41 Esta facción de los suevos se extiende hasta la parte más interior de Germania; más cerca de nosotros (sigamos ahora el curso del Danubio, como antes el del Rin) está la tribu de los hermunduros, fiel a los romanos; por esta razón, son los únicos de los germanos que mantienen relaciones comerciales, no sólo en la orilla, sino tierra adentro, en la más espléndida colonia de la provincia de la Recia. Pasan la frontera por doquier y sin guardianes, y, mientras que a los demás pueblos les mostramos sólo las armas y los campamentos, a éstos les abrimos nuestras casas y fincas, porque no las ambicionan. Entre los hermunduros nace el Elba, río otrora famoso y conocido; hoy apenas se le menciona.
42 Próximos a los hermunduros viven los naristos, y, a continuación, los marcomanos y cuados. La gloria y el potencial más importante pertenecen a los marcomanos, e incluso su mismo territorio lo conquistaron valientemente tras derrotar en un tiempo a los boyos. No desmerecen la raza los naristos y cuados. Y ésta es, por así decirlo, la fachada de la Germania en la zona que la bordea el Danubio. Los marcomanos han conservado hasta nuestra época reyes de su propia nación, noble linaje de Maroboduo y Tudro (ahora soportan monarcas extranjeros), pero la fuerza y el poder de sus reyes proviene de la autoridad de Roma; raras veces reciben nuestro apoyo militar, más frecuentemente de tipo económico, aunque no por ello son menos poderosos.
43 Hacia atrás, los marsignos, cotinos, osos y buros limitan a los marcomanos y cuados por su parte posterior. De éstos, los marsignos y buros recuerdan a los suevos por su lengua y costumbres; la lengua gala de los cotinos y la canónica de los osos demuestra que no son germanos; también el que estén sometidos a tributos. Los sármatas les imponen parte de tales tributos; parte, los cuados, como si fueran extranjeros; los cotinos, para mayor vergüenza, trabajan incluso minas de hierro.
Todos estos pueblos se asentaron en algunas llanuras, pero sobre todo en desfiladeros y cimas de montañas. Una cadena de montes separa y divide Suevia, al otro lado de la cual viven muchos pueblos, entre los que el nombre de los ligios es el más extendido y comprende muchas tribus. Bastará nombrar a las más poderosas: harios, helvecones, manimos, helisios, naharvalos. En el territorio de los naharvalos es notorio un bosque perteneciente a una añeja religión. La preside un sacerdote con atavío femenino, pero, según una interpretación romana, recuerdan a los dioses Cástor y Pólux. Tal es la esencia de esta divinidad; su nombre, Alcis; ninguna imagen, ninguna huella de creencia extranjera; sin embargo, se les venera como a dos hermanos, como a dos jóvenes.
Por lo demás, los harios, aparte de su fuerza, en la que superan a los pueblos citados, siendo feroces como son, favorecen su ferocidad con artimañas y aprovechando las ocasiones: con escudos negros y cuerpos untados, escogen noches muy oscuras para sus combates e infunden terror con el solo miedo que produce su aspecto de ejército espectral, sin que ningún enemigo soporte esa visión inusitada y como de otro mundo, pues en todas las batallas los primeros en ser vencidos son los ojos.
Tras los ligios están los gotones; con régimen monárquico, con una sujeción algo mayor que la de los restantes pueblos germanos, aunque no tanto como para suprimir su libertad. A continuación, nos encontramos por la parte del Océano a los rugios y lemovios. Típicos de todos estos pueblos son los escudos redondos, las espadas cortas y la sumision a sus reyes.