domingo, 30 de noviembre de 2014

PEREGRINO A COMPOSTELA



Dormir al raso, vadear ríos, enfrentarse a pícaros y caraduras, protegerse de salteadores y bandidos, capear con vientos y tempestades, discutir con párrocos sobre la Trinidad o la Virginidad de María, dejar una piedra en la Cruz de Ferro, admirarse de la magia del Cebreiro, sufrir en el descenso de Foncebadón, apurar el paso, arrodillarse en cada humilladero, sufrir sed en el páramo, pasar frío en las cumbres nevadas, perderse en el bosque, despertar con el gallo, sortear roquedales, despistar a las alimañas, pagar plusvalías (quien tenga monedas), ahuyentar a licántropos hambrientos que pueblan bosques gallegos, tratar de descubrir a un mouro que te solucione la vida, contar las estrellas, pelear con el cuélebre, mirar a la cara a la Santa Compaña, curar con vino las heridas del alma, brindar con Selene, dibujar en la mente el mapa de las estrellas, deleitarse ante el gótico y el románico, embaucar al mismísimo Ángel Caído, celebrar litolatrías, pedir perdón a la naturaleza, respirar polvo, degustar pulpo y además caminar, caminar y caminar . . .  

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