Combarro mantiene la esencia
marinera que configuró su pequeño casco urbano y sus famosos
hórreos. Los hórreos levantados frente al mar, llevan ahí varias
décadas viendo pasar el tiempo, y cada día subir y bajar la marea.
A orillas de la ría de
Pontevedra, a los pies de la montaña, surge entre la bruma del
Océano Tenebroso, Combarro, el pueblo de los hórreos.
Esta bella localidad en 1972 fue
declarada, con todo merecimiento, Conjunto de interés artísticos
y pintoresco. Esta considerado una de las expresiones más
genuinas de la arquitectura popular gallega, que bascula entre el
huerto y el mar.
Parece ser que su denominación
está relacionada con la raíz comb- que significa valle u
hondonada.
Combarro se dispone formando una
media luna frente a la dinámica ría de Pontevedra.
El pueblo se adapta perfectamente
al entorno natural optimizando siempre los recursos disponibles. En
ese sentido las casas se levantaron sobre el borde litoral granítico
y detrás quedaban, sin edificar, las tierras de cultivo. Los
topónimos O Campo, As Veigas y A Chousa se refieren a tierra de
labranza próxima a la vivienda.
Las viviendas se disponen en
torno a un gran eje longitudinal, la rúa de San Roque en un lado, y
la Rúa (así sin más) en otro. Desde este eje parten varios
callejones que descienden hacia el mar.
En definitiva es el propio mar
quien ordena la vida del pueblo. También podemos observar las casas
que se disponen en dos cotas, o niveles, y unas sobrepasan a las
otras, de forma que maximizan la visión sobre la ría.
La Iglesia parroquial de San
Roque se alza en el centro del pueblo. Cuenta con una sola nave, una
tipología habitual en los pueblos marineros. En el interior surge el
escudo de la Corona de Castilla, pues Combarro estaba vinculado al
cercano Monasterio de Poio. Sus monjes benedictinos estaban ligados a
la Congregación de Valladolid.
Según la leyenda que ha pasado
de generación en generación, la iglesia de San Roque fue levantada
encima de un antiguo oratorio en el que se veneraba a San Roque,
santo protector contra males y enfermedades cuya imagen aparece
representada en el reverso del cruceiro situado en el atrio de la
iglesia.
Está documentado por la propia
iglesia que tanto Combarro, como la cercana isla de Tambó estuvieron
vinculadas desde el siglo XII al monasterio benedictino de Poio,
mediante donación de la reina Urraca. Con San Roque los vecinos de
Combarro lograron independizarse del control de la parroquia de San
Xoan de Poio y de su monasterio, y se constituyeron como parroquia
principal.
El hórreo es una construcción
que sirven para complementar las dependencias de la vivienda. En
ellos se guardan los productos del campo, especialmente el maíz, el
cereal más importantes desde el siglo XVII. Los hórreos más
suntuosos son del siglo XVIII y los más modernos del XX.
Existen unos sesenta hórreos y
los de mayor tamaño se sitúan al borde del mar. Esta estampa es la
carta de presentación de Combarro.
Junto al hórreo el Cruceiro es
el otro elemento característico del medio rural gallego. Los
antropólogos vinculan su existencia a cultos precristianos a las
deidades protectoras del Camino (o los caminos). Y es ahí donde los
encontramos, en el borde de los caminos. Las mesas suelen aparecer
junto a algunos cruceiros eran engalanadas por las mujeres para la
procesión de Corpus.
El puerto, O Peirao, es el
punto neurálgico de la villa litoral de Combarro. En origen fue un
puerto de pescadores donde no sólo se desarrollaban las tareas de
descarga del pescado, sino que también era el punto de encuentro
para el intercambio de productos alimenticios. A este punto acudían
diariamente las mujeres, las auténticas administradoras de la
economía familiar, para comprar, vender o canjear pescado y
productos agrícolas. Como espacio central de la vida cotidiana de
Combarro, O Peirao, servía además como espacio para la
celebración de fiestas populares.
La tradición marinera de
Combarro dio lugar a una de las construcciones más vistosas de la
villa; las casas marineras. Se trata de pequeñas viviendas adosadas,
con elaborados trabajos de cantería, en las que destacas sus
balconadas de piedra, llamadas solainas, de estilo barroco. Todas las
viviendas se orientan al mar y poseen una planta baja dedicada al
almacén de utensilios de pesca y aperos de labranza.
La
arquitectura de estos edificios revelaba la posición social de la
familia propietaria. Las balconadas de piedra eran un signo
indicativo de la buena situación económica que disfrutaban sus
moradores. Por otro lado los marineros solían construirlas de madera
o de hierro forjado, pintado de colores muy vivos con la pintura que
les sobraba de sus barcas.
Las mareas atlánticas diarias
(pleamar y bajamar) vivifican el entorno y marcan el ritmo vital de
hombres y mujeres que se dedican en cuerpo y alma al mar. Cuando se
retiran las aguas comienza la jornada de las mariscadoras.
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