Huyeron despavoridos los caballeros templarios, cuya fama de invencibles les precedía, incapaces de contener el avance almohade. Los hermanos calatravos se hicieron cargo de la fortaleza y fundaron su propia orden de caballería.
Dentro del recinto que encierran estas murallas y torreones, se ubica la casa matriz de la Orden de Calatrava que terminó marcando la historia de la región. Andando el tiempo dieron nombre a toda la comarca, el Campo de Calatrava, y apellido a las sencillas poblaciones que la habitan.
Amplios son los horizontes del Campo de Calatrava. Perséfone regresa del inframundo cargada de vitalidad al comienzo de cada primavera. Sus lágrimas de alegría y los suspiros que nacen en su pecho, llenan estos campos de vida y color.
Un enclave de gran importancia estratégica, en el corazón de la submeseta sur, una encrucijada equidistante a dos centros políticos de primer nivel, Córdoba y Toledo. Ahí radica su indudable valor geopolítico. Su control permite dominar su entorno y los caminos que por aquí pasan. En palabras del sultán Yusuf b. Tasufín “La cabeza de al-Andalus es Toledo y su pico Calatrava y sus garras Granada y sus alas, la derecha el poniente y la izquierda el levante”. Hasta mediados del siglo XIII por aquí pasaban la ruta principal entre Toledo y Córdoba, los caminos que iban de Mérida a Zaragoza, y del Atlántico a Levante. Este nudo de comunicaciones generó un intenso tráfico comercial, y convirtió Calatrava, y su poderosa fortificación, en un baluarte clave en el sistema defensivo de la submeseta sur. Asomado a una de sus murallas, oteo el horizonte, detengo la mirada en la llanura y me pregunto ¿utilizaría alguno de estos caminos Alonso Quijano “el Bueno”?.
En el espacio que podemos contemplar desde el cerro no existen ni ciudades, ni fábricas, ni ninguna otra infraestructura visible. Estas tierras han sufrido pocas modificaciones durante las últimas centurias. Y las ruinas, estas ruinas, son la perfecta metáfora de lo inevitable, de lo que ya no tiene vuelta atrás.
Nos trasladamos a los orígenes. Los primeros vestigios de ocupación son de época omeya (año 785). En esa época Calatrava desempeñó un destacado papel en las luchas civiles entre los muladíes de Toledo y el poder central cordobés, así como en las diversas rebeliones bereberes que acontecieron durante los siglos VIII y IX. En el 853 fue asaltada y destruida por los rebeldes toledanos, e inmediatamente fue reconstruida por orden del emir Muhammad I. La importancia de la plaza comenzó a crecer. A partir de este momento fue capital de una extensa región y se convirtió en el principal punto de apoyo del poder cordobés en la zona, siendo el núcleo más poblado entre Córdoba y Toleda hasta el siglo XIII. Después de la ruptura del Califato en el año 1031, Calatrava gozó durante un tiempo de cierta autonomía, al tiempo que las poderosas taifas de Sevilla, Córdoba y Toledo se disputaban su control. Finalmente acabó integrada en los dominios de la taifa de Toledo.
El rey Alfonso VII tomó Calatrava en el 1147 y la convirtió en el baluarte cristiano más avanzado en el frente. En un primer momento la entregó a la Orden del Temple, que la abandonó pronto ante la incapacidad para defenderla. En 1158 fue concedida a la Orden del Císter, lo que dio lugar al nacimiento de la primera orden militar autóctona de la península, que adoptó el propio nombre del emplazamiento. Después de la batalla de Alarcos (1195) los almohades se hicieron con el control del enclave. Finalmente Alfonso VIII retomaría Calatrava pocos dís antes de la batalla de las Navas de Tolosa (1212), Esta vez de forma definitiva.
Sin embargo los mejores tiempos de Calatrava habían quedado atrás. A partir de este momento Calatrava comenzó su decadencia. Alejada de la nueva frontera y enclavada en una región con una decreciente importancia estratégica, no era ya una sede adecuada para la Orden. La cabeza de la orden se trasladó en 1217 al Castillo de Dueñas, aumentaron sus defensas y la rebautizaron como Calatrava la Nueva. Desde aquel entonces , Calatrava la Vieja, fue una encomienda más de la orden, trasladándose en el siglo XV a un nuevo emplazamiento.
En la vieja ciudad de Calatrava podemos destacar cuatro partes, la muralla que ocupa el pequeño cerro amesetado junto al río Guadiana, el alcázar, con una extensión de 3.500 m² (en torno a él se concentran los principales elementos defensivos), el foso, que la convertía en una verdadera isla difícil de asalta, y la medina, con sus viviendas, talleres y mercado, que ocupaba la mayor parte del recinto amurallado.
La muralla de la medina, en gran parte, es de época omeya. Tiene casi un kilómetro de perímetro y estaba protegida por al menos treinta y cinco torres de flanqueo, todas ellas, en origen, de planta cuadrangular.
Sin embargo los mejores tiempos de Calatrava habían quedado atrás. A partir de este momento Calatrava comenzó su decadencia. Alejada de la nueva frontera y enclavada en una región con una decreciente importancia estratégica, no era ya una sede adecuada para la Orden. La cabeza de la orden se trasladó en 1217 al Castillo de Dueñas, aumentaron sus defensas y la rebautizaron como Calatrava la Nueva. Desde aquel entonces , Calatrava la Vieja, fue una encomienda más de la orden, trasladándose en el siglo XV a un nuevo emplazamiento.
En la vieja ciudad de Calatrava podemos destacar cuatro partes, la muralla que ocupa el pequeño cerro amesetado junto al río Guadiana, el alcázar, con una extensión de 3.500 m² (en torno a él se concentran los principales elementos defensivos), el foso, que la convertía en una verdadera isla difícil de asalta, y la medina, con sus viviendas, talleres y mercado, que ocupaba la mayor parte del recinto amurallado.
La muralla de la medina, en gran parte, es de época omeya. Tiene casi un kilómetro de perímetro y estaba protegida por al menos treinta y cinco torres de flanqueo, todas ellas, en origen, de planta cuadrangular.
Entre la puerta de la medina y el alcázar, en el frente sur, se conservan las tres torres más completas. Dos de ellas son huecas y están construidas con mampostería encofrada sobre zócalos de sillares. La tercera, situada entre las otras dos, es una poderosa torre pentagonal en proa. En origen era una torre albarrana, y en el siglo XII, con el propósito de alojar máquinas de guerra para la defensa de la fortaleza, se amplió su superficie mediante un forro perimetral de tapial sobre zócalo de sillares, que la convirtió en la torre pentagonal en proa que aún podemos admirar.
Caminamos a los pies de la muralla por el viejo foso. Excepto el frente norte, que estaba protegido por el río, y se situaban las corachas, el resto del recinto se encuentra rodeado por un foso artificial, excavado en la misma roca del cerro. Tenía unos 750 metros de recorrido y una profundidad de cuatro metros.
Una coracha es un lienzo (o brazo) de muralla que sirve para proteger la comunicación entre la fortaleza y un punto concreto cercano a la fortificación. Lo más habitual es utilizarlas para proteger el acceso al agua. En Calatrava se han identificado cuatro corachas que permitían la recogida y conducción del agua del Guadiana de forma constante y segura.
Una coracha es un lienzo (o brazo) de muralla que sirve para proteger la comunicación entre la fortaleza y un punto concreto cercano a la fortificación. Lo más habitual es utilizarlas para proteger el acceso al agua. En Calatrava se han identificado cuatro corachas que permitían la recogida y conducción del agua del Guadiana de forma constante y segura.
Una de las corachas más destacadas es la de la medina. Jalonada por cinco torres-contrafuerte se adentra 80 metros en el río. La diferencia de altura de casi veinte metros entre el río y el interior de la ciudad se superaba mediante un sistema de ruedas hidraúlicas movidas por la corriente del río. El agua fluía por un canal abierto sobre el brazo de la muralla que se adentraba en la ciudad. Aguas abajo un muro paralelo a la coracha impedía que el agua captada se mezclara con el agua sucia procedente del foso.
En la arquitectura militar islámica eran muy características las entradas en recodo, que obligan a realizar un recorrido con varios quiebros, para facilitar la defensa (y en especial para evitar la irrupción de caballerías). En Calatrava se han documentado dos puertas de este estilo. Una de ellas permitía la entrada a la ciudad por el sur, después de cruzar un puente de varios arcos que servía para salvar el foso y una rampa que daba acceso a la medina.
La medina constituye el núcleo principal de la vida urbana y en ella habitaba la población civil. Son pocos los restos visibles actualmente.
La medina constituye el núcleo principal de la vida urbana y en ella habitaba la población civil. Son pocos los restos visibles actualmente.
El alcázar es el elemento clave de la fortaleza, en origen representa el poder central cordobés en Calatrava. Albergaba el centro de poder de la ciudad, por lo que congrega los elementos defensivos más destacados. Con posterioridad se instalaron en su interior las dependencias de la Encomienda de la Orden de Calatrava (siglos XIII – XV), que ocuparon las mayor parte de la superficie del alcázar, y se distribuyeron alrededor de un pequeño claustro entre la iglesia y el aljibe. En esos dos siglos se realizaron continuas reformas construyendo todo lo necesario para la autosuficiencia de la plaza; herrerías, hornos, habitaciones con hogares, la iglesia . . .
En el interior del alcázar se conservan varias estructuras de época andalusí, como la gran sala de audiencias del siglo XI.

El ábside templario construido entre 1150 y 1157 es la más antigua construcción templaria conocida en el Reino de Castilla y León. Cuando el Temple abandonó la plaza, los miembros de la recién fundada Orden de Calatrava, iniciaron la construcción de una iglesia de nueva planta sobre los restos de la obra templaria inconclusa.






















No hay comentarios:
Publicar un comentario