Se acaba el Invierno. Cuando cae la tarde ya no vemos miles de estorninos oscureciendo el cielo. La primavera se aproxima sigilosamente y muchas aves que pasaron el invierno en la cálida costa mediterránea, ahora vuelan hacia Septentrión, buscando ambientes más frescos. Al mismo tiempo, otras muchas que invernaron en África irán llegando en las próximas semanas a este maravilloso enclave. Rodeado por un entorno humanizado, el Salar de los Canos, probablemente el humedal más importante del Levante Almería, se constituye como un refugio para gran variedad de especies de aves.
Comenzamos bien temprano,
antes del amanecer (un buen madrugón para vivir la vida en
plenitud), cuando las tinieblas nocturnas aún no se han retidado.
Las luces de la ciudad iluminan, desde lejos, mis primeros pasos. En
estos momentos de cierto nerviosimos no puedo dejar de preguntarme:
¿Cuántas especies puedo observar una larga mañana de sábado?
¿Cuántas será capaz de indentificar?. ¿A cuántas podré
fotografiar con nitidez?.
Amanece. Planeamos (y lo
conseguimos) llegar al Salar de los Canos antes del amanecer,
queremos disfrutar del despertar de las criaturas diurnas, momento
que se solapa con la retirada de los noctámbulos; pequeños (y
medianos) mamíferos (zorros, conejos, liebres, tejones y jabalíes)
que prefieren pasar las horas de luz ocultros en madrigueras,
oquedades o cualquier especio (o reducto) que les sirva de
escondrijo. Antes de que arrancase el día, cuatro garcetas, cuyo
plumaje blanco contrasta con el oscuro cielo. Comenzamos.
La obra inacabada y
abandonada (esperemos que nunca retomada) por el hombre, es devorada
por las ansias incontenibles de la Naturaleza. Un espacio natural,
que como aquella aldea de irreductibles galos, resiste con tenacidad
a las urbanizaciones que lo rodean.
Una balsa de
riego es refugio seguro y cómodo para las anátidas. En este caso
una pareja de Ánades Reales (Anas platyrhynchos).
Cañaverales y
carrizales conforman la cubierta vegetal de este entorno salino. En
su interior encuentran acomodo gran cantidad de aves, así como
pequeños reptiles y anfibios. Esta vegetación desarrollada en
saladares litorales se encuentra formada por comunidades vegetales
cuyas plantas presentan una excepcional adaptación al alto grado de
salinidad del suelo.
En el cercano
pinar, perfectamente integrado en el entorno del Salar, un conejo
(Oryctolagus cuniculus) aprovecha las primeras luces del día
para comer un poco antes de regresar a su madriguera. El Conejo Común
está presente prácticamente en toda Europa y forma, junto a la
liebre, el orden de los lagomorfos. La presencia de conejos por aquí
parece confirmar la existencia del zorro (Vulpes vulpes).
Rapaz. Me sobrevuela una
rapaz de pequeño tamaño, a suficiente velocidad, como para que mi
cámara no pudiese atraparla. ¿Un cernícalo vulgar (Falco
tinnunculus)?. Si así fuese, podría tratarse de uno de los
ejemplares que he observado varias veces en los postes y cables de la
cercana carretera que une las localidades de Vera y Garrucha.
Tórtolas turcas
(Streptopelia decaocto) y palomas torcaces (Columbus
palumbus) llevan un rato revoloteando y graznando. Inconfundibles
tanto por sus voces, como por el olor de sus excrementos. La paloma
torcaz ha aprendido a sacar provecho de los ambientes humanizados, al
igual que la tórtola turca que ha experimentado un considerable
aumento de sus poblaciones en las últimas décadas.
El Pino piñonero (Pinus
pinea) es uno de los árboles más extendidos en el área
mediterránea, un especie que muestra una preferencia especial por
los suelos arenosos próximos a la costa. Mi infancia y adolescencia
transcurrió entre los pinares de Puerto Real, mi rincón del mundo
en la Bahía de Cádiz.
De la infancia a la
madurez. Vera, dominada desde la altura por el Espíritu Santo que
corona el cerro, hoy por hoy, mi localidad de residencia, y en
ciertos aspectos, mi pueblo de adopción, va despertando esta mañana
sabatina, clara y soleada.
Un Serín Verdecillo
(Serinus serinus) encaramado a un espino. A estas horas sus
brillantes colores aún está apagados. Se va aproximando la
primavera y los machos comienzan sus exhibiciones prenupciales.
Sobre la farola, aún
encendida, el más bello y elegante de los córvidos, la Urraca (Pica
pica), parece un mosquetero alado. Una ave con gran capacidad de
adaptación es capaz de alimentarse casi, de cualquier cosa y en los
más variados ambientes.
El cazador alado del
humedal, el Aguilucho Lagunero (Circus aeruginosus) sobrevuela
el dorado carrizal, su jornada acaba de comenzar.
Huella sobre la sal. ¿Un
cánido? ¿Perro o Zorro?
Una focha común
(Fulica atra) nadando con parsimonia sobre un espejo.
Fochas, cucharas,
malvasías, cormoranes, porrones, zampullines y gaviotas . . . el
humedal rebosante de vida y en plena efervescencia.
Al pequeño, enérgico y
errático zampullín chico (Thachybaptus ruficollis) le gusta pasar
el invierno en nuestra tierra. Algunos individuos son residentes,
otros están de paso.
Tiempo de amor y
complicidad.
Las parejas de
Pato Cuchara o simplemente Cuchara Común (Anas clypeata)
ejecutan una sencilla, y a la vez, apasionada danza. Unas diez
parejas bailando al mismo ritmo. El compás lo marca la Naturaleza.
Los colores de la vida.
El pico azul, que luce
pletórico, el macho de Malvasía Cabeciblanca (Oxyura
leucocephala) es uno de los distintivos más espectaculares de
entre todas las anátidas. Se trata de un pato buceador propio de
hábitats de agua dulce.
El Ánade Real o Azulón
(Anas platyrhynchos) es el más común y conocido de todos los
patos, disfruta además de amplia distribución mundial. Además de
humedales, lagos y lagunas, es habitual verlo en parques y jardines
con estanques.
El porrón común
(Aythya ferina) es uno de los más genuinos representantes de
un grupo variopinto de aves conocido como patos buceadores. Es otro
de los habituales del Salar de los Canos.
Un gorrión común
(Passer domesticus) agazapado. Aunque evolucionó como
insectivoro, posteriormente desarrolló la capacidad de alimentarse
prácticamente de todo lo que encuentre, desde gusanos y frutos,
hasta sobras de la cocina. Esta adaptación le ha permitido prosperar
en diferentes regiones del planeta.
La
bellísima Garza Real (Ardea cinerea) es especialista en la
pesca con arpón. Su figura grande y gris no pasa desapercibida para
el observador.
Esquivo y enigmático, el
Calamón Común (Porphyrio porphyrio) pertenece a la familia
de los Rálidos. En esta ocasión escapó del objetivo de mi cámara.
Estas
golondrinas (Hirundo rústica) son las últimas de un nutrido grupo
que han pasado aquí el invierno. Hace varias semanas se podían
contar por decenas. Estas que toman plácidamente el sol no tiene
prisa por abandonar el humedal y encarar el largo periplo migratorio
hasta latitudes más frescas.
El vuelo conjunto y
acompasado de las Garzas Reales.
Las Garcetas
(Egretta garzetta) toman posesión de un islote en medio de la
laguna. Aquí se encastillan y se hacen fuertes.
Esta silueta es
inconfundible. Los primeros flamencos (Phoenicopterus ruber)
empiezan a dejarse ver. Alto y esbelto, el flamenco es un gran
especialista en alimentarse en lagos y humedales de gran
concentración salina. Por otro lado, estas aguas contienen
suficiente alimento para satisfacer las necesidades de un nutrido
grupo de aves. El flamenco sorbe agua y en el interior de su pico
unas finas placas, llamadas lamelas, sirven para filtrar los pequeños
organismos con los que se nutre.
El Colirrojo Tizón
(Phoenicurus ochruros), morador habitual de los suelos,
intenta pasar desapercibido. El movimiento tembloroso de su cola es
uno de sus distintivos característicos.
En una mañana fría y
ventosa, las gaviotas reidoras (Chroicocephalus ridibundus), que van
oscureciendo su rostro, encuentran refugio y acomodo en el interior
de la laguna. Esta especie se encuentra cómoda formanda grandes
colonias de cría.
Un
verderón, galán y seductor, canta su serenata a plena luz del día.
El Verderón Cómun (Chloris chloris) macho intenta atraer a
la hembra exhibiendo su capacidad de vuelo.
La Cerceta Común
(Anas crecca), uno de los patos más pequeños que existen,
luce una llamativa gama de colores en su plumaje. La Cerceta suele
buscar la protección que le ofrece la vegetación que crece en
estanques poco profundos, por este motivo suele pasar desapercibida.
La Gallineta Común
(Gallinula chloropus) se mueve con gran habilidad por las
orillas cubiertas de vegetación buscando protección y sustento.
Cauta ave ribereña tiene la capacidad de aprovechar hasta el más
ínfimo afloramiento de agua dulce, por eso es frecuente encontrarla
también en estanques de pueblos y ciudades. Incluso en Eurodisney he
podido encontrar alguna.
Una panorámica
general del Salar de los Canos. Los cerros circundantes, el arenal
que recuerda a una playa, los carrizos y al fondo la laguna llena de
vida.
Alcaudón Real
(Lanius meridionalis) el pequeño príncipe de las estepas y
de los espacios abiertos, luce todo su esplendor bajo el Sol de
Mediodía. Este hábil cazador realiza desplazamientos cortos de una
percha de vigilancia a otra, desde las que se abalanza sobre sus
pequeñas presas.
Estos días que se cumple el 40 Aniversario de su desaparición, no podemos dejar de recordar al maestro Félix Rodríguez de la Fuente.
Rastros de la ruta
nocturna de los jabalíes (Sus scrofa) que se aproximan a las
mansas aguas del saladar. Todo el suelo revuelto por los marranos
silvestres y montaraces.
La garceta adopta una
característica posición cuando vuela. Cuello retraído, patas
estiradas.
Más huellas,
más rastros. Jugamos a ser detectives de la Naturaleza.
El diminuto
Chorlitejo Chico (Charadrius dubius), al
que resulta ciertamente complicado seguir el ritmo, corretea entre
las plantas. El amarillo ocular amarillo facilita su identificación.
Las largas patas rojas sostienen el cuerpo ligero de la
Cigüeñuela (Himantopus himantopus), habitual en las aguas
someras como estas.
La Garza Real tienen a
formar colonias estables. Esta colonia asentada en el Salar de los
Canos cuenta con aproximadamente treinta individuos.
Medio día, la
rapaz extiende sus alas y levanta el vuelo. Con elegancia, y ciertas
dosis de orgullo aristocrático, escudriña desde el aire su
territorio de caza. El Aguilucho Lagunero es el Señor absoluto de
estos dominios. A esta hora del día compite con el mismo Sol por su
posición en los cielos de Vera.
Paciente e impasible, como siempre, la Tarabilla Común
(Saxicola torquatus ) se
sitúa en su atalaya. Nunca falta a nuestra cita.
El Tarro Blanco (Tadorna tadorna) gusta alimentarse en estas
aguas someras, su cuerpo rechoncho contrasta con el de los menudos
limícolas. Captura pequeños bivalvos, crustáceos, larvas de
insecto y algas.
La Aguja Colinegra (Limosa limosa)
utiliza su largo pico para buscar alimento en el limo.
Otro
limícola. ¿Un andarríos?
Agua y
vida. Además de las especies fotografiadas, esta larga mañana de
Marzo se dejaron ver un cernícalo, un petirrojo, algunos mirlos, un
par de lavanderas blancas, varios cormoranes y una pareja de patos
colorados.
Este Salar de los Canos, con su belleza paisajística y su rica diversidad faunística, es mucho más de lo que se intuye a simple vista.
Sábado 7 de Marzo de 2020
desde antes el amanecer (6.45)
hasta bien pasado el medio día
(15.00).