viernes, 21 de noviembre de 2025

JABIR IBN HAYYAN Y LA ALQUIMIA.





La alquimia, esa disciplina que fusiona (nunca mejor dicho) el esoterismo y el conocimiento, la ciencia primigenia. Alquimistas, apasionados de la experimentación y el estudio, dedican años a prepararse para desentrañar los secretos de la Naturaleza y en lo posible, imitarla. En Persia encontramos a uno de los alquimistas más conocidos e influyentes del Medievo. Jabir ibn Hayyan (c. 721 – c. 815), conocido en Occidente como Geber, era hijo de un farmacéutico que vivía en la ciudad de Kufa.

Jabir Ibn Hayyan estudió todo lo estudiable, filosofía, medicina, astronomía y alquimia, tuvo como maestro al imán Yafar al Sadiq y se cuenta que fue médico y alquimista en la corte de Harún Al Rashid.

Hayyan fue uno de los alquimistas árabes más célebre de su tiempo, y basó parte de sus estudios en los clásicos griegos. De Empédocles recogió su teoría de los cuatro elementos – Agua, Tierra, Fuego y Aire – que formaban toda la materia que existe y de Aristóteles tomó la idea de asignar a dichos elementos pares de cualidades básicas: el fuego era caliente y seco, la tierra, fría y seca, el agua, fría y húmeda, y el aire caliente y húmedo. A estos cuatro elementos clásicos Hayyan añadió el azufre, que encarnaba el principio de combustión, y el mercurio concebido como principio idealizado de las propiedades metálicas. 
 

 
Hayyan pensaba que los metales germinaban en el interior de la tierra a partir de combinaciones variables de azufre y mercurio. Aplicando esto a la práctica pensaba que la transmutación de los metales era posible ajustando las proporciones de azufre y mercurio. En ese sentido el oro era el producto del equilibrio perfecto entre el mercurio y el azufre.

Para poner en marcha el proceso era necesario aplicar un catalizador, conocido entre los árabes como al iksir, derivado del griego xerion, polvo para cicatrizar heridas. De al iksir procede elixir. El elixir se obtenía a partir de la piedra filosofal. Hayyan concebía el elixir no solo como el catalizador que pusiera en marcha la reacción para transmutar metales, sino también como la panacea, el remedio capaz de curar todos los malos. Yendo un poco más allá, el elixir confería la inmortalidad y la eterna juventud.

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