miércoles, 12 de noviembre de 2014

BATALLA DE CSERHALOM.



La Edad Media está llena de batallas inolvidables que han quedado recogidas en los anales de la historia, y esas mismas batallas están llenas de actos heroicos y leyendas. Y el rey húngaro San Ladislao protagonizó tanto batallas como leyendas.

En el año 1068 los cumanos, procedentes de la inmensa Asia (el mismo lugar del que siglos antes habían llegado a Europa los magiares), dirigidos por Ozul, penetraron y arrasaron la región de Transilvania. El rey húngaro Salomón, en compañía de sus primos, los hermanos Ladislao y Geza (que también llegarían a sentarse en el trono de Hungría), les salieron al pason empeñados en presentar batallas y expulsarlos de su país.

Ozul situó a sus tropas en una posición ventajosa sobre la colina de Cserhalom y recibían con una lluvia de flechas a los tres ejércitos húngaros. Ambos bandos se emplearon a fondo, el combate fue duro y muchos soldados jamás abandonarían el campo de batalla. La resistencia de los húngaros parecía inquebrantable, y agotados, los cumanos decidieron emprender la huída, concediendo la victoria al ejército magiar.


Y durante la huida se produce el legendario episodio protagonizado por Ladislao, e inmortalizado por los trovadores medievales y los pintores románticos. Cuando los cumanos iniciaron la retirada, Ladislao pudo ver a uno de ellos que huía al galope cargando con una joven doncella sobre su caballo. El futuro rey y santo, comenzó una persecución frenética, y al ver que no lograba dar alcance al captor, gritó a la joven que se agarrase al cinturón del jinete y se arrojasen juntos al suelo. Una vez pie en tierra, Ladislao y el cumano se enzarsaron en un agotador combate, que se resolvió cuando la valiente muchacha clavó una daga en el muslo de su raptor. Exhausto y malherido el cumano recibió la lanzada mortal de Ladislao que de esta manera logró liberar a la joven.


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