Un vetusto puente de piedra
utilizado desde hace centurias, insertado perfectamente en un típico
paisaje costero gallero, rodeado de montañas por las que escalan
callejuelas, casas de piedra y hórreos de bella obra, sus cimientos
pétreos se hunden en el cieno y forman parte de un variado y rico
ecosistema. Millones de pisadas nos antecedieron y otras tantas
vendrán detrás.
Este puente fue conocido desde la
Edad Media como Ponti Sancti Pelagii de Luto y fue durante siglos el
único paso entre Arcade en Soutomaior y Ponte Sampaio en Pontevedra.
144 metros de puente sustentado por diez arcos.
Dada su antigüedad y debido a su
carácter estratégico defensivo, el puente está cargado de
historia, y de historias que contar, escenario mudo de muchos
acontecimientos vividos desde su construcción.
En tiempos del obispo Gelmírez –
o Xelmírez – allá por el siglo XII, este lugar fue un punto clave
para comunicar las tierras de Tui, al sur del Reino de Galicia con
los dominios del Arzobispado de Compostela. El propio arzobispo tuvo
que mediar para que se eliminase el pontazgo impuesto por los Condes
de Borgoña a todos aquellos que quisieran cruzarlo.
En el siglo XX fue escenario de
una batalla entre el ejército popular gallego y las tropas del
mariscal francés Ney.
Desde que comenzaron las
peregrinaciones a Santiago de Compostela, Pontesampaio es lugar de
paso obligado para los caminantes que vienen siguiendo la ruta
portuguesa.
Un precioso pueblecillo marinero
que crece desde la orilla de la ría hasta la montaña. Es el paisaje
que uno espera encontrar por estos lares, calles de pendiente
pronunciada, gruesos muros, hórreos y algún cruceiro. Pero lo que
configura todo el pueblo es el famoso pueblo (del que ya hemos
escrito), una obra medieval que muestra diez arcos con bóveda de
sillería que están asentados sobre tajamares bajos y fuertes, que
imprimen un carácter de fortaleza eterna.
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