Una localidad asturiana, encajada
entre acantilados y a orillas de la ría. Desde el principio del
poblamiento humano, el lugar donde se ubica Navia, ofrecía ventajas
para la pesca, el comercio y las relaciones con las tribus vecinos.
Como en el caso de la cercana Luarca, Navia recibe su partida de
nacimiento de manos del rey castellano Alfonso X que le concede Carta
de Población con sus fueros. Este documento regio autoriza el
amurallamiento del núcleo de población, el derecho a celebrar
mercado semanal, a la distribución de parcelas entre los vecinos y
también una organización administrativa formada por dos alcaldes,
dos jueves y una asamblea vecinal. Es también una ciudad que se inserta en el Camino de Santiago.
La iglesia más destacada de la
localidad, Santa María de la Barca, está dedicada a una imagen de
Nuestra Señora de la Barca que data del siglo XIII y que
milagrosamente fue hallada por unos humildes marineros durante una
galerna.
La ría de Navía,
desnaturalizada y acondicionada por la necesidad de mantener un canal
de navegación ha sido la principal vía de comunicación de la
ciudad. La construcción de un paseo permite caminar desde el corazón
de la villa a la desembocadura del Navía.
El crecimiento auspiciado por la
industrialización (como en gran parte de Europa) obligó a un
desarrollo urbanístico en la segunda mitad del siglo XIX; se decide
derribar la muralla medieval, permitiendo ensanchar las calles.
A finales de esta centuria y
comienzos del siglo XX, los retornados emigrantes de América, junto
con sus capitales, dan un importante impulso económico, adquiriendo
propiedades, construyendo mansiones, escuelas, caminos . . .
En las últimas décadas del
siglo XX se produce un gran desarrollo con la instalación de varias
empresas, transformación de madera, de leche, astilleros, así como
la mejora de la ganadería y la agricultura.
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