La lujuria, el placer
carnal y la promiscuidad, pulsiones humanas, han estado ligas
históricamente (de forma real o folletinesca) a las clases
superiores, y los poderosos reyes de todo tiempo y lugar gustaban
rodearse de un nutrido grupo de cortesanas, prostitutas, concubinas y
amantes. En ocasiones una de ellas se convertía en la favorita.
Agnés de Sorel, amante
de Carlos VII de Francia, al que dio algún vástago, y conocida como
“Dame de beauté”, es la primera amante real reconocida como tal
de forma (más o menos) oficial. Es la primera de una larga lista en
las que aparecen nombres como Diana de Potiers o la princesa de
Éboli. Sus bellas formas, boca pequeñas, cabello sedoso y esbelta
figura de cines enamoró a Carlos. Pero no sólo cautivó al rey y a
parte de su corte, sino también a algunos artistas del momento como
a Jean Fouquet, que la utilizó como modelo para su cuadro “La
virgen con el niño”.
Su estrecha relación
con el monarca despertó los recelos de algunos personajillos de la
corte que decidieron acabar con su vida. En 1450, embarazada de un
nuevo hijo, Agnés Sorel murió envenenada con mercurio.
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