Hacia el siglo IX los diferentes pueblos eslavos comenzaban a salir de las tinieblas de su protohistoria y empezaban a formar sus primeras entidades estatales, y el Cristianismo podía ser un buen aglutinante para cimentar sus bases. Lo mismo debieron pensar en Bizancio, sería muy positivo atraerse a los nuevos señores de Centroeuropa antes de que cayesen bajo la órbita de los Francos.
Ratislav
I, príncipe y señor de la Gran Moravia, cuando los francos, vecinos
malavenidos, se aliaban con unos recién llegados búlgaros, buscó
rápidamente el apoyo del Imperio Bizantino. El mensaje que Ratislav
hizo llegar al emperador Miguel III rezaba así: "Han llegado a
nosotros muchos anunciadores del cristianismo desde Italia, Grecia y
Germania y nos han enseñado de formas diversas. Pero nosotros los
eslavos somos un pueblo simple y no tenemos quien nos guie hasta la
verdad y nos la haga comprender. De modo que, ¡oh gran señor!,
envíanos a un hombre que nos sepa enseñar el conjunto de la ley"
(Vita Methodii, 5).
El
emperador Miguel III y el patriarca Focio comprendieron enseguida la
oportunidad que se les brindaba de fortalecer la orientación
imperial hacia el mundo eslavo. A tal fin decidieron enviar a Moravia
a Constantino y Metodio.
Constantino
y Metodio eran dos hermanos originarios de Tesalónica, filósofo el
primero, monje el segundo, miembros de una familia noble, vinculados
a la administración y con una larga experiencia como diplomáticos
entre los árabes y los jázaros. Y lo más determinante, conocedores
de la lengua eslava.
La
clave del éxito de esta misión evangelizadora de los eslavos fue la
elaboración de un alfabeto idóneo y adaptado para transcribir las
particularidades fonéticas de las lenguas eslavas. De esta manera
nació el alfabeto glagolítico, antecedente y precursor, del que
posteriormente sería conocido como Alfabeto Cirílico.
La
separación de las lenguas eslavas aún no habia comenzado, por lo
que la eficacia del nuevo alfabeto fue total. De esta manera era
posible hacer llegar la palabra de Dios a todos los grupos eslavos.
Una
vez en Moravia, los misioneros Constantino y Metodio se encargaron de
educar a los fieles y de formar a los futuros sacerdotes, que iban a
formar la columna vertebral de la institución eclesiástica.
Se
tradujeron los libros del Antiguo y del Nuevo Testamento, numerosos
textos latinos y griegos y se introdujo una nueva liturgia en lengua
eslava. Según el propio Cirilo, los eslavos pudieron contarse "entre
las grandes naciones que alaban a Dios en su propia lengua"
(Vita Constantini, XIV, 16). Desde este momento la lengua eslava
contará con tradición escrita propia y se verá enormemente
enriquecida por un patrimonio léxico y conceptual procedente de la
excelsa lengua griega.
Todo
esto no gustó a los francos, que fueron conscientes de que los
eslavos comenzarían a mirar hacia Oriente, perdiendo la posibilidad
de captarlos para engrandecer su propia iglesia. El clero y el
episcopado de Baviera pusieron el grito en el cielo y elevaron al
Papado su más enérgica protesta. Utilizar la lengua eslava para la
liturgia era poco menos que una herejía. El mismo Constantino,
haciendo alarde de su ironía se refería a este asunto como la
"herejía de las tres lenguas", únicamente el griego, el
latín y el hebreo eran lenguas lícitas para celebrar los Santos
Oficios.
El
papa Nicolás I con una visión más realista y globalizadora, que
los prelados francos, invitó a los hermanos misioneros a que
acudieran a Roma, para debatir sobre el asunto. Cuando Constantino y
Metodio llegaron a la Santa Sede, Nicolás había fallecido, pero su
sucesor, Adriano II, de la misma opinión que el primero, brindó una
solemne acogida a los Apóstoles de los Eslavos, apoyó su labor
evangelizadora y autorizó el uso litúrgico de la lengua eslava.
Metodio
y algunos de sus seguidores fueron ordenados sacerdotes, mientras la
edad y el cansancio hacían mella en la salud de Constantino.
Consciente de que se acercaba su final, Constantino se retiró a un
monasterio romano, cambió su nombre por el de Cirilo, realizó
profesión de fe y murió el 4 de febrero de 869.
La
obra Vida eslávica de Constantino, relata la solemnidad que rodeó
el funeral romano de Cirilo: "Ordenó el Apostólico - esto es,
el Papa - que todos los griegos que se hallaban presentes en Roma y
los romanos, llevando cirios en las manos, congregados en torno a su
cuerpo, entonasen cánticos y que sus exequias se celebraron con
igual solemnidad que si fueran por el mismo papa; y así se hizo".
Muerto
Cirilo, Metodio continuó con su misión evangelizadora, con el apoyo
de Roma, hasta que también le alcanzó la muerte. La tarea de
convertir a todos los eslavos quedaba inconclusa, sus sucesores
tenían un gran trabajo que realizar, pero las traducciones y el
alfabeto inventado por los dos hermanos, fueron el instrumento
perfecto para llevar el Cristianismo a todos los pueblos que hablaban
esa lengua.
En 1980 el papa Juan Pablo II elevó a Cirilo y Metodio
a la categoría de Patronos de Europa con la "Carta Apostólica
Egregiae Virtutis; ."[...] constituyo y declaro celestes
Copatronos de toda Europa junto a Dios a los Santos Cirilo y Metodio,
concediendo además todos los honores y privilegios litúrgicos que,
según derecho, competen a los principales Patrono locales".
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