Utrecht
se encuentra situada en un lugar estratégico a orillas del Rin, una
de las más importantes vías de comunicación de Europa
Septentrional. En origen fue una fortaleza romana y después, ya en
la Edad Media, se convirtió en un gran centro comercial productor de
lana y que además, exportaba ganado vacuno de raza frisona. Otra de
las particularidades de Utrecht, es que está construida en una
región ligeramente más elevada que el resto de los Países Bajos,
lo que indudablemente contribuyó a su desarrollo y éxito.
Willibrod
fue un misionero inglés que en el siglo VII se estableció en
Utrecht, ayudando al triunfo del cristianismo en la zona, y
erigiéndose en el primer obispo de la región por decisión del papa
Sergio I. Desde este momento la ciudad se convirtió en la residencia
del obispo, sumando a su importancia estratégica y comercial, ser un
centro religioso de gran influencia. El propio rey de los francos
cedió, en 723, la fortaleza de Utrecht y sus tierras circundantes a
la jerarquía eclesiástica.
Durante
los agitados años de la expediciones vikingas, Utrecht sufrió un
brutal ataque en el 857. Los rudos hombres del norte destruyeron
puertas y muros, saquearon viviendas y diezmaron a la población. Por
un tiempo fue utilizada como base para otros saqueos.
En
el año 965 el infatigable viajero (y escritor) hispano-judío,
Ibrahim ibn Ya'qub, describe como la economía de Utrecht no se
basaba en el cultivo, sino en los rebaños, la lana y las capas
frisonas. Además hace referencia al uso de turba en lugar de leña.
En esta época Utrecht es un centro comercial de primer orden.
En
1122 los habitantes de Utrecht pudieron adquirir derechos de
ciudadanos, consiguiendo una administración e ingresos propios y
permiso para construir una muralla alrededor del casco urbano. La
construcción de puertos, canales y muelles, favorecieron el
desarrollo del comercio y el despegue económico de la ciudad. De
esta manera se fue convirtiendo en la ciudad más próspera de los
actuales Países Bajos, durante la Baja Edad Media.
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