Vlad
III fue un hombre de frontera típico de su tiempo, con enemigos por
todos lados (húngaros, sajones, turcos), con los que se aliaba o se
enfrentaba según el momento y la necesidad, un personaje trágico
víctima del contexto geopolítico del momento y de su propio
temperamento. Para muchos Vlad III sirvió de inspiración a Bram
Stoker para su inmortal conde Drácula, y, aunque no faltan
especialistas que ponen en duda esta relación, en el imaginario
popular contemporáneo ambos personajes, el voivoda y el vampiro, son
las dos caras de una misma moneda.
Un
joven Vlad, como muchos hijos de vasallos cristianos de los otomanos,
pasó parte de su juventud en la corte turca como rehén, un tiempo
que aprovechó para aprender las formas de combatir y los métodos de
tortura orientales (¿incluso pudo acercarse a la fe islámica?). A
la muerte de su padre, Vlad II, regresó a su tierra, Valaquia, y con
apoyo del turco se proclamó voivoda (un título principesco).
En
un época turbulenta, aceptar la ayuda de los turcos significaba
ganarse enemigos entre los Cristianos, y la actitud de Vlad consiguió
enojar a uno de los hombres más poderosos en la Europa Central del
momento, Janos Hunyadi, regente del reino húngaro y experimentado
hombre de armas. Hunyadi, antiguo aliado que ordenó el asesinato del
padre de Vlad no tardó en unir las fuerzas necesarias para expulsar
a Vlad del trono. Su primer intento de reinado tan solo duró unos
pocos meses.
Durante
unos años el Empalador anduvo vagando por Europa Central buscando
apoyos para recuperar el poder perdido. Mantuvo contactos con su
primo Esteban el Grande de Moldavia y terminó recalando en la corte
de Hunyadi, que impresionado por el conocimiento que tenía sobre el
mundo turco, decidió perdonarlo y convertirlo en su aliado. El
inteligente Hunyadi sabía que tarde o temprano podía serle útil.
En ese sentido Vlad III "el Empalador" fue la mayor parte
de su vida un peón en una enorme partida de ajedrez que se estaba
jugando en el Corazón de Europa.
En
1456 Vlad volvió a sentarse en el trono de Valaquia, esta vez como
candidato húngaro. Las alianzas se habían volteado, ahora el
peligro venía de Oriente, a los turcos no gustó esta "traición"
de su antiguo protegido y vasallo. Para conservar su poder no
dudó en poner en marcha una serie de medidas brutales (posiblemente
exageradas por sus enemigos) que le granjearon pasar a la historia
con el pseudónimo de "el Empalador", su método de
ejecución favorito. Decenas de panfletos llenaron Europa con las
atrocidades perpetradas por el príncipe valaco, de la misma manera
que hoy inundan Internet, por ese motivo no vamos a extendernos sobre
ellas.
Una vez consolidado el
poder, tras eliminar a buena parte de los boyardos (nobleza) y otros
grupos "indeseables", Vlad comenzó a ampliar sus miras y
se alió con Matías Corvino, hijo de Hunyadi y Rey de Hungría. Dejó
de pagar tributo a los turcos y protagonizó una serie de acciones
bélicas contra ellos, y aunque obtuvo algunas victorias, éstas no
fueron definitivas. Como militar, Vlad Tepesh nunca estuvo a la
altura de otros paladines de su tiempo que también combatieron
contra los turcos, como el propio Hunyadi, Esteban de Moldavia o el
albanés Skanderbeg (no obstante es el más conocido de todos, y el
único que ha alcanzado la inmortalidad). Sin menospreciar la pasión
y la voluntad del voivoda, Valaquia no disponía de recursos
suficientes para sostener una larga guerra con el Imperio Otomano, y
tras conquistar brillantemente Constantinopla, Mehmet II, lanzó toda
la potencia de su ejército contra Vlad, al que nuevamente obligo a
huir de su patria, sentando en el trono a Radu "el Hermoso",
hermano del Empalador, que también había sido rehén en Turquía.
Una vez más los amigos
le abandonaban y sus enemigos de multiplicaban. Nuevamente Vlad
estaba sólo. Los boyardos, su propia gente, le tendió una trampa, y
una carta falsificada hizo que Matías Corvino encarcelase a Vlad. La
fortaleza de Visegrad, en una curva del Danubio, y alguna casa
palaciega de Pest (frente a la colina de Buda, al otro lado del
Danubio) fueron hogares de Vlad, durante su estancia en Hungría. Al
igual que su padre, Matías sabía que tarde o temprano el carácter
del valaco podría resultarle útil.
Y ese día llegó.
Matías Corvino ofreció a Vlad la mano de una mujer de su familia
(prima, hermana, sobrina) y la libertad. Presto, con ayuda de Esteban
de Moldavia, Vlad regresó a Valaquia y a golpe de espada consiguió
alcanzar el poder por tercera vez en su vida. Matías utilizó al
voivoda (más temperamental y desesperado que él mismo) para armarlo
y lanzarlo contra sus enemigos (como siglos atrás hicieron los
romanos con los germanos, o los bizantinos con los húngaros).
Pero con enemigos a ambos
lados de la frontera, la suerte de Vlad estaba echada. Una lluviosa
noche de invierno de 1476, los boyardos (siempre los boyardos)
permitieron que un ejército turco penetrase en Valaquia, y en el
choque que se produjo entre estos, y los últimos hombres fieles a
Vlad, el que llegaría a ser conocido como Drácula, murió
defendiendo su tierra y su vida.
El cuerpo de Vlad fue decapitado y su cabeza enviada a Constantinopla donde fue expuesta como trofeo. El monasterio de Snagov, en un lago cercano a Bucarest, es el lugar donde fue enterrado el Príncipe de Valaquia. Pero la supuesta tumba está vacía. Y a partir de aquí todo aparece cubierto por las brumas de la leyenda.
Mal diplomático se ganó enemigos por todos lados, incapaz de forjar una alianza en condiciones. Un personaje interesante desde lo literario pero muy sobredimensionado desde un punto de vista histórico.
ResponderEliminarSu abuelo Mirce cel Batran y su primo Stefan cel Mare, fueron mejores gobernantes que él, y son personajes más destacados y decisivos en la historia de su país
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