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domingo, 7 de abril de 2019

LAS PIEDRAS DE ERROLÁN.




La zona está llena de recuerdos megalíticos. Y la tradición vasca los ha convertido en objetos que atestiguan la presencia remota de los seres que conforman su más primitiva mitología. El Camino peregrino, que no la carretera que hoy suelen seguir los visitantes de aquellos lugares, al llegar al pueblo de Linzoain, toma la cuesta que conduce a los altos de Erro. Allí, precisamente, en las proximidades de donde el viejo camino peregrino vuelve a unirse a la moderna carretera, hay tumbadas en el suelo tres enormes piedras. La gente las llama Los Pasos de Roldán y, según la explicación popular, la más grande marca la longitud del paso del héroe, la mediana la de su mujer y la más pequeña la de su hijo.
Leyendas del Camino de Santiago. Juan G. Atienza.


domingo, 24 de marzo de 2019

LAS MOAS DEL CONCELLO DE MOS.




El Concello de Mos guarda en su topónimo el antiguo nombre que recibieron estas tierras del Val do Louriña. La referencia más antigua que tenemos es del siglo XIII y habla de “Terra de Molis situada no Val da Louriña”.


El verdadero origen del topónimo son estos enormes batolitos graníticos tan abundantes en la margen izquierda del río Louro. En la Antigüedad estas enormes moles cobraron tal importancia que se utilizaban como referencia descriptiva para nombrar y diferenciar el paisaje.

viernes, 18 de enero de 2019

ÍDOLO DE ORIHUELA.




Un ídolo de la Prehistoria ibérica representado en piedra, el soporte más noble y duradero. La pieza fue hallada por un arqueólogo aficionado en las cercanías de Orihuela y posteriormente cedido al museo de la ciudad alicantina. Se trata de un canto rodado con una figura antropomorfa incisa datado en algún momento de la Edad del Bronce (Tardío o Final).

La interpretación de estas piezas es complicada, especialmente, y como es el caso, cuando se carece de contexto arqueológico. Este Ídolo de Orihuela se ha supuesto representación de la deidad, héroe divinizado, exvoto o imagen de un difunto.

lunes, 22 de octubre de 2018

MADERA, HIERRO Y PIEDRA.



A lo largo del Medievo, los materiales utilizados para la construcción, la eleboración de utillajes y la vida cotidiana eran madera, hierro y madera.

Madera. La Edad Media – como un prolongación del Mundo Antiguo – la podemos calificar como la Edad de la Madera, pues es el material universal, proporcionada por el sempiterno bosque. Casas, vigas, andamios, cercados, mangos, utensilios varios, mobiliario, combustible ... la madera es el producto más común del Occidente Europeo.

Hierro. A diferencia de la madera, el hierro es un producto raro (y por ende, caro). Las espadas carolingias, por poner un ejemplo, eran exportadas a oriente. El franciscano Bartolomé “el Inglés” define el hierro como una materia preciosa: “el hierro es más útil al hombre que el oro”. Y no le faltaba razón, sin hierro el hombre no puede defenderse de sus enemigos, ni roturar al tierra, de igual modo cualquier trabajo manual pide el uso del metal. No obstante, la mayor parte de la producción de hierro se destinaba al armamento, quedando para el utillaje un ínfima proporción. No es de extrañar que el herrero medieval, el hombre capaz de dar forma al metal, sea considerado extraordinario, casi un hechicero.

Piedra. La piedra es el material que va a rivalizar con la madera en la actividad constructora. Madera y piedra, pareja básica de la arquitectura medieval. Los arquitectos son a la vez canteros y carpinteros, aunque durante mucho tiempo, la piedra es un lujo, un material noble en comparación con la madera. La Edad Media nos lega una colección de piedras; símbolo del poder nobiliar y religioso, castillos y monasterios, iglesias y catedrales. Pero aún nos quedan los huesos de un esqueleto de madera y aún de otros materiales más humildes y perecederos; paja, barro, argamasa...


domingo, 20 de agosto de 2017

ALVASTRA KLOSTER – ABADÍA DE ALVASTRA.



Seguimos los restos de la historia humana,, la piedra no quiere que la olvidemos. Estas son las ruinas de un monasterio sueco donde se asentaron unos monjes benedictinos allá por el siglo XII.



En el año 1143, un pequeño grupo de monjes cistercienses llegaron a Alvastra procedentes de Francia invitados por el rey sueco Sveker I. En este precioso lugar decidieron fundar su monasterio.



Se cuenta que entre estas paredes vivió durante un tiempo santa Brígida, que encontró inspiración en los monjes benedictinos.



Los cristianos, siempre inasequibles al desaliento, nunca cesaron en su empeño de conquistar almas.



Alejado del mundanal ruido se desarrolló la abadía, mirando siempre hacia el interior de la comunidad. 


 Habitualmente es necesario perderse para encontrarse. Aquí llegamos por casualidad.


jueves, 8 de junio de 2017

LA MULA DEL CUBO.



En el cubo superior de uno de los numerosos torreones que refuerzan la muralla de Ávila asoma la cabeza de un animalillo, ¿un cerdo?, ¿un toro?, ¿una mula?. Lo más probable es que se trate de uno de los típicos zoomorfos tallados por los artesanos vetones, que se incluye en la designada comúnmente como “Cultura de los Verracos”.


Cuando llegaron los romanos a esta durísima región de la Meseta, esta era la patria de los vetones, un pueblo de rudos pastores de ganado. El recuerdo de esta estirpe nos aguarda en cualquier rincón de la capital abulense.




domingo, 26 de febrero de 2017

PEQUEÑO VERRACO DE MUELAS DEL PAN.



Este pequeño zoomorfo (un toro quizás), que podemos adscribir a la cultura de los verracos, fue hallado en el castro vetón de San Esteban, en la localidad zamorana de Muelas del Pan.


La cabeza es el elemento morfológico que aparece más claramente delimitado, aunque no ha conservado las extremidades. En la actualidad se encuentra expuesto en el Museo Provincial de Zamora.



Muchas veces estas esculturas se han relacionado con el mundo funerario, y es que muchas han aparecido con inscripciones. Esta en concreta presenta una dedicatoria latina a Damunia.  

martes, 2 de agosto de 2016

IGLESIA DE SANTA MARÍA EN CAZORLA.



La Iglesia de Santa María en Cazorla esta predestinada a la ruina, una tremenda riada provocada por dos horas de violento aguacero la tiró por los suelos antes de estar finalizada, también fue arrasada por fuego francés durante la invasión y destruida casi completamente durante la Guerra Civil . . . ¿pero como obviar el encanto de estas ruinas?   


martes, 10 de mayo de 2016

ERMITA EN RUINAS DE SAN LÁZARO.



Huesos descarnados yacen sin sepultura, en un espacio (que fue) sacro. Como San Lázaro volvió a la vida, a una especie de no existencia, pues nada puede morir dos veces. Sus muros cayeron, los santos abandonaron el lugar, mas la piedra sigue ahí, en píe, desafiante, recordando a la Ciudad de los Caballeros, Jerez, misticismo pasados, en un mundo en el que los valores mas altos, no se pagaban con el vil metal.



Situada a extramuros de Jerez de los Caballeros, la de San Lázaro es un de las seis ermitas con las que contaba la población. Se piensa que pudo pertenecer a la Orden del Temple (como no) y es bastante seguro, basándonos en su advocación, que fue un lugar donde se acogía y auxiliaba a los leprosos.


Algunos documentos acreditan que en 1511 ya se encontraba abierta al culto. El terreno circundante era utilizado por los monjes para cultivar pequeños huertos de los que obtener productos frescos para consumo propio y alimentar a los enfermos.




viernes, 1 de enero de 2016

IDOLO DE NOCEDA.



Nuestros antepasados de la Edad del Bronce crearon estas piezas, que tienen forma de estelas planas, denominadas convencionalmente ídolos, aunque a decir verdad no tenemos ni la más remota idea de cual era su función y si poseían algún significado más allá de la mera representación (artística). Se trata de figuras humanas muy esquematizadas y que parecen haber sido muy populares en el mundo megalítico.  

viernes, 18 de diciembre de 2015

ÍDOLO DE CIUDAD RODRIGO.



Un personaje con claros rasgos antropomorfos, grabado en un canto basáltico de río de color negruzco. Este individuo – o criatura –  en el que podemos adivinar un carácter bonachón, y completamente desconocido para nosotros, presenta una silueta redondeada, dibujada con trazos muy simples – estamos en la infancia misma del arte y casi de la cultura – está datado en la Edad del Bronce, un testimonio más del temprano poblamiento de Miróbriga (Ciudad Rodrigo).  

jueves, 29 de octubre de 2015

RUINAS.



El viajero se detiene emocionado ante las ruinas. 

Contempla las antiguas visiones de fortalezas deshechas y siente un cansancio abrumador. Sobre los arcos rotos, en las puertas que entran a recintos alfombrados con ortigas y capiteles yacentes, en las altas paredes solitarias, la esencia de mil colores tristes se esparció entre los mantos reales de las yedras. 

La visión decorativa de una ruina es magnífica. La luz entra por los techos derrumbados, y no tiene dónde reflejarse, sólo en las covachas de una galería abierta a los campos, o en un claustro, penetra modulando tonalidades sombrías. 

El contraste de los colores verdes, y los dorados bajo la caricia dulce de la luz, forma una gama admirable de apagamiento y amargura. 

Otro de los encantos de las ruinas son los ecos. 

Los ecos perdidos en los campos anidaron en las esquinas desmoronadas, en las bodegas llenas de plantas salvajes. 

En las ruinas de las llanuras hay ecos hasta en los sitios más escondidos. En la amplia soledad de las llanuras no tienen estos geniecillos parajes donde reposar, y cuando el vetusto edificio se derrumbó, ellos penetraron en sus muertas estancias para hacer burla de todo sonido, repetir la risa, y el grito desconsolado, multiplicar las pisadas, y confundir las conversaciones en un mareo de palabras. 

Las ruinas se van hundiendo lentamente en el terreno hasta que quedan sepultadas del todo, las figuras invisibles que las habitaron se marchan, y los ecos vuelven a danzar otra vez por las llanuras para dormirse en espera de despertar. Se hunde el escenario y se acaba la leyenda. Los pájaros vuelan a otro sitio más agradable, los reptiles huyen a otras madrigueras más ocultas, y al hundirse la ruina en la tierra acabó la tragedia histórica.

Antes que el prestigio romántico, decorativo y artístico, tienen las ruinas el prestigio miedoso. 

Huyeron los frailes, o los señores que habitaban los castillos, pero en el tiempo una noche, un campesino rezagado que volvía tarde al poblado, ve entre las malezas una gran figura blanca, con dos ojos verdosos que miraban pausadamente, después oye gritos de tortura infinita en los sótanos del castillo y arrastrar de cadenas por las naves deshabitadas. Huye el campesino, cuenta lo que ha visto y todo el pueblo se revoluciona. ¡Hay fantasmas en las ruinas! Ya nadie va a visitarlas y adquieren brillo sombrío. Una vieja del pueblo, una noche de tormenta, al calor de la lumbre y después de ordenar a los niños que se marchen, cuenta a los vecinos una historia pasada que a ella le contó su bisabuela. Una historia de amor y de duendes que pasó cuando estaba habitada la ruina. Aquella fantasma blanca que se había aparecido, sería la señora que se metió a monja después de matar a su marido, y todos se santiguan. Luego otra noche otro vecino vio con la luz tibia de la luna, al fantasma que bogaba en el río. Después hubo tormenta.

Todas las ruinas tienen una historia miedosa. Unas se conocen, otras ya las han olvidado. 

La ruina evoca baladas miedosas de almas en pena. 

Toda la literatura romántica puso sus figuras fantásticas en las ruinas, porque el alma de la ruina es eso: un fantasma blanco muy grande, muy grande, que llora por las noches desmoronando piedras y oculto entre las yedras, al son meloso del agua que pasa por las acequias.
García Lorca.



domingo, 31 de mayo de 2015

RECINTO AMURALLADO DE RADA.



Resulta extremadamente complicado hacer desaparecer una ciudad de la faz de la tierra. El fuego y la artillería pueden barrer parapetos e incendiar techumbres, espadas y fusiles abonan la tierra con los cuerpos de sus habitantes, los cronistas e historiadores borran sus nombres de los libros y los registros; pero las piedras siguen en pie. Algo así debió ocurrir con Rada, fue arrasada, pero sus ruinas siguen ahí, recitando una letanía que el viento arrastra, cruzando impertérrita los campos y páramos de la Ribera navarra.


Sobre un aislado y solitario cerro, a 341 metros de altura, Rada, una villa de 12.500 metros cuadrados, desempeñó un destacado papel estratégico en el entramado defensivo meridional del Reino Medieval de Navarra. Desde el lugar donde se levantaba el torreón se domina una extensa llanura, inabarcable de una sola mirada, y es posible divisar numerosos enclaves: Caparroso, Olite, Ujué, Tafalla, Santacara y las Bárdenas Reales.


Situados ya en época plenamente cristiana, en una fecha próxima al siglo XI, existe registro documental de una atalaya defensiva, frente a la sempiterna amenaza musulmana. Llegado el siglo XIII el problema ya no era el Islam, sino dos molestos (y ambiciosos) vecinos, Castilla y Aragón. Y en estas circunstancias Rada fue consolidando su ventajosa posición.


Poco a poco, sin estridencias ni precipitaciones impropias de la evolución histórica, un destacado núcleo de población se fue desarrollando en el interior del recinto delimitado por murallas, aunque también existían viviendas diseminadas por el cerro. Una modesta comunidad que ocupaba más de setenta viviendas, se organizaban alrededor de una pequeña iglesia románica del siglo XI, y un cementerio de reducidas dimensiones.


Rada era un señorío laico, cuya autoridad era ejercida por un señor, primeramente del linaje de los Rada y después los Mauleón. En los complicados equilibrios de poder, el monarca, siempre receloso de los nobles, debía intentar por todos los medios, asegurarse su lealtad.


En los años finales del siglo XIII, villa y castillo fueron incorporados por la corona, en virtud de una acuerdo alcanzado con Enrique I. En 1307 el rey Luis Hutin cedio el castillo y la villa a Ojer de Mauleón (a cambio del castillo de Mauleón) permaneciendo Rada unida a este linaje hasta su trágico final.


El rey debía velar, en última instancia, por la defensa de su reino, aunque fuese de manera indirecta. A lo largo del siglo XIV el pequeño castillo sufrió tal deterioro, que en 1364 Carlos II, tuvo que destinar una importante partida económica para su reparación y puesta a punto.

Durante el siglo XV, Navarra vivió convulsionada por las tensas relaciones con la Corona de Castilla, y sobretodo por el estallido de una guerra civil a la muerte de la Reina Blanca. El motivo, la cuestión sucesoria. Los beaumonteses apoyaban a Carlos, Príncipe de Viana, como candidato al trono, mientras que los agramonteses, eran partidarios de su padre, Juan II.

Rada decidió apoyar al bando perdedor. En 1455 por orden de Juan II, el caudillo agramontés, Mosén Martín de Peralta puso cerco, asedió, conquistó y arrasó la ciudad, no dejando piedra sobre piedra, y entregándola al fuego y al saqueo. Solo se salvó la iglesia de San Nicolás. El viento, las lluvias y las tormentas hicieron el resto.


En 1462, Carlos murió de tuberculosis (o envenenado) y el rey Juan ablandó su corazón y decidió mostrarse magnánimo, perdonando a sus partidarios. Eso sí, no pudo resucitar a los que habían muerto. Concedió licencia a los habitantes de Rada para que pudiesen recuperar sus heredades. Fue un intento infructuoso, Rada agonizaba y se había abandonado a una muerte segura. La reconstrucción del poblado se hizo imposible, continuamente frenada por la propia corona, legando a la posteridad un enclave para la fantasía y la pesadilla.

En 1492, un año de gran relevancia para la España Invertebrada, Tristán de Mauleón, señor de Rada en el momento, vendió el desolado, que permaneció olvidado y descarnado en manos privadas, que nunca tuvieron claro que hacer con él. Quizás los fantasmas del pasado impidieron cualquier actuación. En 1981, cuando soplaban vientos de cambio en España - cuarenta años más tarde que en Europa Occidental - fue donado al gobierno de Navarra, que proyectó su recuperación y puesta en valor, comenzando las campañas de excavación en 1984.



En el lado oriental del recinto se ubica la única puerta identificada, de la que se conservan cuatro sillares perfectamente tallados. En el exterior es posible distinguir tres escalones que comunicarían el camino de acceso a Rada con la puerta de entrada que conduce a la calle de la Ermita.


Muy posiblemente habría otra puerta en el lado norte, coincidiendo con el acceso actual al yacimiento, que comunicaría el exterior directamente con la principal vía del poblado.



Todas las ciudades, de cualquier época, tienen una vía principal, en Rada se conoce como la Calle de la Ermita, y pudo actuar como eje vertebrador de la actividad de la población, pues cruza el asentamiento longitudinalmente y además tiene intersecciones con el resto de calles.


Cuatro calles estrechas (2 -3 metros) estructuran el área de habitabilidad en el interior del recinto, y en torno a ellas se van distribuyendo los edificios del poblado, que serían bastante humildes. Eran casas de dos plantas, de piedra, con los suelos de tierra batida mezclada con cal y cubiertas de madera, ramas y tejas.


La iglesia, más bien de ermita, de San Nicolás, es un coqueto edificio románico del siglo XI con espadaña, construido con gruesos sillares. Posee dos entradas, que permiten penetrar a un interior sobriamente decorado, en el que se distingue una planta rectangular de una nave de tres tramos que culmina en ábside semicircular.


Los poderes comparten espacio, para vigilarse muy de cerca, de tal forma que la Casa del Tenente, se ubica junto a la Iglesia. Es un auténtico complejo constructivo formado por seis habitaciones, cinco de los cuales están comunicadas entre sí. Se trata de una construcción diferente al resto, con unos 270 metros de superficie y con un único acceso a la Calle de la Ermita.

Su situación estratégica, entre la iglesia y la entrada oriental, en la esquina donde convergen las dos calles más importantes, y la protección que le prestan la iglesia, las murallas y un tramo del edificio, hacen suponer que se trata de la casa del Tenente o Gobernador, representante del rey en esta zona.


Justo en la esquina, una estancia independiente de las demás, con acceso propio, que ha sido interpretada como un puesto de guarida, desde el que era posible controlar ambas calles, e incluso yendo un poco más allá, la entrada misma al cerco.


Junto a la iglesia, en el lado sur, se sitúa la necrópolis, la ciudad de los muertos. Recuerdo de una época en que no era necesario sacar a los muertos de la ciudad de los vivos. Durante las excavaciones arqueológicas se han exhumado unos ochenta individuos, entre niños, jóvenes y adultos.

La mayoría de estos enterramientos no presentan ajuar, salvo alguna anilla, un puñal y una hebilla de cinturón. Por otro lado existe una gran variedad tipológica de enterramientos, individuales que conservan posición anatómica, otros a los que se han añadido restos de otros individuos, enterramientos dobles, fosas utilizadas como osarios.


Brilla el sol, pero hace frío mientras paseamos por las derruidas calles de Rada y encontramos las ruinas de una vivienda de dos pisos y planta rectangular, reconstruida con muros de mampostería en la parte inferior. La puerta de entrada se abre a la Calle de la Ermita, y el suelo de la vivienda estaba formado por roca caliza cubierta por una capa de tierra batida.


En el interior se ha localizado el resto de un hogar y de una columna central que sustentaba el segundo piso, la que se accedía por una escalera de obra. El segundo piso se construía con madera y solía ser el dormitorio familiar.


En la zona oeste del poblado nos encontramos con un abigarrado grupo de viviendas que se abren a la calle, formando una línea quebrada.


Imprescindible para el abastecimiento de agua de los habitantes del poblado, el aljibe es una enorme cisterna donde se almacena el grupo de lluvia. El aljibe de Rada, excavado en la roca, y con una profundidad de 3'5 metros, tiene una capacidad de cien metros cúbicos. La parte superior está construida con hileras de sillares y este depósito debía ser comunal y se destinaba al consumo y suministro de toda la población y de los animales. Era la única forma de proveer de agua al poblado.


El donjón o torreón es el más destacado de los paramentos defensivos de Rada. Presenta planta circular y conserva tres metros y medio de altura, aunque se calcula que bien pudo alcanzar los quince metros. Un foso rodea uno de los flancos acentuando su carácter defensivo y aislándola del resto de la fortificación.


Concebida como una torre almenara, aislada del resto de la fortificación por un foso, cumplía funciones de defensa y vigilancia. Desde esta torre era posible comunicare mediante señales luminosas o de humo con otras torres, o lugares visibles como Ujué, Peralta o Marcilla, cubriendo con eficacia la línea defensiva del acceso a Pamplona desde el sur.


Otra hipótesis lo identifica con un donjón, con función claramente defensiva, que se convertiría, cuando las circunstancias obligasen a ello, en último refugio y reducto de resistencia en caso de ataque. El acceso se situaba a media altura y no presenta unidad residencial, sino que estaba destinado a uso de guarnición y arsenal.



La muralla que protege y delimita la ciudad medieval, se asienta en el borde de una plataforma caliza que cubre el cerro donde se asienta Rada. Únicamente se mantiene en pie un lienzo de la muralla con dirección N-S, de unos cien metros de longitud, y que presenta restos de dos bestorres, a saber, torres abiertas por la gola que apenas sobresalen en el exterior. En esta parte, precisamente la más accesible del cerro, la muralla tendría al menos tres plantas de altura.


Existen determinados lugares que se resisten a morir, a pesar de flotar a la deriva arrastrados por la corriente, al igual que sucede con algunas personas. El Desolado de Rada es sin duda alguna, uno de esos lugares. Consciente de la brevedad engañosa de la vida, que diría Góngora, el Ser Humano lleva toda su existencia (como especie) intentando guardar su pasado, contar su historia, alcanzar la eternidad y trascender en el tiempo a través de la piedra. La piedra ha demostrado ser más veraz, certera e invulnerable que la propia historia escrita y la tradición oral. Cuevas, dólmenes, menhires, pirámides, iglesias, y castillos están ahí. Habría que sumarles las modernas estructuras de hormigón y acero. Pero creo que no es lo mismo, me parece que el hormigón armado no transmite las mismas sensaciones que la piedra, debido quizá a ser menos erosionable, más inmutable y carente de personalidad. Entonces !horror¡, dejamos de utilizar la piedra, la sustituimos por la fibra, el plástico y el hormigón. ¿Significa esto el fin de la historia? ¿Hablarán de nosotros en el futuro como la Edad sin Historia? ¿Pueden los bits conservar la memoria de nuestra historia de igual manera que lo hacen las piedras? Existían megalitos, petroglifos y pinturas rupestres hace varios milenios, ¿habrá ordenadores dentro de 20.000 años?. El ser humano abandonó la senda de la Naturaleza, y más temprano que tarde, pagará su error. Menhir, dolmen, venus, verracos, esculturas, ermitas, castillos, iglesias, pallozas, castros, bancos, adoquines, bifaces, mampostería....siempre buscamos piedras para conocer la historia de nuestros ancestros, que nunca olvidemos es la nuestra misma, ¿qué buscarán en el futuro para conocer nuestro mundo?...ipods, tablets, ordenadores, teléfonos...en nuestra sociedad de lo efímero, también nosotros nos hemos vuelto de tal condición. Posiblmente nadie entienda mis palabras en su sentido más amplio y profundo, salvo las mentes más inquietas, los espíritus más críticos e inconformistas, y algún que otro personaje avispado e inteligente, pero me parece que en la era de internet, el ser humano está desarrollando una velocidad vital antinatural y unos patrones de comportamiento antivitales. Y las consecuencias las vamos a pagar.


Hasta los fantasmas hace tiempo que abandonaron este descampado, pero las piedras, siempre las piedras, continúan ahí, guardando la memoria, celosas de las Historia. Y cuando el último navarro olvide el nombre de Rada, ellas permanecerán en el cerro, amnésicas, pero vivas.




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