miércoles, 8 de abril de 2020

CARROÑEO Y EVOLUCIÓN HUMANA.




La expresión "hombre cazador" halaga nuestros oídos. ¿Quién no preferiría que se le comparase al león antes que al buitre? La caza tiene una imagen más noble que el carroñeo y, a primera vista, también es más provechosa. ¿Qué mejor modo de reafirmar nuestro éxito evolutivo que describir como poderosos cazadores a nuestros antepasados homínidos más primitivos? Muchos antropólogos coinciden en que el comer la carne de grandes animales contribuyó a formar el entorno físico y social donde se fueron seleccionando los rasgos que más diferencian a los humanos de los primates. Pero, ¿era, aquel alimento, adquirido mediante la caza o mediante el carroñeo? He aquí un tema que encierra, quizá, no menos interés que cualquier otro de los estudios de la evolución; tiene que ver, en efecto, con la definición de la naturaleza humana. Por desgracia, la respuesta dada por la hipótesis del "hombre cazador" se basa más en prejuicios de índole sexual o de otro género que en el estudio de restos fósiles y en la ecología del forrajeo (o búsqueda del sustento). Nuestros antepasados eran mejores carroñeros que cazadores. En las estaciones secas, los bosques de las riberas de los ríos les procuraban refugio y las sobras de leones, leopardos y otros felinos de diente de sable.
Adaptación de un texto de
R.J. Blumenschine y John A. Cavallo.

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