domingo, 26 de abril de 2020

OBDULIO VARELA, EL JEFE CHARRÚA.




Ha pasado toda una vida desde aquel lejano 16 de Julio de 1950, pero los ecos del Maracanazo aún resuenan en la orilla septentrional del Río de la Plata. Schiaffino y Ghiggia pusieron los goles, pero el alma de aquella victoria, eterna en la memoria colectiva del pueblo uruguayo fue el gran capitán de la celeste, el Negro Obdulio Varela. Prácticamente nadie de los que escribimos y zascandileamos por las redes sociales, páginas webs y plataformas digitales, lo vimos jugar, pero su personalidad, su juego y sus palabras, forman parte de la historia del deporte del siglo XX. Un deportista humilde y digno de admiración.



El día en que Brasil y Uruguay se enfrentaban en el estadio Maracaná, con la copa del Mundo en juego, era el último partido del cuadrangular final (una fórmula que nunca se volvió a utilizar), el entrenador uruguayo Juan López Fontana, tenía en mente plantear un partido ultradefensivo, con no perder de forma abultada contra la anfitriona, y máxima favorita, y así se lo comunicó a sus pupilos, que esperaban, como auténticos gladiadores, el momento de saltar al terreno de juego. Cuando Fontana abandonó el vestuario, el capitan Obdulio se dirigió a sus compañeros y les dijo que si jugaban a la defensiva, acabarían goleados sin piedad, como le pasó a Suecia (7 – 1) y a España (6 – 1).


Los futbolistas celestes se sentían amedrentados por las 200.000 enfervorecidas gargantas dispuestas a llevar en volandas a su equipo hacia la victoria, y temerosos por el miedo escénico. Estaban a punto de actuar en el mayor teatro del mundo. Nuevamente el gran capitán Varela tomó la palabra: No se piensen en toda esa gente, no miren para arriba, el partido se juega abajo y si ganamos no va a pasar nada, nunca pasó nada. Los de afuera son de palo y en el campo seremos once para once. El partido se gana con los huevos en la punta de los botines.

Al comienzo de la segunda parte Friaco ponía el 1 – 0 en el marcador y Maracaná se vino abajo. Entonces el Jefe se hizo con el control del partido, bajando el ritmo de juego, que perjudicaba a su equipo. Luego vinieron los goles de Schiaffino y de Gigghia, y las lágrimas de Brasil. Eduardo Galeano, otro uruguayo universal e inmortal, escribió: Viene brava la mano, pero Obdulio saca pecho y pisa fuerte y mete pierna. El capitán del equipo uruguayo, negro mandón y bien plantado, no se achica. Obdulio más crece mientras más ruge la inmensa multitud, enemiga, desde las tribunas (Cerrado por fútbol).


El Negro Varela jugó la mayor parte de su carrera para Peñarol, con el que ganó varias ligas. Con la celeste, además del mundial, consiguió el triunfo en la Copa América de 1942 disputada en casa. Campeonato del que fue designado mejor jugador. Con Obdulio en el campo, Uruguay jamás perdió un partido de la Copa del Mundo. En 1954 Varela no pudo jugar la semifinal frente a Hungría. Nunca sabremos que habría pasado si el Negro hubiese jugado aquel partido.



Obdulio Varela es un futbolista de otro tiempo, cuando los focos brillaban menos y los millones de euros, libras o petrodólares no ganaban campeonatos. Un deportista que prefería jugar en la calle, por que allí lo hacía con sus amigos. Para él, el fútbol era, una fantástica diversión.


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