Más aún, los recónditos
parajes bárbaros muestran de repente el Danubio, si bien el curso
de sus aguas es cambiante. El monte Abnoba es el progenitor del
Istro. Este río se despeña de una hendidura del Abnoba; luego se
vuelve hacia las regiones orientales y desemboca en las aguas saladas
del Ponto Euxino; cinco son las desembocaduras que arrojan su
corriente al mar en la zona en que aparece la lejana isla de Teuce;
y este río, hacia donde soplan las ráfagas heladas del aquilón, lo
pueblan el sármata, los germanos, el geta, los feroces basternas, y
los pueblos de los dacios; lo habita también el salvaje alano y, el
escita, que mora en el litoral Taurisco; y después, a partir de
aquí, la terrible raza del melancleno va y viene diseminada por
estos contornos.
Cercano se encuentra el
país de los neuros, los gelones veloces y los agatirsos, cubiertos
con sayos siempre de colores. Acto seguido el río Boristenio
desemboca con energía en el Ponto Euxino; a continuación se te
brindan las llanuras marinas de Panticapeo y de Ardisco, procedentes
de la cumbre quebrada de los montes Rifeos; a menudo, allá, bajo las
duras condiciones atmosféricas de la Osa, unas nubes espesas
desprenden nubarrones de escarcha; allá las ricas venas de la tierra
generan el cristal níveo; también allá la tierra comienza a
endurecerse merced al resistente diamante entre los montes Rifeos y
los agatirsos de elevada estatura. Tales son las etnias que se
encuentran hacia el Istro, en la áspera región que se extiende bajo
la constelación de Boyero.
Por la zona meridional
habitan los gerras, arrastrándose a través de las lomas de montes
cubiertos de maleza. Con estos gerras limitan las ciudadelas del
extenso Nórico y, luego, la Panonia cultiva sus fértiles tierras
de enorme extensión. El mesio eleva muy alto hacia el bóreas sus
campos y, prolongando su territorio por detrás de los tracios, los
rebasa ampliamente. Vienen después los propios tracios que trabajan
su enorme país con el curvo arado; finalmente, desde la amplia
franja en que se extiende la Propóntide, abundante en peces, y
desde donde se agitan las aguas turbulentas del Helesponto, hasta el
lejano mar Egeo, los tracios poseen muchísimas tierras. Aquí Palena
cría las llamas de la resplandeciente licnita en cuevas productoras
de miel; también aquí el rubio jaspe centellea como las estrellas,
con la misma intensidad con que los ígneos astros arden sin cesar en
llamas eternas por la bóveda celeste.
Rufo Festo Avieno
“Descripción del Orbe Terrestre”
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