Un mundo
atlántico europeo que quedó al margen de la exitosa civilización
clásica. Al menos hasta la llegada del Cristianismo. Su historia
antigua se entremezcla con la leyenda, caudillos míticos de nombres
impronunciables, como Cu Chulain. En el Atlántico, más allá de la
Gran Bretaña, surge la isla de Irlanda, una tierra de leyendas
conocida por su belleza como Isla Esmeralda.
Las
actividades del Sector Primario, excepto la agricultura, gozan y han
gozado de muy buena salud. Importancia de las ganaderías bovina,
porcina y ovina, así como la actividad pesquera y la explotación
forestal. La pobreza minera ha tenido su reflejo en el escaso
desarrollo industrial, excepto en el ámbito de las destilerías,
especialmente de cerveza. Una población cercana a los cuatro
millones de habitantes, el catolicismo es históricamente, la
religión predominante. Además de la capital Dublín, destacan otras
ciudades como Cork, Limerick, Galway y Waterford. A lo largo del
siglo XIX muchos irlandeses abandonaron masivamente su patria en
busca de nuevos horizontes. Estados Unidos de América fue su destino
preferido.
A
principios del siglo IV a.C. llegan a la isla grupos celtas gaélicos
– que tenían sus raíces junto al lago Hallstatt en los Alpes –
y fundaron pequeños reinos, sometidos las más de las veces, a los
reyes del Ulster. Con la llegada de San Patricio, monje y
evangelizador, en el siglo V, la isla se hizo cristiana.
Desde
finales del siglo VIII comenzaron a aparecer por las costas
irlandesas vikingos noruegos, que optaron por asentarse en estas
tierras, espléndidas y fértiles para ellos, constituyendo varios
reinos. Un par de siglos más tarde los ingleses se fijaron en esta
isla vecina.
A finales
del siglo XII, Richard de Pembroke, al frente de un ejército de
caballeros normandos procedentes de Inglaterra, conquistó el reino
de Leinster, ocupando extensos dominios. El monarca inglés Enrique
II Plantagenet intensificó las acciones militares en Irlanda, luchó
con todas sus energías para someterla a su autoridad y en 1175 logró
imponer su soberanía a toda la isla. Al inicio de la Edad Moderna
(siglo XVI) la dinastía Tudor comenzó a asentar en la isla colonos
ingleses fieles a la corona.
Enrique
VIII y la Nueva Iglesia. Cuando el rey Enrique VIII decidió romper
con la iglesia de Roma (y fundar su propia iglesia) agravó las
diferencias con Irlanda, de forma que los irlandeses convirtieron el
catolicismo en emblema de sus diferenciación e independencia.
Paulatinamente una minoría protestante inglesa fue haciéndose con
el control de la propiedad de la tierra, al tiempo que los irlandeses
sufrían marginación en su propia patria, consagrada incluso por las
leyes.
Wolfe Tone.
Ya en el siglo XVIII estalló en Irlanda la primera gran revuelva
nacionalista (y en cierto modo independentista) el Wolfe Tone. La
revuelta se saltó con una nueva derrota y la incorporación, en
1800, de Irlanda al Reino Unido como provincia (Irlanda era
incorporada al naciente Imperio Británico).
A mediados
del siglo XIX, entre 1846 y 1848 una gran crisis alimenticia azotó
la isla, cebándose con los más débiles. Esta circunstancia provocó
un movimiento masivo de emigración. Se estima que la población
disminuyó un 25%, y a finales de la centuria se había reducido a la
mitad.
Durante el
transcurso de la Primera Guerra Mundial y aprovechando la agitación
generalizada, los nacionalistas republicanos del Sin Fein organizaron
una sublevación en 1916 que fue sofocada con gran dureza. Poco
después, en 1921 el gobierno británico dividió la isla en dos
sectores y le concedió a la zona sur una autonomía parcial. Esta
decisión provocó violentos enfrentamientos entre los irlandeses que
la aceptaron y aquellos que lo consideraban insufienciente.
Eamon de
Valera aglutinó la tendencia nacionalista y rupturista, y proclamó
la ruptura con el Reino Unido en 1937, y la creación de un nuevo
estado: Eire. La independencia real y efectiva se logró en 1949 y en
1973 la República de Irlanda se incorporó a la Comunidad Económica
Europea (antecedente de la Unión Europea).
Las
siguientes décadas estuvieron marcadas por un conflicto de difícil
solución donde confluían los nacionalismos y la religión
(católicos en el sur y protestantes en el norte). En 1994 el IRA
anunció el alto el fuego y en 1998 la República de Irlanda renunció
a sus antiguas pretensiones territoriales sobre Irlanda del Norte.
Católicos y protestantes también firmaron un acuerdo de paz para el
Ulster. El reciente brexit puede reabrir viejas heridas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario