín, tienen sus hogares en estas casas. Aquí podemos rastrear el origen del poblamiento de Pekín.
Pájaros, conejos, ranas y grillos son animalillos corrientes en estos patios.
Cuando llegó al poder, Mao entregó estas casas a la gente más humilde del pueblo.
Las casas tienen forma cuadrangular por la concepción geométrica del universo. El cielo es redondo, por tanto los templos son redondos, pero la tierra es cuadrada, y por eso las casas son cuadradas.
El sabor de lo añejo, de la tradicional, de triciclos desvencijados por callejuelas estrechas, grises y un tanto insalubres. Lo que algunos consideran “lo auténtico”. Quizá en otro tiempo. Los cascos históricos de las ciudades del Viejo Mundo hace mucho que se abrieron (léase vendieron) al turismo. Y como todo, tienes sus luces, y también sus sombras. De cualquier manera, no me gustaría perderme de noche por uno de estos callejones.
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