Perdido en el laberinto
de Buda, que atraviesa las entrañas de la colina, me topé con una
leyenda que habla del amor entre Drácula y Jusztina Szilagi, su
segunda esposa. Al parecer el romance comenzó mucho tiempo antes de
que Vlad III – el Drácula histórico – se convirtiera en
prisionero del rey húngaro. Desde muy temprana edad Drácula
frecuentaba la casa de los Hunyadi, y allí conoció a Jusztina
Szilagi, una hermosa prima de Marías, que acudía a la corte para
ser educada y medrar en lo posible. Drácula y Jusztina coincidieron
muchas veces, las miradas furtivas dieron paso a los besos fogosos,
sus corazones se encendieron y los jóvenes se enamoraron
perdidamente. Pero no era su momento y sus caminos se separaron.
A pesar de la distancia,
y los avatares vitales, el amor entre ellos nunca se apagó del todo,
ni siquiera en la complicada época en que Matías, ya convertido en
rey, se enemistó con el voivoda valaco. El momento y las
circunstacias que rodearon la boda son bastante desconocidas, tan
solo una breve referencia a la huída de Jusztina con Vlad, y una
ceremonia íntima en un lugar secreto. Después de las nupcias
Drácula tomó a su flamante esposa, la montó en su corcel y juntos
cabalgaron hasta la fortaleza de Poenari. Allí, apartados del mundo
dieron rienda suelta al amor y la pasión. Durante un tiempo fueron
felices, pero la guerra irrumpió nuevamente en el hogar de Drácula.
Valaquia había perdido
a Hungría como aliada frente a los otomanos, Vlad fue caputurado por
los hombres del rey húngaro y encerrado en una fría mazmorra de
Buda. Posiblemente en este mismo laberinto donde leí esta leyenda.
Con el paso del tiempo las condiciones del cautiverio de Vlad fueron
mejorando, y se le trasladó a una confortable casa en Pest. Mientras
Vlad era rehén de Matías, su esposa lloraba amargamente su ausencia
en la fría soledad de Poenari. Un aciago día recibió Vlad la
terrible noticia que dejó su alma ajada. Los turcos habían atacado
su castillo y una desesperada Jusztina prefirió lanzarse por la
ventana, antes que convertirse en un juguete en manos de los crueles
jenízaros. Cuentan los lugareños (o Francis Ford Coppola, eso no lo
tengo muy claro), que el río al que cayó Juzstina, pasó a llamarse
río Princesa.
Realmente no se cual es
el origen de esta leyenda, no exenta de cierta belleza trágica, pero
lo que me queda claro es que al igual que ocurre en Rumanía, también
en Hungría quieren aprovechar el tirón de la inmortal figura de
Vlad Drácula (el hombre y el vampiro).
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