La palabra
laberinto cobra todo su significado en la medina de Meknes, calles
empinadas, sucias, un tanto pestilentes, paredes desconchadas y casas
semiderruidas, solares abandonados y polvorientos, callejones
oscuros, tenderetes, rejas y contraventanas de madera, y gente, mucha
gente por todos lados. Es imposible configurar un plano mental de la
medina, aquí lo difícil es no perderse.
Una medina
muy bien conservada, con sus sabats (pasadizos cubiertos), los
zocos, organizados por gremios, la madraza Inania y la gran mezquita
del siglo XVI, cuyo minarete domina los cielos.
Entre las
actividades gremiales tradicionales de Meknes destacan las labores
del cobre, hierro forjado, damasquinado, pinturas sobre madera de
cedro y los bordados.
Pastelitos
de miel y almendras, mazorcas asadas, caracoles guisados (como los
que hacen en Puerto Real), zumos de frutas y de caña de azúcar,
fuerte olor a jengibre y a cilantro fresco, músicos y encantadores
de serpientes, tahúres y timadores, café noir y té con menta,
pequeños coches de caballos de estilo rococó, grajos y cigüeñas,
gente acojedora y hospitalaria, gatos montaraces que se hacen dueños
de cualquier edificio abandonado, balcones de madera, rejas y
contraventanas talladas con gusto, azulejos verdes de diferentes
tonalidades, muros centenarios que muestran con orgullo las arrugas
de la historia, vendedores ambulantes, carnes braseadas, frutas y
verduras frescas, pan de pueblo, tenderetes de cachivaches, bazares
irreales, frutos secos y dátiles, higos y pasas, cúrcuma y azafrán,
canela y hierbabuena, alfombras y teteras, mercado de las especias,
tajín y pastela, minaretes y almenas. . .
No hay comentarios:
Publicar un comentario