Señora absoluta de una
llanura ininterrumpida, tostada por el Sol, regada por el Tormes,
compañero histórico y afluente del Duero. Universitaria y
Renacentista, una urbe moderna que intenta resguardar su pasado
medieval y aún su lejano origen vetón. Una urbe dinámica y siempre
viva que hunde sus raíces en la protohistoria (signifique lo que
signifique esa palabreja). Una Helmántica vettona (o vaccea, o sabe
Dios de quién), conquistada por Aníbal, refundada por los romanos,
prácticamene abandonada, resurgida al amparo de las conquistas
leonesas y convertida en referente cultural universal a partir del
siglo XIII. La universidad iguala a ricos y pobres, a patricios y
plebeyos, el conocimiento nunca hizo distinciones de clases (y
algunos por mucho que se empeñen nunca lograran adquirirlo). Dos
catedrales que conviven en perfecta simbiosis y una Plaza Mayor de
ida y vuelta, vertebran las calles donde podemos revivir las andanzas
de Lázaro de Tormes y los amores trágicos de Calisto y Melibea,
penetrar en el mundo del ocultismo, la hechicería y las artes
mágicas de la mano de Celestina o el maléfico Marqués de Villena,
empaparnos de la sapiencia de los doctos miembros de la Escuela de
Salamanca o imaginar que asistimos a las clases magistrales de Fray
Luis de León o Don Miguel de Unamuno, y maravillarnos con el arte
del Renacimiento que une sin fisuras el gótico con el barroco.
La historia de Salamanca
comienza en la protohistoria, un periodo impreciso que se extiende
entre los límites difusos de prehistoria e historia, un tiempo en
que vettones y vacceos ocupaban el territorio de la actual provincia
de Salamanca.
Helmántica,
identificada con Salamanca, aparece por vez primera en los anales de
la historia cuando fue conquistada por el victorioso general
cartaginés Aníbal Barca. Un siglo después de la Segunda Guerra
Púnica, Salamanca entre definitivamente en la órbita romana cuando
el general Décimo Junio Bruto, una vez derrotado Viriato, pacifica
la zona de la Lusitania, comprendida entre el Tajo y el Duero,
sometiendo a vettones y lusitanos. El puente de piedra que cruza el
Tormes es el testimonio material del esplendor que vivió la ciudad
bajo gobierno romano.
Desde época romana (y
aún antes) Salamanca acoge a los viandantes (peregrinos, arrieros,
pastores y comerciantes) que transitaban por centenares, por la
inmemorial Vía de la Plata (transformada en la actualidad en cómoda
autovía). Más allá de las murallas el toro vetón y el puente
romano son vestigios pétreos del origen de Salamanca.
Con la desaparición del
Imperio romano la Meseta quedó un tanto alejada de los centros de
poder y de los circuitos comerciales, y en el 712 fue conquistada por
los musulmanes. Poco o nada queda de aquella época en la ciudad,
habría que levantar demasidad piedras y cavar muy hondo para
encontrar los restos de la Salamanca islámica.
Ramiro II, rey de León,
después de vencer a los musulmanes (con la colaboración de navarros
y castellanos) en la batalla de Simancas (939) comenzó la
repoblación y fortificación de algunas plazas en el Valle del
Tormes, entre ellas Salamanca que debía presentar un aspecto de
fortaleza que abandonó con los años. De esta forma, Salamanca quedó
integrada, junto a Béjar, Alba de Tormes o Ledesma en una permeable
línea defensiva. Una frontera que no pudo resistir la brutal
acometida de Almanzor y sus huestes, que arrasaron la ciudad en el
981.
Tras la vorágine llegó
el sosiego, y Alfonso VI la recuperó para el Reino de León (y para
España). El trabajo repoblador de su yerno, Raimundo de Borgoña, la
hizo recuperar bríos y la preparó para afrontar el futuro con
garantías de éxito. En estos momentos comienza la historia medieval
de la Salamanca cristiana. Cincuenta años más tarde se inicia la
construcción de la Catedral Vieja.
En 1218 Alfonso IX de
León, emulando a su primo Alfonso VIII de Castilla, fundó el
Estudio General de Salamanca, base de la futura Universidad, reputado
centro de escolástica medieval y del pensamiento renacentista en la
época del Imperio Hispánico. Sus concurridas aulas han sido la meta
de miles de estudiantes, los aplicados y los tunantes.
En Salamanca además se
han tomado importantes decisiones en el ámbito de la política y de
las relaciones internacionales. En 1381 se hace pública la
Declaración de Salamanca, mediante la cual el Reino de Castilla
reconoce obediencia al pontífice Clemente VII de Avignon, tras al
Cisma de Occidente, y en el año 1505, Fernando el Católico, Juana I
y Felipe el Hermoso firman el Tratado de Salamanca por el que
acuerdan gobernar de forma conjunta los reinos de León y Castilla.
En el siglo XV los
habitantes de Salamanca se dividieron en dos grupos o bandos
enfrentados, apoyos y partidarios de sendas familias nobiliarias de
rancio abolengo. Por culpa de este intestinal conflicto muchos
vecinos vivían atemorizados y la ciudad no pudo prosperar durante un
tiempo. La pacificación tuvo lugar en otoño del año 1476.
Durante el Medievo
Salamanca apunta maneras, pero será a partir del Renacimiento cuando
la ciudad de convierta en referente de la Hispanidad. Por sus calles,
plazas y aulas discurrió la vida de fray Diego de Deza, uno de los
principales valedores de Colón, y de sus viajes e ilusiones, y aquí
los integrantes de la Escuela de Salamanca con Francisco de Vitoria a
la cabeza, crearon un cuerpo doctrinal sobre derecho natural,
internacional y teoría monetaria.
El pícaro y su maestro, no hay escuela mejor que tropezar con gente que pretende aprovecharse de ti. |
El gran Lope de Vega
escribió de ella:
“La gran ciudad del
mundo en nuestra España
que parece se miran las
almenas
en el ameno Tormes que
las baña
mirando con desprecio a
las de Atenas”.
La Plaza Mayor, centro
neurálgico y vertebrador de la urbe, barroca, diseñada por Alberto
de Churriguera, adornada por efigies de reyes, auténtico hormiguero
de gente, un ensordecedor murmullo que rompe el descanso hierático
de la piedra. Como las venas y arterias que surten de sangre el
corazón, las calles de Salamanca confluyen, en un movimiento de ida
y vuelta en este espacio. Pese al paso del tiempo y el acontecer
histórico, sigue cumpliendo a la perfección su función primigenia,
ser un lugar de reunión social. Cuando el sol comienza a menguar, la
plaza se sigue llenando de gente, niños y ancianos, salmantinos y
turistas, erasmus y visitantes, y todos comparten sus vivencias.
Pasear por Salamanca es
hacerlo por la historia viva de la arquitectura, edificios
renacentistas con alma románica y construcciones góticas
engalanadas con ornamentos barrocos... la casa de las Conchas, las
dos Catedrales, los palacios, la Plaza Mayor, las torres señoriales,
la Casa de las Muertes...como las mujeres, Salamanca te atrapa por su
belleza....
...y al cabo nada importa... |
Embaucan las añejas
calles helmánticas, sus señeros edificios, su olor a libros y
conocimientos, sus deliciosas tapas y su inigualable ambiente
multicultural y polifacético.
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