Caminando por el Séptimo Círculo del Infierno, lugar donde eran castigados con saña los que en vida se condujeron con excesiva violencia, y guiado por el centauro Neso, Dante Aligheri encontró un alma de cabellos negros, Ezzelino III da Romano. Este capitán de tropas vivió un tiempo en que el mando de un ejército disciplinado, podía otorgar a un general valiente y sin escrúpulos, el gobierno de una tierra. Si además tenía poderosos aliados, el éxito estaba asegurado. En la Italia de la Plena Edad Media surgieron muchos de estos señores de la guerra, hombres de fortuna dispuestos a todo con total de poseer un palmo más de tierra. Conocido como “el feroz”, Ezzelino III fue aliado, protegido y yerno del emperador Federico II, con cuya hija, Selvaggio, contrajo matrimonio. Gibelino, quizá por conveniencia más que por convicción, Ezzelino puso bajo sus pies prácticamente todo el Véneto, al que arrasó a sangre y fuego, logrando el dominio de Trento, Vicenza, Verona, Bassano, Padua y Brescia. Tal fue su poder que se convirtió en un durísimo escollo para la poderosa República de Venecia. En 1250 murió su protector, el emperador Federico y poco después fue acusado de herejía por el papa Alejandro IV. Pero Ezzelino siguió combatiendo con diversa fortuna hasta el final de sus días.