El arzobispo, cabeza
visible de una diócesis de cierta relevancia, fue aumentando su
poder a medida que la Europa romana fue mutando en Europa medieval.
Como señores que eran, además de manejarse con las armas,
construían grandiosos palacios en la zona noble de la ciudad,
normalmente en un espacio próximo a la catedral.
En Narbona, una de las
diócesis más importantes de la Galia meridional, el palacio
espiscopal está situado en el centro mismo de la urbe, junto al
ayuntamiento y la catedral.
A través del claustro
se comunica la Catedral con el Palacio del Arzobispo. El conjunto
presenta el aspecto de una fortaleza inexpugnable.
El pasaje del Ancla,
cuya entrada se abre entre dos poderosas torres, marca la separación
entre los dos conjuntos monumentales episcopales, el palacio viejo
(siglos IX - XIII) y el palacio nuevo (XIII - XIX).
El palacio nuevo inició
su construcción por deseo expreso del arzobispo Gilles Aycelin, que
quería alejarse en lo posible del ruido y ajetreo de las obras de la
Catedral.
Ordenó además que se levantara un torreón, que por
cierto, lleva su nombre y sigue siendo el más poderoso del conjunto. Sus sucesores, como Bernard de Fargues,
Pierre de la Jugie y Jean Roger continuaron ampliando el recinto.
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