El Carbonífero, que se
extiende aproximadamente entre 359 y 290 m.a., es el quinto periodo
de la Era Paleozoica, encajado entre el Devónico y el Pérmico.
De manera opuesta a lo
que sucede en la actualidad, las masas continentales se concentran en
el Hemisferio Sur. Gondwana, que comprende un gran conjunto de
tierras emergidas, futuras Sudamérica, África, India, Australia y
Antártida, se situaba por debajo de la línea del ecuador,
basculando alrededor del Polo Sur. Al norte de los trópicos tan solo
encontramos el protocontinente de Siberia. Geológicamente fue una
etapa de gran actividad orogénica, pues las masas que formarían el
supercontinente Pangea II se fueron aproximando, al tiempo que una
serie de movimientos tectónicos originaban los Apalaches y los
Urales (en el continente Euroamérica).
Dos grandes océanos,
Panthalassa y Paleo-Tehtys, junto con otros de menores dimensiones,
rodeaban las masas continentales completamente. Si en el final del
Devónico asistimos a un descenso del nivel de los océanos, durante
el Carbonífero se invierte esa tendencia. Bajo la superficie de
estos mares la vida continua abriéndose camino. Los invertebrados
siguen siendo los gurpos más numerosos, con los foraminíferos
(pequeños organismos unicelulares con concha) a la cabeza. También
corales, briozoos, braquiópodos, ammonites y equinodermos. Entre los
moluscos abundan bivalvos, gasterópodos y cefalópodos. Por contra,
los trilobites se encuentran en retroceso, y ya no son los únicos
dominadores de las masas de agua salada.
Dientes, espinas y
escudos óseos fosilizados, demuestran la abundancia y
diversificación de los peces. Los cestraciontes, una especie de
tiburón, se convirtieron en el grupo hegemónico entre todas las
criaturas marinas.
Tenemos una primera
parte del Carbonífero bastante cálida, con climas uniformes
tropicales y subtropicales, aunque paulatinamente la temperatura del
planeta fue descendiendo. En la etapa final se produjo la glaciación
Karoo, que continuó durante el Pérmico. Este clima húmedo y
relativamente cálido fue muy adecuado para el desarrollo de una
exhuberante vegetación y extensos bosques en zonas cenagosas.
Precisamente esos
bosques son lo más característico del período. Los gigantescos
vegetales están en el origen de los grandes yacimientos de carbón,
y por ese motivo a este periodo se le llama carbonífero. En el
Carbonífero las plantas habían colonizado toda la superficie de las
tierras emergidas, se concentran principalmente en áreas pantanosas,
y experimentan una espectacular diversificación y aumento de tamaño.
Enormes regiones cubiertas de helechos (que aparecen en este
periodo), selvas pantanosas, árboles de escamas que superan los
treinta metros de altura, juncos, gimnospermas (con complejas
estructuras reproductoras y especializadas como el polen y las
semillas) y las primeras coníferas verdaderas. Se piensa que nunca
antes ni después han coexistido en la tierra plantas de tal variedad
de formas y tamaño.
A la sombra de estos
bosques se desarrollan multitud de especies de insectos, como las
libélulas, encuentran su nicho ecológico arácnidos, miriápodos y
batracios, y hacen su aparición, por evolución de los anfibios, los
primeros reptiles, llamados a dominar el planeta durante le
Mesozoico. Uno de los grandes logros evolutivos del momento fue la
aparición del huevo amniótico, que permitió a los animales la vida
completamente independiente del agua.
Hylonomus es el reptil
auténtico más antiguo conocido.
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