Los retratos romanos
alcanzaron altísimas cotas de perfección y belleza, tal y como
podemos comprobar en este retrato femenino del siglo II. Barbilla
redondeada, larga y bien peinada melena, delicadeza en la mirada,
otorgan personalidad a la piedra.
Indudablemente la belleza siempre es belleza.
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