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jueves, 21 de noviembre de 2013

SOBRE IBERIA DE APIANO (XXXIV)

66 Viriato y Quintio. Los arevacos, belos y titos comienzan otra guerra. 
Depués de esto, Viriato no despreciaba ya al enemigo como antes y obligó a sublevarse contra los romanos a los arevacos, titos y belos que eran los pueblos más belicosos. Y éstos sostuvieron por su cuenta otra guerra que recibió el nombre de "numantina" por una de sus ciudades y fue larga y penosa en grado sumo para los romanos. Yo agruparé también lo concerniente a esta guerra en una narración continuada después de los hechos de Viriato. Este último tuvo un enfrentamiento con Quintio, otro general romano, en la otra parte de Iberia y, al ser derrotado, se retiró de nuevo al monte de Venus. Desde allí hizo de nuevo una salida, dio muerte a mil soldados de Quintio y le arrebató algunas enseñas. Al resto lo persiguió hasta su campamento y expulsó a la guarnición de Tucci (o Ituca). También devastó el país de los bastitanos, sin que Quintio acudiera en auxilio de éstos a causa de su cobardía e inexperiencia. Por el contrario, estaba invernando en Córduba  desde mitad del otoño y, con frecuencia, enviaba contra él a Gayo Marcio, un ibero de la ciudad de Itálica. 

67 Fabio Máximo Serviliano en Iberia.
Al año siguiente, Fabio Máximo Serviliano, el hermano de Emiliano, llegó como sucesor de Quintio en el mando, con otras dos legiones y algunos aliados. En total sus fuerzas sumaban unos dieciocho mil infantes y mil seiscientos jinetes. Después de escribir cartas a Micipsa, el rey de los númidas, para que le enviase elefantes lo más pronto posible, se apresuró hacia Ituca llevando el ejército por secciones. Al atacarle Viriato con seis mil hombres en medio de un griterío y clamores a la usanza bárbara y con largas cabelleras que agitaban en los combates ante los enemigos, no se amilanó, sino que le hizo frente con bravura y logró rechazarlo sin que hubiera conseguido su propósito. Después que llegó el resto del ejército y enviaron desde África diez elefantes y trescientos jinetes, estableció un gran campamento y avanzó al encuentro de Viriato, y tras ponerlo en fuga, emprendió su persecución. Pero, como ésta se realizó en medio del desorden, Viriato, al percatarse de ello durante su huida, dio media vuelta y mató a tres mil romanos. Al resto los llevó acorralados hasta su campamento y los atacó también. Sólo unos pocos le opusieron resistencia a duras penas alrededor de las puertas, pero la mayoría se precipitó en el interior de las tiendas a causa del miedo y tuvieron que ser sacados con dificultad por el general y los tribunos. En esta ocasión destacó en especial Fanio, el cuñado de Lelio, y la proximidad de la noche contribuyó a la salvación de los romanos. Pero Viriato, atacando con frecuencia durante la noche, así como a la hora de la canícula, y presentándose cuando menos se le esperaba, acosaba a los enemigos con la infantería ligera y sus caballos, mucho más veloces, hasta que obligó a Serviliano a regresar a Ituca. 

miércoles, 3 de abril de 2013

CENTURIÓN



La sangre del Lazio late por mis venas,  
como centurión camino 
a través de angostas vías 
hasta los límites del Imperio. 

Se que el enemigo es fuerte, 
comprendo que el clima es duro, 
tengo claras las dificultades del terreno

mas derrotaré a los bárbaros,

al aguerrido germano, 
al veloz númida,
al belicoso dacio
y al poderoso persa

me debo a mi legión,
con ella lucharé
allí donde me ordenen
derramaré mi sangre 
por mis compañeros
combatiré por la victoria
o moriré por Roma . . . 

miércoles, 20 de febrero de 2013

SOBRE IBERIA
APIANO (XIII)

24 Escipión prosigue su avance victorioso por Iberia
Escipión estableció una guardia en Cartago Nova y ordenó que se elevara la muralla que daba al lugar de la marea. Él se puso en camino hacia el resto de Iberia y, enviando a sus amigos a cada región, las atraía bajo su mando de buen grado y, a las demás que se le opusieron, las sometió por la fuerza. Eran dos los generales cartagineses que quedaban y ambos se llamaban Asdrúbal; uno de ellos, el hijo de Amílcar, andaba reclutando mercenarios muy lejos entre los celtíberos, y el otro Asdrúbal, el hijo de Giscón, enviaba emisarios a las ciudades que todavía eran fieles demandando que permanecieran en este fidelidad a Cartago, pues estaba a punto de llegar un ejército inmenso, y envió a otro Magón a las zonas próximas a reclutar mercenarios de donde le fuese posible, mientras que él en persona se dirigió contra el territorio de Lersa, que se les había sublevado, y se dispuso a sitiar alguna ciudad de allí. Sin embargo, cuando se dejó ver Escipión, Magón se retiró a Bética y acampó delante de la ciudad. En este lugar fue derrotado de inmediato, al día siguiente, y Escipión se apoderó de su campamento y de Bética. 

25 Escipión acampa junto a Carmona 
Asdrúbal, el hijo de Giscón, concentró el ejército cartaginés, que aún estaba en Iberia, en la ciudad de Carmona, con la intención de atacar a Escipión a la vez con todas sus tropas. Se unieron a él muchos iberos que trajo Magón y muchos númidas mandados por Masinissa. Asdrúbal acampó dentro del recinto fortificado del campamento con la infantería, en tanto que Masinissa y Magón, que estaban al frente de la caballería, vivaqueaban delante de él. Escipión, por su parte, dividió su propia caballería frente a esta disposición del enemigo y, a Lelio, lo envió contra Magón, mientras que él se opuso a Masinissa. Durante un cierto tiempo estuvo en una situación crítica y tuvo un trabajo penoso, porque los númidas lo asaeteaban a él y a sus hombres y se retiraban a continuación para volver de nuevo a la carga. Pero cuando Escipión dio la orden de perseguirlos sin tregua presentando las lanzas, los númidas, al no tener posibilidad de contraatacar, se replegaron huyendo hacia el campamento. Escipión, desistiendo de la persecución, fijó su campamento a unos diez estadios en una posición sólido que había elegido adrede. El número global de las fuerzas enemigas era de setenta mil soldados de infantería, cinco mil jinetes y treinta y seis elefantes. Escipión no contaba siquiera con un tercio de estas tropas. Éste fue el motivo de que estuviera indeciso durante algún tiempo y no ofreciera batalla, entablando solamente escaramuzas. 

viernes, 8 de febrero de 2013

SOBRE IBERIA APIANO (VIII)


14. Los Escipiones en Iberia 
. . . (los romanos, pensando que) tendrían que sostener la guerra en Iberia y en África - pues ni siquiera habían imaginado que los africanos invadieran jamás Italia -, enviaron a Tiberio Sempronio Longo con ciento sesenta naves y dos legiones a África - lo que hicieron Longo y los demás generales romanos en África está descrito en el libro Púnico -, y a Publio Cornelio Escipión lo enviaron a Iberia al frente de sesenta naves con diez mil soldados de infantería y setecientos jinetes y, como legado suyo, enviaron con él a su hermano Gneo Cornelio Escipión. Publio al enterarse por mercaderes masaliotas de que Aníbal había cruzado los Alpes en dirección a Italia, temiendo que cayera sobre los italiotas inesperadamente, partió con las quinquerremes en dirección a Etruria después de entregar a su hermano Gneo el ejército en Iberia. Lo que hicieron en Italia él y los otros generales de este ejército con posterioridad a él, hasta que lograron expulsar a duras penas de Italia a Aníbal después de dieciséis años, lo refiere el libro siguiente que comprende todos los hechos de Aníbal en Italia y, por eso, se llama el libro "Anibálico" de la historia de Roma. 

15. Actuación conjunta de Publio y Gneo Cornelio Escipión en Iberia. 
Gneo, por su parte, no llevó a cabo nada digno de mención en Iberia antes de que regresara a su lado su hermano Publio. En efecto, los romanos, cuando expiró el tiempo del mandato de Publio, después de haber enviado a Italia contra Aníbal a sus sucesores en el consulado, lo enviaron de nuevo a Iberia tras nombrarlo procónsul. Y desde este momento los dos Escipiones sostuvieron la guerra en Iberia teniendo como oponente a Asdrúbal, hasta que los cartagineses, atacados por Sifax, el rey de los númidas, le hicieron regresar junto con una parte de su ejército y los Escipiones vencieron con facilidad a los que quedaron. Muchas ciudades se les pasaron voluntariamente, pues eran persuasivos en sumo grado tanto para hacer la guerra, como para atraerse aliados.

miércoles, 30 de enero de 2013

SOBRE IBERIA
APIANO (III)

4-5 Amílcar en Iberia. Su muerte. 
La primera guerra entre romanos y cartagineses fue una guerra extranjera por la posesión de Sicilia, librada en la propia Sicilia, y la segunda fue ésta de Iberia y en la propia Iberia. En el transcurso de ella, también ambos contendientes, navegando con grandes ejércitos, saquearon mutuamente sus territorios, unos Italia y otros África. La comenzaron alrededor de la ciento cuarenta olimpíada más o menos, cuando disolvieron los tratados que había concertado al final de la guerra de Sicilia. El motivo de la ruptura fue el siguiente. Amílcar, de sobrenombre Barca, cuando precisamente en Sicilia mandaba las fuerzas cartaginesas, prometió dar abundantes recompensas a sus mercenarios celtas y a los aliados africanos. Al serle reclamadas éstas por aquéllos, una vez que retornó a África, los cartagineses se vieron envueltos en la guerra de África, en el curso de la cual sufrieron numerosos reveses a manos de los propios africanos y entregaron Cerdeña a los romanos en compensación por las afrentas causadas a sus mercaderes en esta guerra de África. Por consiguiente, cuando sus enemigos lo hicieron comparecer a juicio por considerarlo, por estos motivos, el responsable de tantas calamidades para su patria, Amílcar, tras asegurarse el favor de todos los hombres de Estado - de entre los que era el más popular Asdrúbal, que estaba casado con una hija del propio Amílcar -, eludió el juicio e, incluso, cuanto tuvo lugar una sublevación de los númidas, consiguió ser elegido general contra ellos en compañía de Annón, llamado el Grande, sin haber rendido cuentas todavía de su anterior generalato. 

Una vez que acabó la guerra y se hizo regresar a Annón a Cartago para responder de ciertos rasgos, Aníbal, que se hallaba él solo al frente del ejército y tenía a su cuñado Asdrúbal como asociado suyo, se dirigió hacia Gades y, tras cruzar el estrecho hasta Iberia, se dedicó a devastar el territorio de los iberos, que no le habían causado daño alguno. Hacía de ello una ocasión para estar fuera de su patria, para realizar empresas y adquirir popularidad; en efecto, todo lo que apresaba, lo dividía, y daba una parte al ejército con el fin de tenerlo más presto a cometer desafueros en su compañía, otra parte la enviaba a Cartago y una tercera parte la repartía entre los políticos de su propio partido. Finalmente, los reyes iberos y todos los otros hombres poderosos, que fueron coaligándose gradualmente, lo mataron de la siguiente forma: llevaron carros cargados de troncos a los que uncieron bueyes y los siguieron provistos de armas. Los africanos al verlos se echaron a reír, al no comprender la estratagema, pero cuando estaban muy próximos, los iberos prendieron fuego a los carros tirados aún por los bueyes y los arrearon contra el enemigo. El fuego, expandido por todas partes al diseminarse los bueyes, provocó el desconcierto de los africanos. Y al romperse la formación, los iberos, cargando a la carrera contra ellos, dieron muerte a Amílcar en persona y a un gran número de los que estaban defendiéndolo. 
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