domingo, 30 de noviembre de 2014

AMBERES, EL DIAMENTE DE FLANDES.



Situada a orillas del río Escalda, Amberes ha sido históricamente una de las ciudades más prósperas de Flandes y fruto de esa secular prosperidad es su armónica belleza. Aunque el enclave ya existía a comienzos del primer milenio, su auténtico esplendor comercial comenzó cuando la vecina Brujas entró en declive al inicio del Renacimiento. Desde ese momento se convirtió en uno de los puertos comerciales más dinámicos de toda Europa.

Aunque existen evidencias arqueológicas que remontan su origen a época galorromana, la primera fortificación estable se levantó en el siglo VIII, aunque fue destruída durante una incursión vikinga en el siglo IX. Tras el saqueo, y como a perro flaco todo son pulgas, la ciudad fue desolada por epidemias, tormentas e incendios.

Desde finales del siglo X constituyó una provincia fronteriza del, entonces emergente, Sacro Imperio Romano Germánico, cambiando de dueño y señor con relativa frecuencia. Formó parte del Ducado de Brabante en el siglo XIII, al Condado de Flandes desde 1355 y posteriormente a la Casa de Borgoña. Fue miembro de la Liga Hanseática y su población se acercaba a los 200.000 habitantes. Como parte integrante de la Casa de Borgoña, Amberes pasó a engrosar la fabulosa herencia recibida por Carlos V.

En el año 1488, Maximiliano I transfiere a la ciudad una serie de privilegios, que hasta ese momento había disfrutado su gran rival, Brujas. Y fue a partir de esta época cuando Amberes desarrolló todo su potencial económico, convirtiéndose en uno de los centro comerciales más destacados del mar del Norte.



Uno de los símbolos de la prosperidad amberina fue la construcción de su catedral, la más grande de la región, para cuya ejecución fue necesario la financiación y el apoyo del enriquecido patriciado urbano.

Desde el siglo XV, y de la mano de la población judía, Amberes se fue convirtiendo en un centro del diamante de referencia mundial. Una actividad en la que sigue destacando en la actualidad. Se tiene constancia documental que ya en 1446 se tallaban, compraban y vendían bellisimos diamantes de gran calidad, y en poco tiempo prácticamente monopolizó su comercio.



Sus ciudadanos más acaudalados, aquellos burgueses enriquecidos gracias al floreciente comercio, construyeron suntuosas viviendas renacentistas, cuyas fachadas de ladrillos coloridos, situadas en la Grote Markt, siguen haciendo las delicias de amberinos y visitantes, mientras pasean por sus alegres calles y disfrutan del sabor de un dulce y esponjoso grofre (puedo asegurar que es el mejor que he probada en mi vida).  

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