Expuesta en el Museo
Provincial de Zamora, esta pequeña escultura, de medio metro escaso,
fue hallada en el pago de El Alba, al construir el canal de San José
cerca de Villalazán, al sur del Duero. El lugar en cuestión parece
corresponder con algún punto de una antigua vía romana.
La tradición ha
otorgado nombres propios a algunos ejemplares de esculturas zoomorfas
vettonas, pero resulta extraño que este ejemplar fuese conocida como
“marranita”, pues no existen evidencias visuales que hagan
suponer que se trata de una hembra.
No obstante estamos ante
una escultura ciertamente peculiar, pues está tallada en arenisca, y
no en granito, que es el material más habitual usado por los
vettones para esculpir sus verracos. Aunque le faltan las patas, los
expertos parecen de acuerdo en catalogarlo como un verraco o jabalí.
Si lo comparamos (en
tamaño) con los afamados Toros de Guisando, el de Villalazán no
pasa de ser un lechón o cochinillo. Eso sí, esculpido con una
delicadeza y profusión de detalles, ausente en la mayoría de las
escultoras vettonas. ¿Pudo el mismo artesano, formado bajo los
mismos patrones culturales, alumbrar ambas esculturas?.
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