La paranoia del control
absoluto sobre todo. Controles de pasaporte, fotografías, billetes y
mochilas cada pocos metros. Un despropósito de política estatal
empeñada en dirigir cada minuto de la vida de sus ciudadanos, con
cámaras situadas en cada rincón del país. Un Gran Hermano a lo
bestia. Aquí incluso los baños son colectivos, la privacidad es
prácticamente inexistente. El funcionamiento de las estaciones de
trenes es similar al de un aeropuerto, con checking, registro, sala
de espera y puertas de embarque, tocada de pelotas y todo tipo de
parafernalias exasperantes.
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viernes, 18 de octubre de 2019
jueves, 13 de septiembre de 2018
HUTONGS, LOS VIEJOS BARRIOS DE PEKÍN.
Las antiguas casas que se amontonaban formando abigarrados barrios en el centro de Pekín - llamados Hutongs - se organizaban (como en nuestro Mediterráneo) alrededor de un patio, hoy muchas de ellas han sido abandonadas, y otras subsisten gracias al turismo.
Los hutongs son las callejuelas del barrio antiguo de Beijing (o Pekín) y cuentan, para quién quiere oír fábulas, que sus habitantes eran los descendientes de la familia imperial. Lo que si es cierto es que durante siglos estas eran las viviendas de los funcionarios imperiales, los famosos mandarines.
La propia vivienda marca claramente quién era su morador. Cuantos más escalones tiene la puerta de la casa, mayor era la categoría social del inquilino.
La decoración indica el cometido de su morador. La decoración redonda, un tambor de guerra, se refiere a un militar. La decoración cuadrada, la caja donde se guardan los libros, señala que aquí vivía un burócrata.
Los leones, felino regio por antonomasia, simbolizan la vivienda de un príncipe.
La casa tradicional estaba formada por un patio y una serie de habitaciones a su alrededor. Los muros gruesos protegen de los gélidos vientos que soplan del Norte.
Típica y tradicional habitación nupcial, con el rojo como color dominante: el color del traje de la novia, del matrimonio y de la alcoba donde se consumará la unión.
Este tipo de viviendas tienen más de quinientos años de antigüedad y las familias autóctonas, tradicionales de Pekín, tienen sus hogares en estas casas. Aquí podemos rastrear el origen del poblamiento de Pekín.
Pájaros, conejos, ranas y grillos son animalillos corrientes en estos patios.
Cuando llegó al poder, Mao entregó estas casas a la gente más humilde del pueblo.
Las casas tienen forma cuadrangular por la concepción geométrica del universo. El cielo es redondo, por tanto los templos son redondos, pero la tierra es cuadrada, y por eso las casas son cuadradas.
El sabor de lo añejo, de la tradicional, de triciclos desvencijados por callejuelas estrechas, grises y un tanto insalubres. Lo que algunos consideran “lo auténtico”. Quizá en otro tiempo. Los cascos históricos de las ciudades del Viejo Mundo hace mucho que se abrieron (léase vendieron) al turismo. Y como todo, tienes sus luces, y también sus sombras. De cualquier manera, no me gustaría perderme de noche por uno de estos callejones.
domingo, 18 de marzo de 2018
PASO DE JUYONGGAN.
A 50 kilómetros de Pekín (o Beijing, según prefieran) una de las capitales del antiguo Imperio Chino, se localiza el paso de Juyonggan, encajado en un valle de 20 kilómetros, formando una excelente defensa al noroeste de la ciudad.
viernes, 1 de septiembre de 2017
PEKÍN, CAPITAL IMPERIAL.
Pekín geográficamente está situada en la periferia (al norte) de la antigua civilización china. De hecho, la actual capital, surge como baluarte de los pueblos extranjeros que ocuparon el país entre los siglos X y XII (más o menos nuestra Edad Media). La dinastía Liao de los Kitan (907 – 1125) estableció aquí su capital meridional, una de las cinco que tenía el reino (como en la Europa feudal, una corte itinerante). Los miembros de la casa Jin, otra dinastía bárbara, intentó imitar el proyecto urbanístico de la capital de los Song septentrionales, Kaifeng.
Los mongoles conquistaron el
norte de China y arrasaron Pekín. Cinco décadas más tarde Kublai
Khan reconstruyó con esmero la ciudad para convertirla en su
flamante capital (desde este momento ha sido capital prácticamente
de modo continuo hasta el día de hoy). En este tiempo la Pax
Mongólica era una realidad y a la suntuosa corte del Gran Kan llegó
el intrépido mercader veneciano (¿tal vez croata?) Marco Polo.
Marco Polo llamó Cambaluc
(para los mongoles Dadu) a la capital que estaba construyendo el Kan,
más o menos en el centro de la actual Beijing. El inquieto mercader
escribió lo siguiente sobre Cambaluc: Hay una multitud de casas
entre el centro, la villa y los arrabales de esta ciudad; hay tantos
arrabales como puertas, y en éstos vive tanta gente como en la
ciudad. En ellos se hospedan los mercaderes que vienen a sus
negocios, y acuden en gran número a causa del Gran Khan, que hace
que la ciudad sea un espléndido mercado. Los palacios en los
arrabales y en la ciudad son también muy hermosos, pero no llegan al
del Gran Khan. En la ciudad no se entierra a ningún hombre. Y a los
idólatras los van a incinerar más allá de los arrabales; allí
también dan enterramiento a los demás muertos. En el recinto de la
ciudad no puede vivir ninguna pecadora o mujer de malas costumbres;
son las damas del gran mundo quienes sirven a los hombres por dinero,
y aun éstas viven en los arrabales. Eso sí, allí las hallaréis en
gran número: hay 20.000 cortesanas que mercan sus favores. Y son muy
necesarias por el tráfico inmenso de la ciudad. Podréis daros
cuenta de la cantidad de gente que reside en Cambaluc y pasa por
ella, por el número crecido de sus meretrices. En Cambaluc se mercan
los objetos más raros y de más valor. Primeramente, de las Indias
vienen cargamentos de alhaites, piedras preciosas, perlas finas,
joyas y preseas; son traídas a esta ciudad. De la provincia de Catai
y de los demás reinos afluyen todas las mercaderías. Naturalmente
que esto sucede por la gran cantidad de compradores y de gente allí
reunida en la corte del Gran Khan, por los huéspedes ilustres, las
damas, sus barones y dignatarios y por lo que compra el gran señor.
Cada día entran más de 1.000 carretas de sederías o de
ingredientes para fabricarlas, porque en Cambaluc se teje el paño de
oro, las bayetas de seda, los grodetures y tafetanes. En los
alrededores de la ciudad hay otras pequeñas villas que viven todas
de lo que compra la capital.
Los soberanos Ming, en especial
del emperador Yongle, embellecieron la ciudad y reforzaron su papel
de capital del Reino.
Entre la bruma y la
contaminación, el cielo pekinés aparece siempre cubierto por una
densa nube que provoca en la ciudad un aspecto plomizo. Los
rascacielos esconden sus vergüenzas detrás de este telón gaseoso.
La Plaza Tianamen, o Plaza de
la Paz Perpetua, es el epicentro neurálgico de Pekín.
El mastodóntico mausoleo de Mao Tse Tung.
El monumento a los héroes del pueblo se alza en el centro de la inmensa plaza.
China enfrentada a sí misma;
un socialismo que nadie se cree y un capitalismo agresivo. Enorme,
descomunal, gigantesca. Frente a frente, Ciudad Prohibida y Mausoleo
de Mao, tercer fundador de China tras Huang Ti y el doctor Sun Yan
Set.
La ciudad prohibida, una ciudad
dentro de la ciudad, era un inmenso conjunto palaciego donde
transcurría la vida del emperador, acompañado de su familia, su
corte, las concubinas y los numerosos funcionarios. Durante siglos
ningún ciudadano pekinés pudo entrar aquí.
Fosos, torres y murallas
separaban a los emperadores (y su corte) del molesto populacho
El pueblo chino derrocó al
imperio de los dos milenios. Nacionalistas y comunistas expulsaron a
los japoneses de su territorio patrio y tras el final de la Segunda
Guerra Mundial se enfrentaron en una cruenta guerra civil. En 1949
nace la República Popular China. La Ciudad Prohibida, residencia y
símbolo de los emperadores, sin embargo, sigue intacta. Eso sí,
bendecida por el propio Mao Tse Tung.
Hutongs es el nombre que
reciben los tradicionales barrios del centro histórico de la ciudad.
Junto al lago Houhai se encuentra uno de esos Hutongs alrededor de la pintoresca Yandai, la calle de los fumadores.
Junto al lago Houhai se encuentra uno de esos Hutongs alrededor de la pintoresca Yandai, la calle de los fumadores.
La torre de la campana
anunciaba la llegada de un nuevo día, y por tanto, del comienzo de
la jornada laboral.
La torre del tambor señalaba
el toque de queda al caer la noche. Inmediatamente después se
cerraban las puertas de la ciudad.
Una mañana cualquiera en
Pekín: contaminación, tráfico y gente, mucha gente por todos
lados.
Los soberanos chinos mandaron
construir el palacio de verano donde poder relajarse y alejarse de
los mundanos asuntos de palacio. Esta residencia se sitúa al
noroeste de Pekín.
Si los Borbones levantaron
Versalles, los orgullosos emperadores Ming no se iban a quedar atrás
y se regalaron un maravilloso lugar de recreo y descanso alrededor
del plácido lago de Kunming, el Palacio de Verano.
El emperador Yongle, que
también construyó la Ciudad Prohibida, levantó el templo del
Cielo, el espacio religioso más destacado, visitado y mejor
conservado de Pekín.
Al final nos hemos acostumbrado
a llamarla Beijing, aunque en el fondo, siempre me resultará más
bonito Pekín. Me ha sorprendido (gratamente) su modernidad y
organización. Una metrópoli inmensa que se ha abierto a codazos un
lugar entre las capitales mundiales más influyentes, en los ámbitos
económico, diplomático y militar. Y en el futuro tendrá mucho que
decir.
Beijing nocturno, nada que ver
con un paraíso socialista, aquí están en venta hasta las siglas
del partido.
La noche depara muchas sorpresas
y abre sus puertas el mercado de lo exótico, donde se pueden
degustar manjares como larvas de insecto, fetos de pájaros,
estrellas de mar o los crujientes y sabrosos escorpiones fritos. Toda
una experiencia.
Veinte millones de habitantes y
varios siglos de historia. Bicicletas (con y sin motor), triciclos
viejos que te llevan y te traen por las callejuelas del casco
histórico. Pequeños bazares y tiendas de barrio donde puedes
comprar (y regatear) casi cualquier cosa. Pekín es una ciudad
mastodóntica, moderna, pero nada cosmopolita. No es habitual
encontrar extranjeros, salvo los eventuales turistas y algunos
hombres de negocio. Y ese es uno de sus grandes atractivos.
miércoles, 30 de agosto de 2017
EMPERADOR YONGLE.
Yongle está considerado (por
muchos eruditos) el más brillante emperador de la dinastía Ming,
aunque su personalidad aparece en las fuentes marcada por la
bipolaridad; emprendedor y megalómano incurable (enfermedad típica
de los emperadores chinos), muy inteligente pero con tendencias
depresivas.
Zhu Di era el hijo de Zu Yuanzhang – fundador de la dinastía – y se convirtió en
emperador Yongle después de usurpar el trono a su débil sobrino
Jianwen. Durante su reinado acometió numerosas empresas, coronadas
por el éxito muchas de ellas; organizó un poderoso ejército y
llevó a cabo una fulgurante expansión territorial, protagonizó una
dinámica diplomática con el Tíbet, Japón, los mongoles o el
sudeste de Asia, patrocinó las flotas del tesoro y los viajes de Zheng He , promocionó una colosal enciclopedia (que no pudo ser
imprimida por su tamaño), estableció su capital en Pekín,
construyó la Ciudad Prohibida y el Templo del Cielo y sentó las
bases del absolutismo Ming.
miércoles, 3 de mayo de 2017
ZU YUANZHANG.
La historia milenaria de China
es la historia de sus dinastías, cuando una familia sustituye a otra
en el poder, comienza una nueva época. En el año 1368 un monje
budista llamado Zu Yuanzhang (o Hongwu) relacionado con la secta del
“Loto Blanco”, derroca al último emperador mongol de
Pekín (al fin y al cabo extranjeros y usurpadores), traslada la
capital a Nankín y funda una nueva dinastía, esta de origen chino,
la carismática Dinatía Ming.
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