Tres principios religioso-mitológicos que han servido para legitimar históricamente la marginación de la mujer.
♠ Un principio, EVA. Según la religión judía, transmitida también a la tradición cristiana, Eva fue la primera mujer, creada por Dios a partir de una costilla de Adán. Como todos conocemos Adan y Eva fueron expulsados del Paraíso y condenados a sufrir en vida, debido a la debilidad de la mujer que fue tentada por Satanás en forma de serpiente. De esta forma, desde el principio de los tiempos la mujer ha sido “culpable” de todos los males de la Humanidad. Pero ¿ha sido esto siempre así?.
La religión católica de la mano de los Padres de la Iglesia, se encargó de perpetuar la figura de la mujer como origen de todo mal: «Es Eva, la tentadora, de quien debemos cuidarnos en toda mujer… No alcanzo a ver qué utilidad puede servir la mujer para el hombre, si se excluye la función de concebir niños». (San Agustín de Hipona.)
♠ Otro principio, LILITH. Para la tradición judía, aquella que no ha pasado al Cristianismo, existió una esposa de Adán anterior a Eva, nos referimos a Lilith. Lilith, en este caso, sería la primera mujer, pero no quiso someterse al hombre y a la hora de mantener relaciones sexuales quería dominar a Adán. Consecuencia de su desacato a la autoridad masculina; fue expulsada, maldecida y condenada a vagar eternamente (y alimentarse de sangre humana). La idea que transmite este mito es bien clara, la mujer que no se someta al hombre será expulsada de la sociedad.
♠ Un tercer principio, PANDORA. El titán Prometeo, compadecido del sufimiento humano, robó el fuego a los dioses, y se lo entregó a los hombres para que pudiesen sobrevivir y llevar una vida más placentera. Los mezquinos olímpicos planearon su venganza, Pandora. Hefesto, el herrero, forjó una bella mujer a imagen y semejanza de los inmortales. También se le hizo entrega de un ánfora donde quedaron guardaros todos los males, bajo la promesa de no abrila nunca. Zeus acompañó a Pandora junto a los hombres, y Epimeteo, el hermano de Prometeo la acogió gustoso entre sus brazos. Entonces, Pandora, levantó la tapa del ánfora y todas las desgracias inundaron el mundo de los hombres. Asustada, tal vez arrepentida, cerró de nuevo el ánfora, quedando atrapada en su interior, la esperanza.
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