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sábado, 21 de marzo de 2020

UNA INTENSA MAÑANA DE SÁBADO EN EL SALAR DE LOS CANOS.




Se acaba el Invierno. Cuando cae la tarde ya no vemos miles de estorninos oscureciendo el cielo. La primavera se aproxima sigilosamente y muchas aves que pasaron el invierno en la cálida costa mediterránea, ahora vuelan hacia Septentrión, buscando ambientes más frescos. Al mismo tiempo, otras muchas que invernaron en África irán llegando en las próximas semanas a este maravilloso enclave. Rodeado por un entorno humanizado, el Salar de los Canos, probablemente el humedal más importante del Levante Almería, se constituye como un refugio para gran variedad de especies de aves. 


Comenzamos bien temprano, antes del amanecer (un buen madrugón para vivir la vida en plenitud), cuando las tinieblas nocturnas aún no se han retidado. Las luces de la ciudad iluminan, desde lejos, mis primeros pasos. En estos momentos de cierto nerviosimos no puedo dejar de preguntarme: ¿Cuántas especies puedo observar una larga mañana de sábado? ¿Cuántas será capaz de indentificar?. ¿A cuántas podré fotografiar con nitidez?.



Amanece. Planeamos (y lo conseguimos) llegar al Salar de los Canos antes del amanecer, queremos disfrutar del despertar de las criaturas diurnas, momento que se solapa con la retirada de los noctámbulos; pequeños (y medianos) mamíferos (zorros, conejos, liebres, tejones y jabalíes) que prefieren pasar las horas de luz ocultros en madrigueras, oquedades o cualquier especio (o reducto) que les sirva de escondrijo. Antes de que arrancase el día, cuatro garcetas, cuyo plumaje blanco contrasta con el oscuro cielo. Comenzamos.


La obra inacabada y abandonada (esperemos que nunca retomada) por el hombre, es devorada por las ansias incontenibles de la Naturaleza. Un espacio natural, que como aquella aldea de irreductibles galos, resiste con tenacidad a las urbanizaciones que lo rodean.



Una balsa de riego es refugio seguro y cómodo para las anátidas. En este caso una pareja de Ánades Reales (Anas platyrhynchos).


Cañaverales y carrizales conforman la cubierta vegetal de este entorno salino. En su interior encuentran acomodo gran cantidad de aves, así como pequeños reptiles y anfibios. Esta vegetación desarrollada en saladares litorales se encuentra formada por comunidades vegetales cuyas plantas presentan una excepcional adaptación al alto grado de salinidad del suelo.



En el cercano pinar, perfectamente integrado en el entorno del Salar, un conejo (Oryctolagus cuniculus) aprovecha las primeras luces del día para comer un poco antes de regresar a su madriguera. El Conejo Común está presente prácticamente en toda Europa y forma, junto a la liebre, el orden de los lagomorfos. La presencia de conejos por aquí parece confirmar la existencia del zorro (Vulpes vulpes).


Rapaz. Me sobrevuela una rapaz de pequeño tamaño, a suficiente velocidad, como para que mi cámara no pudiese atraparla. ¿Un cernícalo vulgar (Falco tinnunculus)?. Si así fuese, podría tratarse de uno de los ejemplares que he observado varias veces en los postes y cables de la cercana carretera que une las localidades de Vera y Garrucha.



Tórtolas turcas (Streptopelia decaocto) y palomas torcaces (Columbus palumbus) llevan un rato revoloteando y graznando. Inconfundibles tanto por sus voces, como por el olor de sus excrementos. La paloma torcaz ha aprendido a sacar provecho de los ambientes humanizados, al igual que la tórtola turca que ha experimentado un considerable aumento de sus poblaciones en las últimas décadas.


El Pino piñonero (Pinus pinea) es uno de los árboles más extendidos en el área mediterránea, un especie que muestra una preferencia especial por los suelos arenosos próximos a la costa. Mi infancia y adolescencia transcurrió entre los pinares de Puerto Real, mi rincón del mundo en la Bahía de Cádiz.


De la infancia a la madurez. Vera, dominada desde la altura por el Espíritu Santo que corona el cerro, hoy por hoy, mi localidad de residencia, y en ciertos aspectos, mi pueblo de adopción, va despertando esta mañana sabatina, clara y soleada.


Un Serín Verdecillo (Serinus serinus) encaramado a un espino. A estas horas sus brillantes colores aún está apagados. Se va aproximando la primavera y los machos comienzan sus exhibiciones prenupciales.


 Sobre la farola, aún encendida, el más bello y elegante de los córvidos, la Urraca (Pica pica), parece un mosquetero alado. Una ave con gran capacidad de adaptación es capaz de alimentarse casi, de cualquier cosa y en los más variados ambientes.


El cazador alado del humedal, el Aguilucho Lagunero (Circus aeruginosus) sobrevuela el dorado carrizal, su jornada acaba de comenzar.


Huella sobre la sal. ¿Un cánido? ¿Perro o Zorro?



Una focha común (Fulica atra) nadando con parsimonia sobre un espejo.



Fochas, cucharas, malvasías, cormoranes, porrones, zampullines y gaviotas . . . el humedal rebosante de vida y en plena efervescencia.



Al pequeño, enérgico y errático zampullín chico (Thachybaptus ruficollis) le gusta pasar el invierno en nuestra tierra. Algunos individuos son residentes, otros están de paso.



Tiempo de amor y complicidad.





Las parejas de Pato Cuchara o simplemente Cuchara Común (Anas clypeata) ejecutan una sencilla, y a la vez, apasionada danza. Unas diez parejas bailando al mismo ritmo. El compás lo marca la Naturaleza.



Los colores de la vida.



El pico azul, que luce pletórico, el macho de Malvasía Cabeciblanca (Oxyura leucocephala) es uno de los distintivos más espectaculares de entre todas las anátidas. Se trata de un pato buceador propio de hábitats de agua dulce.



El Ánade Real o Azulón (Anas platyrhynchos) es el más común y conocido de todos los patos, disfruta además de amplia distribución mundial. Además de humedales, lagos y lagunas, es habitual verlo en parques y jardines con estanques.



El porrón común (Aythya ferina) es uno de los más genuinos representantes de un grupo variopinto de aves conocido como patos buceadores. Es otro de los habituales del Salar de los Canos.



Un gorrión común (Passer domesticus) agazapado. Aunque evolucionó como insectivoro, posteriormente desarrolló la capacidad de alimentarse prácticamente de todo lo que encuentre, desde gusanos y frutos, hasta sobras de la cocina. Esta adaptación le ha permitido prosperar en diferentes regiones del planeta.





La bellísima Garza Real (Ardea cinerea) es especialista en la pesca con arpón. Su figura grande y gris no pasa desapercibida para el observador.



Esquivo y enigmático, el Calamón Común (Porphyrio porphyrio) pertenece a la familia de los Rálidos. En esta ocasión escapó del objetivo de mi cámara.





Estas golondrinas (Hirundo rústica) son las últimas de un nutrido grupo que han pasado aquí el invierno. Hace varias semanas se podían contar por decenas. Estas que toman plácidamente el sol no tiene prisa por abandonar el humedal y encarar el largo periplo migratorio hasta latitudes más frescas.



El vuelo conjunto y acompasado de las Garzas Reales.




Las Garcetas (Egretta garzetta) toman posesión de un islote en medio de la laguna. Aquí se encastillan y se hacen fuertes.




Esta silueta es inconfundible. Los primeros flamencos (Phoenicopterus ruber) empiezan a dejarse ver. Alto y esbelto, el flamenco es un gran especialista en alimentarse en lagos y humedales de gran concentración salina. Por otro lado, estas aguas contienen suficiente alimento para satisfacer las necesidades de un nutrido grupo de aves. El flamenco sorbe agua y en el interior de su pico unas finas placas, llamadas lamelas, sirven para filtrar los pequeños organismos con los que se nutre.



El Colirrojo Tizón (Phoenicurus ochruros), morador habitual de los suelos, intenta pasar desapercibido. El movimiento tembloroso de su cola es uno de sus distintivos característicos.



En una mañana fría y ventosa, las gaviotas reidoras (Chroicocephalus ridibundus), que van oscureciendo su rostro, encuentran refugio y acomodo en el interior de la laguna. Esta especie se encuentra cómoda formanda grandes colonias de cría.





Un verderón, galán y seductor, canta su serenata a plena luz del día. El Verderón Cómun (Chloris chloris) macho intenta atraer a la hembra exhibiendo su capacidad de vuelo.




La Cerceta Común (Anas crecca), uno de los patos más pequeños que existen, luce una llamativa gama de colores en su plumaje. La Cerceta suele buscar la protección que le ofrece la vegetación que crece en estanques poco profundos, por este motivo suele pasar desapercibida.



La Gallineta Común (Gallinula chloropus) se mueve con gran habilidad por las orillas cubiertas de vegetación buscando protección y sustento. Cauta ave ribereña tiene la capacidad de aprovechar hasta el más ínfimo afloramiento de agua dulce, por eso es frecuente encontrarla también en estanques de pueblos y ciudades. Incluso en Eurodisney he podido encontrar alguna.



Una panorámica general del Salar de los Canos. Los cerros circundantes, el arenal que recuerda a una playa, los carrizos y al fondo la laguna llena de vida.




Alcaudón Real (Lanius meridionalis) el pequeño príncipe de las estepas y de los espacios abiertos, luce todo su esplendor bajo el Sol de Mediodía. Este hábil cazador realiza desplazamientos cortos de una percha de vigilancia a otra, desde las que se abalanza sobre sus pequeñas presas.



Estos días que se cumple el 40 Aniversario de su desaparición, no podemos dejar de recordar al maestro Félix Rodríguez de la Fuente. 




Rastros de la ruta nocturna de los jabalíes (Sus scrofa) que se aproximan a las mansas aguas del saladar. Todo el suelo revuelto por los marranos silvestres y montaraces.



La garceta adopta una característica posición cuando vuela. Cuello retraído, patas estiradas.




Más huellas, más rastros. Jugamos a ser detectives de la Naturaleza.





El diminuto Chorlitejo Chico (Charadrius dubius), al que resulta ciertamente complicado seguir el ritmo, corretea entre las plantas. El amarillo ocular amarillo facilita su identificación.



Las largas patas rojas sostienen el cuerpo ligero de la Cigüeñuela (Himantopus himantopus), habitual en las aguas someras como estas.



La Garza Real tienen a formar colonias estables. Esta colonia asentada en el Salar de los Canos cuenta con aproximadamente treinta individuos.









Medio día, la rapaz extiende sus alas y levanta el vuelo. Con elegancia, y ciertas dosis de orgullo aristocrático, escudriña desde el aire su territorio de caza. El Aguilucho Lagunero es el Señor absoluto de estos dominios. A esta hora del día compite con el mismo Sol por su posición en los cielos de Vera.



Paciente e impasible, como siempre, la Tarabilla Común (Saxicola torquatus ) se sitúa en su atalaya. Nunca falta a nuestra cita.






El Tarro Blanco (Tadorna tadorna) gusta alimentarse en estas aguas someras, su cuerpo rechoncho contrasta con el de los menudos limícolas. Captura pequeños bivalvos, crustáceos, larvas de insecto y algas.







La Aguja Colinegra (Limosa limosa) utiliza su largo pico para buscar alimento en el limo.



Otro limícola. ¿Un andarríos?




Agua y vida. Además de las especies fotografiadas, esta larga mañana de Marzo se dejaron ver un cernícalo, un petirrojo, algunos mirlos, un par de lavanderas blancas, varios cormoranes y una pareja de patos colorados.


Este Salar de los Canos, con su belleza paisajística y su rica diversidad faunística, es mucho más de lo que se intuye a simple vista.


Sábado 7 de Marzo de 2020
desde antes el amanecer (6.45)
hasta bien pasado el medio día (15.00).

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