El
románico penetró en la Península Ibérica a través de los
Pirineos, o tal vez ¿salió a Europa a través de ellos?. Poco
importa. El caso es que condados y reinos cristianos vieron en este
nuevo estilo un instrumento de acercamiento internacional, una manera
de estrechar lazos y un elemento para reforzar ideológicamente el
Cristianismo frente al Islam.
Precisamente
en los Pirineos, esa frontera osmótica entre España y Europa,
encontramos algunos de los ejemplos más primitivos del románino
ibérico, de austera sencillez, liso, escasamente ornamentado y
prácticamente funcional. Tal es el caso de la Iglesia de Santa
Coloma en Andorra La Vella.
Estas
primeras construcciones no buscaban maravillar, ni mostrar la Gloria
Divina, ni siquiera recordar al ser humano su finitud. Mas al
contrario eran lugares donde reunir a los pocos aldeanos que acudían
a oir misa y buscar refugio en las cálidas palabras de un sacerdote
rural.
Un
alto campanario de planta redonda, de influencia lombarda, fechada en
los primeros momentos de un estilo sobrio y firme desde su
nacimiento, es el elemento más destacado de este pequeño templo.
Los
albañiles de Lombardía tenían justa fama de hábiles constructores
y durante casi todo el siglo XI sus talleres ambulantes participaron
en la construcción (o reconstrucción) de las iglesias de gran parte
de Europa (Cataluña, Rosellón, Languedoc, Provenza, Borgoña,
Renania). Esto nos lo cuenta la documentación de la época y propias
iglesias, pues el estilo lombardo presenta gran uniformidad: una
planta sencilla formada por una nave y laterales, cubierta de madera
y muros a base de aparejo rústico con piedras partidas a martillo.
En
el interior destaca al arco triunfal en forma de herradura, decorada
con los restos de la obra pictórica románica del Maestro de Santa
Coloma. El motivo central es uno de los iconos más representativos
del estilo románico; el Cordero Místico (Agnus Dei).
Rodeada
por restaurantes, carreteras, casinos y gasolineras, el mundo parece
haberse olvidadeo de ella, y son pocos los visitantes que detienen su
marcha para acercarse a verla. Tanto mejor. Es una auténtica gozada
visitar lugares como este totalmente olvidado por la mayoría de los
turistas (con y sin cámara). Santa Coloma me ha vuelto a mostrar
(una vez más) lo maravilloso del arte románico más autentico,
enclavado en pequeños núcleos de población y en plena naturaleza.
No hay comentarios:
Publicar un comentario