Hace unos 444 millones de
años ocurrió una gran catástrofe biológica a escala planetaria
que provocó la extinción del (aproximadamente) 60% de las especies
que habitaban las aguas marinas de la Tierra. Este punto de inflexión
marca el final del periodo ordovícico y el comienzo de un nuevo
tiempo geológico; el silúrico, inscrito en la Era Paleozoica. A esa
gran extinción del ordovícico, siguió una no menos espectacular
recuperación biótica.
A lo largo del Silúrico
(nombre que procede de los bravos silures, una belicosa tribu
prerromana asentada en País de Gales), Gondwana continuó su grácil
y paulatino desplazamiento hacia el sur. Otros fragmentos
continentales a la deriva se acercan a la línea imaginaria del
ecuador y se produce la Orogénesis Caledoniana por la unión de las
placas que dieron lugar a otro supercontinente, Euramérica (origen
de Europa y Norteamérica respectivamente).
Al contrario de un
Cámbrico y Ordovícico fríos y azotados constantemente por las
glaciaciones, durante el Silúrico la Tierra disfrutó de una larga
fase de clima templado. Este sugerente cambio climático propició
una gran proliferación y diversificación de las especies vivas.
La temperatura global
del planeta fue aumentando, los casquetes polares disminuyendo su
volumen y el nivel del mar subiendo. Los profundos océanos y las
templadas aguas continentales suponían un hospitalario y agradable
ambiente para la eclosión y el desarrollo de toda clase de formas de
vida acuáticas.
Gracias al alto nivel
que alcanzaron los océanos existe un amplio registro de sedimentos
marinos, en los que han aparecido numerosos fósiles. La fauna marina
era bastante similar a la que pululaban en las aguas del Ordovícico.
Entre los invertebrados podríamos encontrar braquiópodos,
trilobites, que habían ganado complejidad y seguían siendo el grupo
dominante bajo las aguas, briozoos, escorpiones marinos que podía
alcanzar varios metros de longitud (debían ser criaturas
terroríficas) y los característocos graptolites.
Los graptolites poseían
concha externa recta y vivían cerca del fondo acechando a sus
presas. Son moluscos emparentados con las sepias, los pulpos y los
calamares actuales. Me pregunto si serían igual de sabrosos.
Los osteichthyos,
primeros peces óseos, cubiertos de escamas, irrumpen, cual estrella
de la alfombra roja, en los nutritivos mares silúricos. En general
advertimos que los peces alcanzan una gran diversidad.
La vida, el gran milagro
de la existencia misma de la materia, pudo establecerse en tierra
firme. Los fósiles hallados, hongos, helechos y artrópodos, ofrecen
un valioso testimonio de ello. En el registro fósil de esta época
aparecen las primeras plantas vasculares, aquellas que desarrollan
tejidos adaptados al transporte de sustancias acuáticas.
Las plantas llegan
primero y luego le siguen los animales, especialmente artrópodos,
antepasados lejanos de arácnidos y miriápodos. El avance evolutivo
más destacado fue la aparición de un animal con respiración aérea,
en este caso un escorpión. La irrupción de estos organismos nos
hace suponer que la composición de la atmósfera comenzaba a
parecerse a la actual.
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