Una forma de vencer a tus
rivales (naturales o humanos) es convertirlos en aliados. Ese mismo
hizo el hombre con el lobro, el león o el oso, rivales naturales del
hombres, competidores por el espacio y las presas.
El oso, enemigo
ancestral el hombre, pero también venerado (casi como un dios si
aceptamos la existencia en a prehistoria del culto al oso de las
cavernas) acaba convertido en defensor y protector de las espacios
humanizados; palacios, templos o necrópolis.
A la altura de las
culturas más desarrolladas de su tiempo, las esculturas ibéricas
nada tienen que envidiar a las realizadas en otros lugares del
Mediterráneo. Fiereza y fuerza animal, el plantígrado con su garra
atrapa a un hombre, un enemigo que metió las narices donde no debía.
La escultura une un
elemento constructivo de origen itálico, el pilar con una cabeza
retraro, y la iconografía ibérica de carácter funerario con un
animal que apoya su garra sobre una cabeza humana.
El MAN guarda algunos
pequeños tesoros como este. Cerca de Porcuna, en Cástulo apreció
otro animal, en este caso un león, que también atrapa entre sus
garras a un incauto.
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