Un camino de baldosas nos aleja de Bizkarreta, ciudad de los vivos,
comenzamos a subir de nuevo a través del Robledal de Muskilda, hasta
la entrada al camposanto, la necrópolis, la ciudad de los muertos.
Un cementerio en lo alto, como si quisiera unir tierra y cielo.
Cruces y estelas de inspiración celta (o simplemente atlántica).
La vegetación nace de la muerte misma. Todo el ambiente de un
cementerio atlántico. Bellísimo y conmovedor.
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