Basílica de San Antonio de Padova, con
varias cúpulas, magnífica y majestuosa, recargada y lujosa (claro
ejemplo de austeridad), cientos de devotos hacen cola para tocar las
paredes de la tumba del santo, rezan, cuelgan fotos y exvotos. Un
espectáculo macabro que roza el patetismo humano, en algunas cosas
que poquito ha avanzado la Humanidad desde el Magdaleniense.
La iglesia, un tanto exótica con sus
agujas y cúpulas bizantinas, comenzó su construcción en 1232 para
albergar los restos de San Antonio, un predicador cuyo modelo fue San
Francisco de Asis. Y es curioso como a pesar de su vida sencilla y
humilde, su ciudad natal le construyó un suntuoso y titánico
mausoleo. La influencia bizantina se materializa en el perfil del
templo, mientras que la portada combina elementos románicos y
góticos.
Interior de la basílica. Tarde o
temprano todos debemos acudir a la última llamada del Ángel de la
Muerte
Estatua ecuestre del condotiero
Gattamelata, diseñada por Donatello, vigila, custodia el sueño
eterno de San Antonio
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