Bela I tuvo una vida difícil, llena de de obstáculos. Luchó contra todo y su reinado fue una pelea continua por mantener el trono. Nunca aceptó de buen grado su condición de segundón. Siendo muy joven tuvo que huir de Hungría junto a sus hermanos Andrés y Levente, cuando su padre Vazul cayó en desgracia y fue mandado cegar por el rey Esteban I. Bela encontró acomodo en la vecina Polonia, donde contrajo matrimonio con la princesa Riquilda.
Por las venas de Vazul corría la sangre de Arpad y por tanto sus hijos tenían derecho a reclamar el trono magiar. Bela acompañó a su hermano Andrés a Hungría y colaboró con él para destronar a Pedro Orseolo (al que consideraban ilegítimo) y coronarle rey. Estas acciones le sirvieron a Bela para consolidar su presencia en la corte, y conseguir que Andrés I le concediese los dominios sobre el Principado de Nitra, que habitualmente correspondían al heredero. Desde esta posición de fuerza Bela pudo desarrollar una política casi autónoma, aunque no podía disfrutar de una política exterior independiente.
Bela fue nombrado jefe del ejército y pudo demostrar en varias ocasiones sus grandes cualidades como estratega. En 1051 Enrique III “el Negro” invadió Hungría, y Bela no dudó en utilizar la táctica de tierra quemada, obligando a los alemanes a retroceder para atacarlos en una complicada zona montañosa. Tras este fracaso Enrique III firmó la paz de Andrés I y para rubicarla acordaron el matrimonio de sus hijos Judith y Salomón.
Este acuerdo matrimonial encendió la llama de la desconfianza en Bela, que veía como era unió le terminaría apartando del poder, y no dudó en oponerse a la futura coronación de Salomón. Entonces decidió actuar. Juntó a sus hombres de confianza, encontró apoyo de los polacos y atacó a su hermano al que venció en batalla. Andrés quedó malherido y murió pocos días después. Salomón huyó a refugiarse en la corte de su cuñado Enrique IV. Bela tenía el camino libre para ser coronado nuevo rey.
A pesar de lo breve de su reinado (1060 – 1063) y de tener que estar siempre defendiendo con uñas y dientes el trono, Bela obtuvo éxito en las empresas que acometió; aplastó con éxito un rebrote del paganismo, la Revuelta de Vata, intensificó el comercio con Bizancio y desarrolló una política encaminada a contar con una próspera base económica , saneando la hacienda, regulando las ferias y legislando a favor de las clases productoras (artesanos y campesinos).
Este rey, apodado “el Campeón”, no tuvo un reinado lo que se dice plácido, pues siempre tuvo que mantener a raya a su sobrino Salomón, que intentó una y otra vez recuperar el trono, que por herencia paterna era suyo, con el apoyo de Enrique IV. En estas guerras civiles Bela I contó con el apoyo de los húngaros, que no veían con buenos ojos las relaciones de Salomón con los alemanes.
En 1063, y como no podía suceder de otra forma, Bela I murió combatiendo en el sur de Italia. Salomón aprovechó para conronarse. Los hijos de Bela, Geza, Ladislao y Lamberto, al igual que habían hecho su padre y sus tíos, se refugiaron en Polonia (patria de su madre Riquilda), donde esperaron el momento de volver. Los hermanos lucharon constantemente contra Salomón, hasta que uno de ellos, Geza, se convirtió en Geza I.
No hay comentarios:
Publicar un comentario