viernes, 30 de octubre de 2015

HUNGRÍA, UNA PARADA HACIA TIERRA SANTA.



Durante el desarrollo de las Cruzadas el reino de Hungría se convirtió en lugar de paso obligado para millares de soldados de Cristo. En algunas ocasiones, fueron más un problema que una bendición para el pueblo húngaro. En otras ocasiones, los propios monarcas húngaros fueron adalides de la Cruz en tierra infiel. 

A finales del siglo X el rey húngaro Esteban I abrazaba el Cristianismo, y de esta manera s inauguraba una ruta terrestre, que siguiendo el curso del Danubio a través de los Balcanes conducía a Constantinopla a centenares de peregrinos que procedentes de Europa Occidental buscaban llegar a los Santos Lugares. Estos pereegrinos podían viajar con poco riesgo a través de tierras magiares, para cruzar la frontera bizantina en Belgrado y continuar luego hasta la capital de Bizancio pasando previamente por Sofia y Adrianopolis. 

Un siglo después serían los cruzados los que emprendieron este camino. En mayo de 1096 un ejército franco había descendido por Hungría y habia entrado en tierras del Imperio a través de Belgrado, ciudad centinela del Danubio. El propio rey Colomán había concedido permiso a los ejércitos cristianos, que en esta ocasión no provocaron ningún incidente desagradable.

No ocurrió lo mismo con los siguientes ejércitos que llegaron a Hungría a principios de verano, que venían de masacrar judíos a su paso, y estaban decididos a continuar con sus matanzas, saqueos y desmanes en tierras húngaras. Pero los magiares no permitieron una conducta así y atacaron y dispersaron a los cruzados. El rey Colomán organizó sus tropas, los cercó y los obligó a devolver todo lo que habían robado: vino, cereales, bueyes, ovejas...

La situación cambió cuando Godofredo de Bouillón, llamado a triunfar en la primera cruzada, llegó a la frontera de Hungría y con buenas palabras convenció a Colomán, un tanto desconfiado de los caballeros occidentales, de que les dejase atravesar su reino. El propio Godofredo se ocupó personalmente de mantener la concordia entre sus hombres, que cruzaron el país magiar sin provocar ningún tipo de altercado. 

Guillermo IX duque de Aquitania y el emperador Federico Barbarroja, fueron otros de los caballeros cruzados que alcanzaron Tierra Santa después de atravesar la gran llanura panónica que pertenecía al Reino medieval de Hungría. 



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