A pesar de que el Quijote no es
un libro de viajes propiamente dicho, el Caballero de la Triste
figura y su leal escudero, corren aventuras y desventuras (más de
las segundas que de las primeras) por buena parte de la piel de toro,
mayormente por tierras manchegas. Son muchas las menciones
geográficas las que aparecen en la novela cervantina, entre ellas,
Ciudad Real.
-¿Veis ahí -dijo el del Bosque,
en oyendo el hideputa de Sancho-, cómo habéis alabado este vino
llamándole hideputa?
-Digo -respondió Sancho-, que confieso que conozco que no es deshonra llamar hijo de puta a nadie, cuando cae debajo del entendimiento de alabarle. Pero dígame, señor, por el siglo de lo que más quiere: ¿este vino es de Ciudad Real?
-¡Bravo mojón! -respondió el del Bosque-. En verdad que no es de otra parte, y que tiene algunos años de ancianidad. (Segunda Parte de don Quijote de la Mancha. Capítulo 13).
-Digo -respondió Sancho-, que confieso que conozco que no es deshonra llamar hijo de puta a nadie, cuando cae debajo del entendimiento de alabarle. Pero dígame, señor, por el siglo de lo que más quiere: ¿este vino es de Ciudad Real?
-¡Bravo mojón! -respondió el del Bosque-. En verdad que no es de otra parte, y que tiene algunos años de ancianidad. (Segunda Parte de don Quijote de la Mancha. Capítulo 13).
La
Mancha es Don Quijote, y Don Quijote es la Mancha, y es rara la
ciudad que no rinde su homenaje al caballero andante que perdió el
jucio por gracia de la lectura de libros de caballería, aventuras y
fantasía. Ciudad Real recuerda tanto al creador como a la criatura.
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